Una banca que sufre por la endogamia y alta morosidad
La banca italiana, poco capitalizada y encerrada en su propio país, contiene el aliento ante el referéndum de hoy
Con permiso del baqueteado Banco Popular, el de España, y del Deutsche Bank –objeto de todo tipo de especulaciones por la multa que tiene pendiente del departamento de Justicia de Estados Unidos–, la banca italiana es, en estos momentos, la Cenicienta del sector en Europa. No solo por lo que pueda ser del país y su sistema financiero a partir de mañana en el caso de que se imponga el no en el referéndum constitucional de este domingo, sino por su propia situación.
En lo que va de año, los bancos italianos han perdido más de un 50% de su valor en bolsa, arrastrados por las tremendas dudas de los analistas y el mercado sobre las posibilidades de hacer frente a una cartera de créditos morosos de unos 375.000 millones de euros. La tasa de morosidad de la banca italiana, sobre todo con las pymes, es del 18%, la más alta de Europa. “En Italia no hay una cultura de recobro; los bancos son casi todos ellos muy regionales, fuertes en sus respectivas plazas, lo que lleva a la connivencia con los clientes, que lo han sido o lo son todo para ellos; esto, a la larga, se convierte en un círculo vicioso y por eso ahora, tras años de estancamiento de la economía, se ha llegado a la situación de que aflora esta morosidad oculta que nadie había detectado como el problema mayúsculo que en realidad es”, comenta un analista de un banco español que pide el anonimato.
Italia cuenta con una banca fragmentada, sin grandes entidades líderes, fruto de una historia económica en la que siempre predominó lo local. Las célebres cas
sa di risparmio, el equivalente a las cajas de ahorro en España, fueron liquidadas hace dos décadas para dar paso a sociedades anónimas y a una banca pequeña o -en el mejor de los casos– mediana, obsoleta, poco avanzada tecnológicamente y sin el músculo suficiente para internacionalizarse.
El conjunto de los 19 bancos italianos que cotizan en bolsa tiene un valor de mercado de 75.000 millones de euros, apenas 12.000 millones más que lo que vale hoy en bolsa el Santander. Y solo dos de sus bancos –Intesa San Paolo y Unicredit– ya suponen dos tercios del valor de mercado del conjunto de las entidades financieras. El resto, corresponde a bancos especializados en nichos de mercado como la banca privada (Mediolanum y Mediobanca) y a entidades muy pequeñas.
Esta realidad no ha sido sobrevenida, sino buscada. Durante años, Italia ha defendido a ultranza la italianidad de su sistema financiero, barrado a los inversores extranjeros. Los que, en el pasado, osaron dar el paso para entrar en la banca del país, fueron conminados a volver sobre sus pasos por las buenas o por las malas. En el caso de los bancos espa- ñoles, los dos mayores –el Santander y el BBVA– cuentan con experiencias dispares pero con idéntico final: su no desembarco en Italia.
El BBVA intentó comprar la Banca Nazionale del Lavoro (BNL) a mediados de la década pasada. La operación fracasó no por la oposición de los accionistas, sino por el veto del Banco de Italia que entonces gobernaba Antonio Fazio. Y eso que el banco español lanzó una opa de la mano de un consorcio en el que también estaban el Grupo Generali y el empresario italiano Diego della Valle. Fazio entorpeció todo lo que pudo la operación y BBVA acabó desistiendo.
Lo mismo ocurrió con Antonveneta, el primer gran banco italiano en ser controlado por una entidad extranjera, en este caso, ABN Amro, en el 2005. El banco holandés quebraría dos años después y el Santander, adjudicatario de Antonveneta en octubre del 2007 lo vendió solo un mes después a Monte dei Paschi con fuertes plusvalías.
La maldición del comprador se cebó después sobre el banco de Siena. El Monte dei Paschi, que ha perdido el 83% de su valor en bolsa este año, es la causa principal del descrédito de la banca italiana debido a su falta de capital. Precisamente, el pasado viernes, el banco italiano dijo que ya había conseguido 1.000 millones de euros de los 5.000 millones de capital que necesita para limpiar su balance.
El problema de la banca italiana es la falta de competencia internacional y el reducido tamaño BBVA y el Santander entraron en Italia la década pasada y salieron corriendo