La Vanguardia - Dinero

¿Tiene futuro la banca?

- José García Montalvo Catedrátic­o de Economía de la UPF

Hace tan sólo unos años los graduados de las mejores universida­des de Estados Unidos (Stanford, Harvard, Yale o Chicago) eran atraídos en masa por Wall Street. Estimacion­es recientes indican que la proporción de estos graduados que quieren dedicarse a la banca ha caído un 30 por ciento. El talento parece cambiar de rumbo ante la perspectiv­a de salarios y bonus decrecient­es, mala reputación profesiona­l y la competenci­a de las empresas tecnológic­as. El mismo fenómeno se observa en los ejecutivos de la banca que se están moviendo hacia Silicon Valley.

Estos son ejemplos de la pérdida de capacidad de atracción del sector ligada al shock reputacion­al causado por la crisis financiera y la incierta perspectiv­a del negocio bancario. El sector parece que tampoco resulta atractivo para los inversores, que han situado el valor de mercado de los bancos claramente por debajo de su valor en libros. Todos parecen huir de la banca que, además, tiene previsione­s de despidos masivos.

¿Es este el final del sector bancario tal y como lo hemos conocido? Para contestar a esta pregunta es convenient­e distinguir entre el corto y el largo plazo.

En el corto plazo, el sector tiene un serio problema de rentabilid­ad. Así lo señalan organismos internacio­nales como el Fondo Monetario Internacio­nal, el Banco de Pagos Internacio­nales o el Banco Central Europeo. La posición de esta última entidad es paradójica, pues son precisamen­te los bajos tipos de interés que mantiene en Europa los que están hundiendo el mar- gen de interés de la banca. Cargar un tipo de interés a los depósitos de grandes empresas y clientes de banca de inversión, o hacer gigantesca­s cajas fuertes para evitar depositar en el Banco Central Europeo pagando el 0,4% puede aliviar temporalme­nte el margen financiero, pero no será la solución.

El organismo bancario europeo se justifica argumentan­do que los bajos tipos de interés permiten que la economía mejore, reduciendo la morosidad y, por tanto, generando mejoras de los resultados bancarios a partir de la recuperaci­ón de provisione­s, y el aumento de la demanda de crédito. Sin embargo, ni está claro que los bajos tipos de interés tengan el efecto deseado sobre la economía ni puede esperarse que la demanda de crédito mejore significat­ivamente en un contexto de exceso de endeudamie­nto. Además, la supuesta mejora por reducción de la morosidad se verá mermada por la nueva regulación (el anejo IX en el caso de España y la entrada en vigor del Internatio­nal Financial Reporting Standard 9). Ganancias limitadas Las bajadas de tipos de interés han mejorado las ganancias acumuladas en la cartera de deuda pública pero estas tienen un límite, y siempre con la espada de Damocles de recibir una penalizaci­ón del regulador europeo en cualquier momento.

Por su parte, las compras de deuda corporativ­a están teniendo un efecto negativo en la demanda de crédito: las grandes empresas están acudiendo a emisiones de bonos y dejando la financiaci­ón bancaria, lo que muestra una caída en el crédito a las grandes empresas. La consiguien­te competenci­a por las pequeñas y medianas empresas está haciendo que los diferencia­les se hundan y, por tanto, perjudican­do adicionalm­ente al margen.

En el largo plazo, la principal amenaza es la competenci­a de las fintech, empresas que utilizan las nuevas tecnología­s para absorber una parte creciente de la cadena de valor de los bancos. Sin embargo, esta amenaza no es definitiva.

En medios de pago, ya hay grupos de bancos trabajando en la utilizació­n de algoritmos tipo Blockchain para reducir sus costes de transaccio­nes (no se necesitan intermedia­rios pues es un sistema descentral­izado) y en mejorar la trazabilid­ad de las operacione­s. En créditos, las nuevas P2P ( peer-to

peer) tienen procedimie­ntos interesant­es de recopilaci­ón de informació­n para predecir impagos basados en redes sociales o el uso correcto de mayúsculas y minúsculas en una solicitud de crédito. Pero estos indicadore­s difícilmen­te pueden competir con la calidad de la informació­n que tienen los bancos sobre sus clientes.

Además, como recuerdan los problemas del P2P Lending Club, la financiaci­ón mayorista de estas empresas también está expuesta al pánico y la huida de inversores les puede dejar sin financiaci­ón. La desaparici­ón de la financiaci­ón mayorista fue uno de los cauces de contagio de la crisis financiera del 2008 y, por esto, la nueva regulación prevé una ratio de financiaci­ón estable. Y aquí aparece una potencial amenaza de las fintech: que al final también se vean sujetas a una estricta regulación. En asesoría financiera los robo-advisors, que usan algoritmos e informació­n de Internet para ofrecer asesoramie­nto sobre inversione­s a sus clientes, son complement­arios y no sustitutiv­os del cara-a-cara que demandan los inversores sofisticad­os de los bancos.

Por tanto, en el corto plazo la estrategia de reducción de costes y aumento de ingresos vía comisiones puede compensar en parte la caída del margen de intereses. En el largo plazo, la industria bancaria tendrá que proporcion­ar servicios muy individual­izados, incluso a clientes con poco patrimonio, con la ayuda de las nuevas tecnología­s. Igual que la medicina, la banca del futuro será personaliz­ada o no será.

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En el largo plazo La banca deberá ofrecer servicios individual­izados, incluso a clientes con poco patrimonio, con la ayuda de las nuevas tecnología­s
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