Menos migración, divisa propia
Los populismos europeos defienden un mayor control de las migraciones y la recuperación de la soberanía monetaria
Las políticas económicas de Donald Trump tienen su equivalente parcial en las políticas que despliegan algunos ejecutivos europeos y muchos de los partidos de corte populista que trabajan desde la oposición en el norte y centro de Europa. No hay una política común a todos ellos, pero sí el énfasis que ponen en aspectos como una mayor regulación de las políticas de inmigración y una voluntad de recuperar “la soberanía”perdida, que se expresa muchas veces en una manifiesta voluntad de aislamiento. Son, todas ellas el resultado de la insatisfacción que padecen las clases medias, y la vieja clase obrera empobrecida, por los efectos más negativos que ha tenido la globalización, a la que perciben como su mayor enemigo.
Esa voluntad de recuperar la soberanía económica se traduce en políticas de desglobalización que rompen con el consenso entre la derecha capitalista en los últimos treinta años y que han tenido al capital financiero como su principal valedor y beneficiario. El caso más evidente de esa manera de proceder es el del gobierno de Theresa May en el Reino Unido, que ha asumido los resultados de la separación del país de la Unión Europea. La decisión, que tiene como previsible perdedora a la City de Londres, es vista como una oportunidad por parte de los conservadores británicos antieuropeos (una parte, no todos) para ensayar políticas que buscan transformar la estructura económica del Reino Unido.
De hecho, el de los conservadores británicos es el camino más definido y también el más ambicioso de entre todos los movimientos políticos surgidos como reacción a la globalización. Utiliza una retórica en la que el estado deja de ser visto como algo inservible. Al contrario, se le considera una pieza esencial para incrementar la regulación “y hacer que la economía llegue a todos”. Habla también de “defender a los débiles” frente a los abusos de los poderosos. Se plantea, incluso, la reindustrialización del Reino Unido, lo que hace de Theresa May (una conservadora como ella) la persona que habrá enviado al trastero de la historia el ideario económico de Margaret Thatcher, para quien la política industrial no existía y para la que la actuación del estado era nociva para los intereses generales de la economía.
En otros países europeos, esa ruptura con el exterior se plasma en una voluntad explícita de abandonar el euro, divisa que se ve como fuente de todos los males que aquejan a la economía. El Frente Nacional de Marine Le Pen es el principal abanderado de esta política. Radical pero abstracto en su programa en relación con la inmigración; ambiguo en lo que respecta a la fiscalidad o a la política social (habla de recortes en el gasto sin concretar en exceso), la salida del euro es la medida estrella de su programa económico. La llave, en definitiva, que abre la puerta a la recuperación del empleo y la “gran- deur” perdida de Francia.El Frente Nacional propone la salida del euro y la recuperación del franco francés como moneda de cambio, pero -como en el caso de los conservadores británicos, donde conviven diversas almasse declara partidario de no devaluar la divisa para mantener la competitividad.
La salida del euro es también el principal “atractivo” del programa económico de Alternativa por Alemania (AfD), aunque en su caso, el partido que dirige Frauke Petry, que ha desbordado a la CDU de Angela Merkel por la derecha, ofrece un escenario mucho más complejo que el de sus homólogos franceses. No descarta el regreso al deutsche mark. Pero lo ve solo como una de las posibilidades que se plantean. En realidad, lo que AfD propone inicialmente es la creación de una “verdadera Europa de Maastricht” en la que se consolide un núcleo duro de auténticos cumplidores del déficit y que se expulse de la moneda común a los que persisten en el endeudamiento.
En línea con esta política, AfD es partidaria también de reducir las competencias del Banco Central Europeo (BCE), al que perciben como verdadero ejecutor de las políticas que han empobrecido a los ahorradores alemanes y que permiten la deuda eterna para los países más pobres.