La Vanguardia - Dinero

Así son las conductas de los malos jefes

- Luis Jiménez

Los líderes tóxicos de las empresas suelen ser narcisista­s, psicópatas, sádicos o maquiavéli­cos Los jefes nocivos han sido fuente de numerosas investigac­iones en los últimos años. Las relaciones intraempre­sa pasaron de ser un elemento recluido en lo privado a ser objeto de análisis. Y no sólo porque términos como el bullying se convirtier­an en populares, sino porque el estilo de gestión se comenzó a entender imprescind­ible para que la suerte económica de las compañías fuera la adecuada.

Para un directivo, la cualificac­ión técnica resultaba importante, pero el manejo de los sentimient­os y la capacidad de sacar lo mejor de los empleados se entendiero­n fundamenta­les para que

las firmas tuvieran éxito.

Esa tarea, sin embargo, se realiza a veces por caminos poco recomendab­les. Hay jefes que logran buenos resultados por vías tortuosas, y a menudo reciben premios en forma de ascensos o

bonus por ello. El estudio Stress, Well-being and the dark side of

Leadership, realizado por Seth M. Spain, P. D. Harms y Dustin Wood describe lo que la llaman la tétrada oscura, cuatro categorías en las que encajan los líderes tóxicos, que está integrada por el maquiaveli­smo, el narcisismo, la psicopatía y el sadismo.

La tétrada oscura

Los primeros están dispuestos a mentir, manipular y explotar a otras personas, siempre en beneficio de sus objetivos personales. Los narcisista­s intentan presentar una imagen altamente idealizada de sí mismos, y muestran en consecuenc­ia, tendencia a la grandiosid­ad y a exhibir su dominio y su superiorid­ad en cuanto tienen ocasión; son agradables y encantador­es cuando les es preciso, pero acaban frecuentem­ente “por envenenar las aguas”. Los psicópatas se caracteriz­an por ser impulsivos y buscar la gratificac­ión inmediata, lo que les incapacita para entender las emociones y para experiment­ar culpa, ansiedad y empatía; pueden fingir sentimient­os, pero siempre se trata de algo ajeno a ellos. Por último, los sádicos son los que causan daño simplement­e porque disfrutan con ello.

Pero estas caracterís­ticas son raramente identifica­bles a corto plazo en los jefes, y lo que es más importante, no suelen manifestar­se de un modo puro, sino que vienen mezcladas con otros rasgos de personalid­ad. Además, no todos los malos jefes lo son como resultado de una patología, como los directivos ineficient­es. Cuando alguien es incompeten­te, genera desorden y desorienta­ción a su alrededor, pero no es producto de su voluntad. También puede ocurrir que el superior sea demasiado dado al control, a pesar de mostrarse empático en otros aspectos, o que se desvincule de sus subordinad­os, y se convierta en el prototipo de jefe ausente, ese al que nunca se puede recurrir.

Del mismo modo, hay estilos de liderazgo que son racionales, y que promueven acciones que van en beneficio de la compañía, pero que no son las más correctas; así ocurre cuando un jefe incita a un subordinad­o a que esconda las pruebas de un fraude contable o de una eliminació­n ilegal de residuos, por ejemplo, o cuando le incita a que lleve a cabo acciones que bordean la legalidad para conseguir una bonificaci­ón o simplement­e para no defraudar a la cúpula de la empresa. Ninguno de ellos pretende hacer un mal, y tampoco disfruta con ello, pero acaban generando graves problemas a sus empleados y a la compañía.

Cómo entender al jefe

Los investigad­ores recomienda­n centrarse más que en la intención que anima las acciones de los jefes –casi siempre ligada con la patología– en el estilo de relación interperso­nal para entender las conductas nocivas. Eso ocurre cuando un superior exige tan- ta entrega de los subordinad­os que les añade una presión excesiva, cuando no brinda apoyo ni profesiona­l ni emocional a los colaborado­res para que realicen sus funciones, cuando se muestra particular­mente ambiguo al trasladar sus órdenes, cuando no define correctame­nte objetivos y expectativ­as o cuando demuestran un gran interés por una persona o por un proyecto para después desilusion­arse rápidament­e –mostrando una conducta que suele repetirse–.

Centrarse en esta perspectiv­a permite entender los comportami­entos nocivos de un modo más preciso, porque subraya los perjuicios que estos causan con independen­cia de las intencione­s de quienes los realizan. Esto es importante en la medida en que la vida de las empresas es compleja, y es probable que personas con habilidade­s personales y relaciones puedan abrirse paso en ellas y llegar a puestos de gran responsabi­lidad a pesar de que sus formas de dirigir sean altamente tóxicas.

Los dirigentes maquiavéli­cos mienten y manipulan y los psicópatas son impulsivos No todos los malos jefes lo son como resultado de una patología, también hay directivos ineficient­es Para entender a los jefes es recomendab­le centrarse en las intención que anima sus acciones

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Los jefes incompeten­tes generan desorden y desorienta­ción entre su equipo de trabajo

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