¿Tiene futuro la banca?
Hace tan sólo unos años los graduados de las mejores universidades de Estados Unidos (Stanford, Harvard, Yale o Chicago) eran atraídos en masa por Wall Street. Estimaciones recientes indican que la proporción de estos graduados que quieren dedicarse a la banca ha caído un 30 por ciento. El talento parece cambiar de rumbo ante la perspectiva de salarios y bonus decrecientes, mala reputación profesional y la competencia de las empresas tecnológicas. El mismo fenómeno se observa en los ejecutivos de la banca que se están moviendo hacia Silicon Valley.
Estos son ejemplos de la pérdida de capacidad de atracción del sector ligada al shock reputacional causado por la crisis financiera y la incierta perspectiva del negocio bancario. El sector parece que tampoco resulta atractivo para los inversores, que han situado el valor de mercado de los bancos claramente por debajo de su valor en libros. Todos parecen huir de la banca que, además, tiene previsiones de despidos masivos.
¿Es este el final del sector bancario tal y como lo hemos conocido? Para contestar a esta pregunta es conveniente distinguir entre el corto y el largo plazo.
En el corto plazo, el sector tiene un serio problema de rentabilidad. Así lo señalan organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco de Pagos Internacionales o el Banco Central Europeo. La posición de esta última entidad es paradójica, pues son precisamente los bajos tipos de interés que mantiene en Europa los que están hundiendo el mar- gen de interés de la banca. Cargar un tipo de interés a los depósitos de grandes empresas y clientes de banca de inversión, o hacer gigantescas cajas fuertes para evitar depositar en el Banco Central Europeo pagando el 0,4% puede aliviar temporalmente el margen financiero, pero no será la solución.
El organismo bancario europeo se justifica argumentando que los bajos tipos de interés permiten que la economía mejore, reduciendo la morosidad y, por tanto, generando mejoras de los resultados bancarios a partir de la recuperación de provisiones, y el aumento de la demanda de crédito. Sin embargo, ni está claro que los bajos tipos de interés tengan el efecto deseado sobre la economía ni puede esperarse que la demanda de crédito mejore significativamente en un contexto de exceso de endeudamiento. Además, la supuesta mejora por reducción de la morosidad se verá mermada por la nueva regulación (el anejo IX en el caso de España y la entrada en vigor del International Financial Reporting Standard 9). Ganancias limitadas Las bajadas de tipos de interés han mejorado las ganancias acumuladas en la cartera de deuda pública pero estas tienen un límite, y siempre con la espada de Damocles de recibir una penalización del regulador europeo en cualquier momento.
Por su parte, las compras de deuda corporativa están teniendo un efecto negativo en la demanda de crédito: las grandes empresas están acudiendo a emisiones de bonos y dejando la financiación bancaria, lo que muestra una caída en el crédito a las grandes empresas. La consiguiente competencia por las pequeñas y medianas empresas está haciendo que los diferenciales se hundan y, por tanto, perjudicando adicionalmente al margen.
En el largo plazo, la principal amenaza es la competencia de las fintech, empresas que utilizan las nuevas tecnologías para absorber una parte creciente de la cadena de valor de los bancos. Sin embargo, esta amenaza no es definitiva.
En medios de pago, ya hay grupos de bancos trabajando en la utilización de algoritmos tipo Blockchain para reducir sus costes de transacciones (no se necesitan intermediarios pues es un sistema descentralizado) y en mejorar la trazabilidad de las operaciones. En créditos, las nuevas P2P ( peer-to
peer) tienen procedimientos interesantes de recopilación de información para predecir impagos basados en redes sociales o el uso correcto de mayúsculas y minúsculas en una solicitud de crédito. Pero estos indicadores difícilmente pueden competir con la calidad de la información que tienen los bancos sobre sus clientes.
Además, como recuerdan los problemas del P2P Lending Club, la financiación mayorista de estas empresas también está expuesta al pánico y la huida de inversores les puede dejar sin financiación. La desaparición de la financiación mayorista fue uno de los cauces de contagio de la crisis financiera del 2008 y, por esto, la nueva regulación prevé una ratio de financiación estable. Y aquí aparece una potencial amenaza de las fintech: que al final también se vean sujetas a una estricta regulación. En asesoría financiera los robo-advisors, que usan algoritmos e información de Internet para ofrecer asesoramiento sobre inversiones a sus clientes, son complementarios y no sustitutivos del cara-a-cara que demandan los inversores sofisticados de los bancos.
Por tanto, en el corto plazo la estrategia de reducción de costes y aumento de ingresos vía comisiones puede compensar en parte la caída del margen de intereses. En el largo plazo, la industria bancaria tendrá que proporcionar servicios muy individualizados, incluso a clientes con poco patrimonio, con la ayuda de las nuevas tecnologías. Igual que la medicina, la banca del futuro será personalizada o no será.