Se impone la era del 'lookism'
El conocimiento técnico y la pericia profesional resultan irrelevantes si no se cumplen los requisitos estéticos
La apariencia es importante. Genera en los demás una primera impresión que es difícil de salvar cuando es negativa y que abre puertas de forma instantánea cuando se desprende confianza y atractivo. En la vida cotidiana resulta evidente, pero en el trabajo lo es aún más. No se trata sólo de que en un proceso de selección los primeros segundos sean decisivos porque son los que marcarán, aún inconscientemente, al reclutador, sino de que en cada vez más puestos se exige una imagen, una actitud y unas maneras que encajen con la cultura corporativa. Los aspectos relacionales y las habilidades comunicativas que comportan son percibidos como esenciales en los empleos contemporáneos, por lo que unas cualificaciones profesionales adecuadas no bastan, sino que deben complementarse con el tipo de personalidad que la posición requiere. O al menos, así se creía hasta ahora, porque se están produciendo cambios que acentúan esa tendencia. Dos estudios recientes subrayan estas transformaciones de un modo tan intenso que obligan a preguntarse acerca de si no se está yendo demasiado lejos en esa convicción.
Sin opciones si tiene sobrepeso El primero de ellos, Subtle increases in BMI within a healthy weight range still reduce women's employment chances in the service sector, dirigido por el profesor de la Escuela de negocios de la Universidad de Strathclyde Dennis Nickson, concluye que las mujeres con sobrepeso tienen muchas menos opciones de ser reclutadas para el sector servicios, incluso cuando su masa corporal está entre el límite normal y el superior. El tipo de personas que se demandan no son aquellas que dan la imagen de saludables, sino en las que la delgadez es apreciable. En general, señala el estudio, cuanto más gordas estén menos opciones tendrán en el mercado laboral, lo que no ocurre igual en el caso de los hombres.
Alta cualificación y buena imagen
Socio-Economic Diversity in Life Sciences and Investment Banking es el otro estudio, que ha sido realizado por investigadores de la Universidad Royal Holloway y la Universidad de Birmingham, y se enmarca en las investigaciones sobre movilidad social en el Reino Unido. Recoge datos de un tipo de empleo que requiere cualificaciones complejas, que suele estar muy bien retribuido y que ha sido el destino típico de los mejores licenciados de las carreras más prestigiosas en la última década, como es la banca de inversión. Sus resultados concluyen que la apariencia es esencial, lo que se traduce en una serie de requisitos evidentes, como que luzcan un buen corte de pelo, que sepan qué corbata debe lucirse en cada momento, que los trajes ajusten bien al cuerpo y, por supuesto, que en ningún caso calcen zapatos marrones, uno de los peores pecados estéticos que pueden cometerse en ese sector. Hay otras cualidades que influyen, como la forma de hablar y el acento idiomático que se posea, las aficiones con que se cuente y el encaje con las perspectivas vitales de sus compañeros, pero siempre por debajo de ese saber estar que revela el poseer la imagen adecuada.
Lo llamativo es que esta exigencia aparece incluso en los casos en que los aspirantes resulten cualificados para cumplir con las prestaciones del puesto requerido. O, por decirlo de otra manera, que el conocimiento técnico y la pericia profesional resultan irrelevantes si no se cumplen los requisitos estéticos. Las conclusiones del estudio subrayaban no solamente el sinsentido de primar la apariencia sobre la sustancia, sino que además señalaban cómo estas actitudes estaban provocando una desigualdad evidente, ya que las personas de clase social más baja encontraban en ellas una dificultad añadida para conseguir un empleo.
Esta tendencia, que lleva el nombre de lookism (o aparentis
mo) es una constante en la vida laboral contemporánea, hasta el punto de que existen diversos recursos institucionales en el ámbito anglosajón (como organizaciones sin ánimo de lucro que ayudan a los desempleados para que puedan vestir de forma adecuada en las entrevistas de trabajo, proporcionándoles la ropa precisa) para combatirla.
Pero el trasfondo es mucho mayor: dado que el mundo de la empresa se ha globalizado, y tiende a equiparar sus exigencias con independencia de los países, este tipo de prácticas son comunes en los países occidentales. Según demuestran los estudios realizados por Chris Warhurst, profesor de la Universidad de Strathclyde, respecto del lookism, se están produciendo nuevos tipos de discriminación, que en el fondo no son más que un desplazamiento hacia abajo en la cadena: las personas de clase media y media baja tienen más dificultades para ascender en el escalafón social, porque uno de los recursos típicos, el trabajo, se les complica debido a sus carencias relacionales, pero sí resultan demandadas en empleos del sector servicios, precisamente porque cuentan con mejores cualificaciones y más recursos estéticos que los de las clases trabajadoras. Es este escalafón social el que lo tiene peor en los nuevos tiempos. •
Vestir unos zapatos marrones en una entrevista de trabajo puede hacer que no le contraten Las personas de clase media y media baja tienen más dificultades para ascender en el escalafón social