De viajar a Marte a tener casa
Cuando era pequeño el año 2000 era el futuro. La serie Espacio: 1999 nos prometía colonias en la Luna y en 2001: Una odisea del espacio, Kubrick nos prometía viajes al Sistema Solar. Definitivamente, en el 2000 iríamos en Vespinos voladores vestidos de Albal.
Amedida que nos acercábamos al 2000 el guión futurista iba cambiando de película de ciencia-ficción en cine apocalíptico. El año 2000 tenía que ser uno remake de lo que pasó en el año 1000 cuando se tenía que acabar el mundo. Se llamaba el efecto 2000 y tenía que producir un colapso a los sistemas de información globales por culpa de que los programadores no habían previsto el cambio de milenio y los ordenadores guardaban el año en un formato de dos cifras en ningún sitio de hacerlo con cuatro. Los aviones caerían, los bancos calcularían intereses hacia atrás y lo que era peor, los videojuegos no arrancarían. En el año 2000 las máquinas nos devolverían al año cero.
Finalmente el apocalipsis llegó pero no como pensábamos. Eran tiempos de nuevas tecnologías, de nueva economía –conceptos que ya sonaban mal entonces– y de demasiadas expectativas. Afinales de los 90 los valores de las puntocom subieron en las bolsas de todo el mundo y el Nasdaq estaba por las nubes. Una puntocom es a grandes rasgos una empresa que vende futuro, más preocupada en el crecimiento y la acumulación de usuarios que en la caja. En Google, Amazon y eBay les funcionó, pero para la mayoría el futuro no llegó a tiempo y se quedaron por el camino. En el 2001 nos dimos cuenta de que la nueva economía era muy parecida a la antigua –seguía funcionando en dólares– y que el Vespino que nos trajeron las nuevas tecnologías era digital. En otras pala- bras: burbuja tecnológica y crisis de las puntocom.
El astronauta Buzz Aldrin lo resumía así en el 2012: “Meprometisteis colonias en Marte y en su lugar mehabéis dado Facebook”, como queriendo decir que habíamos perdido la capacidad de resolver los grandes desafíos de la humanidad y que nos habíamos dedicado a mirarnos el ombligo. Haber participado en la empresa mayor de la historia de la humanidad y ser el segundo hombre en pisar la Luna te da cierta credibilidad. Al fin y al cabo lo más cerca que hemos estado de colonizar otro planeta han sido las 21 horas y media que él y el Neil Armstrong vivieron en la Luna. Meimagino a los dos astronautas durmiendo dentro del módulo lunar Eagle soñando en la próxima parada del viaje interplanetario: Marte.
Pero ¡ay!, eso no pasó. Resulta que el objetivo no era llegar a la Luna para colonizarla o utilizarla como base para llegar a otros planetas sino para demostrar a la Unión Soviética –y al mundo– que la tecnología de EE.UU. era muy superior. En total, las misiones Apolo comportaron una inversión de 24.000 millones de dólares (200.000 actualizados), la concurrencia de 400.000 trabajadores y de 20.000 empresas, universidades y organizaciones. Un esfuerzo imposible de repetir. El proyecto de ir a Marte fue a parar a la lista de cosas que hacer el próximo milenio.
Hasta que esta semana el Elon Musk ha presentado a la Conferencia Astronómica Internacional sus planes para llevar a un millón de personas a Marte en los próximos cien años. En una presentación que recordaba las de Spectra en las películas de James Bond y que llevaba por nombre un sugerente “Convirtiendo a los humanos en una especie interplanetaria”, el joven millonario sudafricano explicaba en el mundo sus planes para colonizar Marte. La premisa, incontestable, es que de aquí a cinco mil millones de años el Sol se tragaría la Tierra y que si tenemos que buscar casa fuera del Sistema Solar ya empieza ser hora de hacer las maletas.
Pero hagamos números. Teniendo en cuenta que llevar a 12 astronautas a la Luna nos salió por 200.000 millones de dólares, Musk estima que con la tecnología actual el billete en Marte costaría unos 10.000 millones de dólares por persona. Aeste precio los que lo pueden pagar no quieren ir y los que quieren ir no lo pueden pagar. La intersección entre unos y otros es el conjunto vacío. Musk propone construir naves más eficientes y reutilizables tal como ya se hace en aviación convencional. Con esta premisa el coste del billete bajaría hasta los 200.000 dólares, el equivalente en una casa en EE.UU. Visto como un billete de avión es caro pero visto como una casa no tanto. Pensáis que no estamos hablando de viajar a Marte sino de colonizar Marte, no hay billete de vuelta. Querer y poder ya no hacen conjunto vacío. Con este anuncio Elon Musk ha sorprendido al mundo una vez más tal como lo hacía en el 2003 cuando anunciaba su objetivo de construir el primer coche eléctrico viable.
Su fortuna, estimada en 13.000 millones de dólares (83.º en Forbes), le ha permitido crear empresas como SolarCity, Tesla Motors y SpaceX para poder llevar a cabo su visión de cambiar el mundo. SolarCity es ya el segundo proveedor de energía solar en EE.UU., Tesla Motors ha cambiado la movilidad sostenible y SpaceX es al mismo tiempo el fabricante privado de motores de propulsión mayor del mundo y lo que tiene los motores con la mejor ratio potencia-peso. No sabemos si en el 2023 podremos comprar pizzas en Marte –llegar a Marte es una tarea titánica con más incógnitas que certezas–, pero lo que es seguro es que la exploración espacial cambiará para siempre con la eficiencia de los motores de SpaceX y la producción y consumo sostenibles de energía que Musk ha demostrado en sus otros proyectos.
La gracia de todo es que Musk puede hacer todo eso gracias a X.com, una empresa de pagos por correo electrónico que creó el año 1999, que en el 2001 sacó un producto que se llama PayPal y que el año 2002, pasada la crisis de las puntocom, vendió a eBay, el mismo año que con el dinero de la venta fundaba SpaceX. Aver si al final resultará que podremos tener casa en Marte gracias a PayPal, eBay, Facebook, Google y YouTube. Voy a comentárselo a Buzz Aldrin en su muro de Facebook a ver qué dice.