Marisa de la Ciento
Marisa de la Ciento fue una galerista autodidacta, atrevida, visionaria
En el mundo del arte, los nombres propios de algunos profesionales relevantes no precisan de su apellido para saber de quién estamos hablando. Era el caso de Marisa, Marisa de la Ciento, una galerista que marcó toda una época en la Barcelona artística de los años 70 y 80 con la Galería Ciento.
Hacía días que quería empezar a escribir en esta columna perfiles de galeristas y profesionales claves para entender un poco más quién hay detrás del mercado del arte, en este caso, de las galerías de nuestra casa. Y la reciente publicación de este libro entrañable sobre la figura de Marisa Díez de la Fuente, traspasada el año pasado, me ha dado la excusa perfecta para quién empezar.
Con la distancia del tiempo, podemos valorar en plenitud su trayectoria. Marisa fue una galerista autodidacta, atrevida, visionaria, capaz de crear una comunidad en torno a su espacio de la calle Consell de Cent de Barcelona, y de trabajar para un coleccionismo incipiente que ella supo hacer interesar por el arte más joven, tanto de Barcelona como de fuera, convirtiéndose en un referente artístico en un momento que Barcelona, para no tener, no tenía ni museo de arte contemporáneo, y tocó a las galerías ayudar a abrir la ciudad a una cierta contemporaneidad internacional.
La lista de exposiciones y de a los artistas con quién trabajó de 1974 a 1991 es larguísima, y muchos de ellos coinciden en que dada su sensibilidad por la creación y su placer intelectual por la búsqueda de nuevos valores, fue capaz de influir en sus trayectorias, convirtiéndose con el paso de los días, en una amiga y confidente. Persona generosa y comprometida con la profesión, fue impulsora de la Primavera fotográfica en un momento en que la fotografía no disfrutaba del reconocimiento actual, y fue la primera presidenta de la asociación de galerías Art Barcelona, que nacía con la voluntad de generar una mayor profesionalización en el sector.
El libro tiene por subtítulo arte y galerismo en Barcelona y es que las diferentes visiones que dan los que la conocieron, aparte de ser un merecido homenaje a su figura y de poner en valor la aventura cultural que supuso la galería Ciento, nos permite entender un poco más qué pasó en aquella Barcelona que despertaba del oscuro franquismo y se incorporaba ilusionada a los circuitos internacionales del arte contemporáneo.