Así son las conductas de los malos jefes
Los líderes tóxicos de las empresas suelen ser narcisistas, psicópatas, sádicos o maquiavélicos Los jefes nocivos han sido fuente de numerosas investigaciones en los últimos años. Las relaciones intraempresa pasaron de ser un elemento recluido en lo privado a ser objeto de análisis. Y no sólo porque términos como el bullying se convirtieran en populares, sino porque el estilo de gestión se comenzó a entender imprescindible para que la suerte económica de las compañías fuera la adecuada.
Para un directivo, la cualificación técnica resultaba importante, pero el manejo de los sentimientos y la capacidad de sacar lo mejor de los empleados se entendieron fundamentales para que
las firmas tuvieran éxito.
Esa tarea, sin embargo, se realiza a veces por caminos poco recomendables. Hay jefes que logran buenos resultados por vías tortuosas, y a menudo reciben premios en forma de ascensos o
bonus por ello. El estudio Stress, Well-being and the dark side of
Leadership, realizado por Seth M. Spain, P. D. Harms y Dustin Wood describe lo que la llaman la tétrada oscura, cuatro categorías en las que encajan los líderes tóxicos, que está integrada por el maquiavelismo, el narcisismo, la psicopatía y el sadismo.
La tétrada oscura
Los primeros están dispuestos a mentir, manipular y explotar a otras personas, siempre en beneficio de sus objetivos personales. Los narcisistas intentan presentar una imagen altamente idealizada de sí mismos, y muestran en consecuencia, tendencia a la grandiosidad y a exhibir su dominio y su superioridad en cuanto tienen ocasión; son agradables y encantadores cuando les es preciso, pero acaban frecuentemente “por envenenar las aguas”. Los psicópatas se caracterizan por ser impulsivos y buscar la gratificación inmediata, lo que les incapacita para entender las emociones y para experimentar culpa, ansiedad y empatía; pueden fingir sentimientos, pero siempre se trata de algo ajeno a ellos. Por último, los sádicos son los que causan daño simplemente porque disfrutan con ello.
Pero estas características son raramente identificables a corto plazo en los jefes, y lo que es más importante, no suelen manifestarse de un modo puro, sino que vienen mezcladas con otros rasgos de personalidad. Además, no todos los malos jefes lo son como resultado de una patología, como los directivos ineficientes. Cuando alguien es incompetente, genera desorden y desorientación a su alrededor, pero no es producto de su voluntad. También puede ocurrir que el superior sea demasiado dado al control, a pesar de mostrarse empático en otros aspectos, o que se desvincule de sus subordinados, y se convierta en el prototipo de jefe ausente, ese al que nunca se puede recurrir.
Del mismo modo, hay estilos de liderazgo que son racionales, y que promueven acciones que van en beneficio de la compañía, pero que no son las más correctas; así ocurre cuando un jefe incita a un subordinado a que esconda las pruebas de un fraude contable o de una eliminación ilegal de residuos, por ejemplo, o cuando le incita a que lleve a cabo acciones que bordean la legalidad para conseguir una bonificación o simplemente para no defraudar a la cúpula de la empresa. Ninguno de ellos pretende hacer un mal, y tampoco disfruta con ello, pero acaban generando graves problemas a sus empleados y a la compañía.
Cómo entender al jefe
Los investigadores recomiendan centrarse más que en la intención que anima las acciones de los jefes –casi siempre ligada con la patología– en el estilo de relación interpersonal para entender las conductas nocivas. Eso ocurre cuando un superior exige tan- ta entrega de los subordinados que les añade una presión excesiva, cuando no brinda apoyo ni profesional ni emocional a los colaboradores para que realicen sus funciones, cuando se muestra particularmente ambiguo al trasladar sus órdenes, cuando no define correctamente objetivos y expectativas o cuando demuestran un gran interés por una persona o por un proyecto para después desilusionarse rápidamente –mostrando una conducta que suele repetirse–.
Centrarse en esta perspectiva permite entender los comportamientos nocivos de un modo más preciso, porque subraya los perjuicios que estos causan con independencia de las intenciones de quienes los realizan. Esto es importante en la medida en que la vida de las empresas es compleja, y es probable que personas con habilidades personales y relaciones puedan abrirse paso en ellas y llegar a puestos de gran responsabilidad a pesar de que sus formas de dirigir sean altamente tóxicas.
Los dirigentes maquiavélicos mienten y manipulan y los psicópatas son impulsivos No todos los malos jefes lo son como resultado de una patología, también hay directivos ineficientes Para entender a los jefes es recomendable centrarse en las intención que anima sus acciones