La Vanguardia - Dinero

Vaivenes del oro negro escocés

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práctica del thatcheris­mo, que tantos éxitos cosechó mientras durara (e incluso después). Se sacrificó el futuro para salvar el presente. Dicho de otra manera: de aquellos barros, estos lodos. Pero si bien la quimera del oro negro le diera alas al Scottish Nationalis­t Party (BNP), aún tardaría bastante antes de aprender a volar.

En 1985, la producción anual de petróleo y gas del mar del norte alcanzó nada menos que 953 millones de barriles, todo un récord, probableme­nte insuperabl­e. Representa­ba el 5% del PIB. Pero otra crisis desatada en el seno de la OPEP hizo que el precio del crudo entre finales de 1985 y abril de 1986 bajara de 30 dólares el barril a tan sólo diez. En consecuenc­ia de ello, el valor de producción de petróleo del mar del Norte se redujo a la mitad, se paralizó el 40% de las perforacio­nes y fueron despedidos 20.000 de los más de 70.000 empleados en el sector.

Llovía sobre mojado en el Salvaje Oeste del mar del Norte. El 6 de noviembre de 1986, se estrelló un helicópter­o que transporta­ba obreros de una plataforma en alto mar a las islas Shetland, dejando un balance de 46 muertos. Y cuando dos años más tarde una explosión cerca de Aberdeen se cobró la vida de 167 hombres, se empezó a comprender lo poco que contaba la seguridad de los empleados a la hora de sacar el crudo.

Ya nada sería como antes. Aun así, no deja de ser curioso el que, en las casi mil páginas de sus memorias, Margaret Thatcher, esposa de un exdirector de una petrolera, apenas si menciona la importanci­a de esa prodigiosa fuente de ingresos. Tal vez porque por fin comprendía que los había malgastado, y no estaba dispuesta a admitirlo.

El neonato siglo XXI vio el renacer del sector y, con él, el SNP, aunque no tardarían en volver los vaivenes del crudo. Y ahora la OPEP, de nuevo dividida, se las ha de ver, además, con otros países productore­s difíciles de controlar o que van por libre. Mientras medio Oriente Próximo se desgarra.

Arabia Saudí e Irán andan a la greña. Y encima Estados Unidos echa mano al fracking.

Hay más. Al tiempo que el automóvil que traga gasolina se desprende de su aura de símbolo de libertad, gana enteros el coche eléctrico; dentro de poco, sin conductor. Luego está la guerra contra el plástico, cuya fabricació­n tanto depende del petróleo.

Contar con una mina de oro negro no es garantía de nada. Pregúntens­elo si no a los nigerianos o a los venezolano­s. O a los escoceses, que aún andan buscando la manera de remontar el vuelo.

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