El ‘gran cerebro’ de IBM
Aplicaciones Watson trabaja con centros de investigación y hospitales e IBM quiere extender su uso a otros sectores intensivos en datos
En el 2011, el sistema de inteligencia artificial Watson, desarrollado por IBM, marcó un hito histórico al ganar el concurso televisivo Jeopardize. Compitiendo contra los dos mejores jugadores del mismo, Watson demostró que podía entender el lenguaje natural y resolver adivinanzas formuladas con preguntas ambiguas.
Watson es un cerebro electrónico capaz de engullir un millón de libros por segundo (sin olvidarlos jamás), detectar patrones a partir de información desestructurada, entender preguntas complejas y ofrecer la mejor solución a las mismas en base a los datos absorbidos.
Hoy Watson es uno de los grandes negocios emergentes de IBM, una plataforma abierta a desarrolladores externos para crear aplicaciones personalizadas. Watson ya trabaja con centros de investigación y hospitales de élite en EE.UU. para mejorar los tratamientos de cáncer. Puede cotejar el expediente de un paciente con millones de expedientes previos, aprendiendo de los errores, para ofrecer el diagnóstico más preciso.
La estrategia de IBM pasa por extender su cerebro electrónico a otros sectores intensivos en datos como la distribución, la banca o los seguros. Recientemente, IBM ha adquirido una de las consultoras financieras más importantes de Wall Street. Watson devorará sus datos históricos, aprenderá de su experiencia y se convertirá instantáneamente en un supercerebro financiero.
Ytodo parece indicar que Watson será ubicuo: tendremos un terminal de acceso a Watson desde nuestro PC o móvil.
¿Se podrá democratizar la inteligencia masiva? Si internet nos ofreció acceso a datos infinitos, y Google velocidad supersónica de búsqueda, ¿podrá IBM ofrecer inteligencia generalizada? ¿Pasaremos rápidamente de la era del big data a la de la inteligencia masiva? ¿Se incorporará una gran capa de razonamiento electrónico a internet?
Quizá pronto tendremos a Watson conduciendo nuestro vehículo, haciendo nuestro listado de la compra más saludable, o planificando nuestras vacaciones (ya no se trata de buscar datos en la red, sino de obtener respuestas estructuradas a preguntas específicas).
Watson puede analizar los perfiles de una clase de alumnos universitarios y ofrecer la mejor planificación de contenidos a su profesor. Es capaz de rastrear millones de comentarios en las redes sociales para aconsejar la mejor solución a un cliente de agencia de viajes o de un centro comercial (los almacenes Macy’s han estrenado autómatas de atención al usuario soportados en el sistema de IBM).
Sería capaz de planificar los entrenos y decidir las alineaciones de un equipo de fútbol. E, incluso, podríamos tener a Watson definiendo la estrategia competitiva de nuestra compañía, determinando el diseño idóneo de un nuevo producto, definiendo las inversiones del próximo año, redactando un comunicado corporativo, o decidiendo el mejor perfil profesional para una promoción interna.
Watson, una formidable plataforma de inteligencia cognitiva, puede asumir procesos de toma de decisiones complejas. ¿Es capaz de substituir directores de márketing, de finanzas o de recursos humanos? ¿Cuántas reuniones de coordinación se suprimirían, con directivos electrónicos interconectados tomando decisiones? Además, trabajarían las 24 horas. ¿Para cuándo un director general electrónico? ¿Y si Watson se convirtiera en el asesor de un gabinete de estrategia de un partido político? ¿Podríamos inclu- so tener a Watson de presidente del país?
El paso del big data a la inteligencia artificial masiva y distribuida nos plantea grandes oportunidades, pero también inquietantes retos, que se enmarcan dentro de la oleada de cambio tecnológico exponencial que estamos sufriendo. Google, Microsoft, Facebook, Amazon e IBM han puesto en marcha un gran consorcio para coordinar sus líneas de investigación y acelerar el desarrollo de la inteligencia artificial. De momento colaboran, aunque se anticipa una nueva batalla épica en el sector de la alta tecnología.
¿Colisionará Watson con Google? Google está también avanzando decididamente en el campo de la inteligencia artificial (su sistema Alpha Go superó en marzo al campeón del mundo del juego de estrategia Go, en una reedición de la derrota del campeón de ajedrez, Garry Kasparov, por IBM Deep Mind en 1997). IBM ha seguido una estrategia diametralmente opuesta a Google: servicios corporativos y grandes cerebros electrónicos versus ubicuidad y búsqueda instantánea de datos. Pero ambos pueden competir en la oferta de inteligencia en el tramo de llegada al usuario final. Se pueden enfrentar, de hecho, por el control del sistema nervioso del mundo global. Del Gran Hermano Google al Gran Cerebro IBM.
El acceso a inteligencia masiva abre otro frente inquietante: ya no serán sólo los empleos mecánicos o repetitivos los susceptibles de ser substituidos por una máquina. También los empleos que requieren razonamiento abstracto, pensamiento estratégico y toma de decisiones.
Al menos, alguien se está tomando todo ello en serio: el presidente Obama. Uno de los pocos líderes mundiales sinceramente sensibles con la innovación y el desarrollo tecnológico (ha hecho de ello una bandera personal durante todo su mandato). Preocupado por las profundas implicaciones que la inteligencia artificial puede tener en la economía y la sociedad (y porque China ya publica más artículos científicos en ese campo que EE.UU.), Obama ha impulsado un proceso de reflexión, una conferencia nacional (celebrada en Pittsburg) y un plan estratégico para orientar el crecimiento exponencial de esa tecnología y priorizar su aplicación en campos que supongan progreso real para la humanidad. “Mi sucesor heredará un país transformado por la inteligencia artificial”, ha dicho el presidente. Lástima que Obama ya se marcha.