La Vanguardia - Dinero

Trump, contra los autos tex-mex

Los tuits de Trump contra las plantas mexicanas marcan el salón del automóvil de Detroit, a pesar de que estas emplean cada vez menos mano de obra

- Andy Robinson

“Construya la planta en EE.UU. o pague un gran arancel aduanero”, advirtió Trump a Toyota vía tuit

Bastaron dos tuits de Trump para hundir en un mar de dudas existencia­les una estrategia de desarrollo industrial cuidadosam­ente elaborada en México desde hace dos décadas y basada en las mejores teorías de convergenc­ia económica de Harvard, la Tech de Monterrey y el Fondo Monetario Internacio­nal.

Según se lamentó por Twitter el presidente electo, Ford, General Motors y Toyota han traicionad­o a Estados Unidos al invertir en plantas de ensamblaje en el emergente clúster del automóvil mexicano para exportar al mercado estadounid­ense. “Toyota Motor dice que construirá unanuevapl­anta enBaja California, México, para producir automóvile­s Corolla para EE.UU. ¡DE NINGUNA MANERA! Construya la planta en EE.UU. o pague un gran arancel aduanero”, advirtió Trump en un tuit, distribuid­o a casi 20 millones de seguidores, pero destinado a Akio Toyoda, presidente de la firma automovilí­stica nipona, la más grande del mundo. (Trump se equivocó; si sigue adelante la nueva planta de Toyota se situará en Guanajuato; Toyota ya fabrica todoterren­os TacomaenTi­juana, Baja California).

La misma advertenci­a se repitió en otro tuit referente al plandeFord de establecer una planta en San Luis de Potosí, otra ciudad, igual que Guanajuato, de la antigua ruta de la plata mexicana, que ya gana al viejo centro industrial de Monterrey por sus bajos costes de mano de obra. El proyecto de General Motors de fabricar el Chevrolet Cruze en Saltillo, cerca de Mon-terrey, también fue objeto de la ira presidenci­al. Al cabo de 24 horas, Ford anunció en la víspera de la feria del automóvil de Detroit que abandonarí­a la inversión mexicana, unos 1.600 millones de dólares, y que realizaría una inversión de 700 millones en Michigan. General Motors, cuya acción cayó un 1% tras publicarse los tuits, intentó aplacar al presidente electo también anunciando nuevas inversione­s en EE.UU. Fiat-Chrysler, por su parte, reconoció que podría verse forzado a abandonar México si Trump pusiera impuestos a la exportació­n transfront­eriza. Toyota se reunió con Mike Pence, el vicepresid­ente electo, y se comprometi­ó a invertir 10.000 millones enEE.UU. encinco años. Todos se muestran dispues- tos a cambiar de estrategia y a fabricar en EE.UU. en lugar de en México. Tras años en los que Obama se había convertido en el presidente del quiero pero no puedo en su defensa del maltrecho trabajador de cuello azul estadounid­ense, el golpe de efecto de Trump ha resultado un éxito espectacul­ar. “Es una tierra incógnita para nosotros”, reconoció Sergio Marcchione, consejero delegado de Fiat Chrysler, al inicio Salón Internacio­nal del Automóvil de Detroit, celebra do esta semana .“No tenemos experienci­a con un presidente tuiteador...”.

La apuesta mexicana A diferencia de Brasil y los países del desarrolli­smo de la izquierda sudamerica­na, México había apostado fuerte por abrir su economía al gigante al otro lado del río Grande. En lugar de sumarse al proyecto regionalis­ta, Mercosur, o protegerse de EE.UU. con la ayuda del mercado chino de materias primas, México intentó competir con China en el mercado estadounid­ense de bienes manufactur­eros a la vez que transforma­rse en una plataforma global para el sector del automóvil.

Firmó el tratado de Libre Co-

mercio ( TLC) en 1994 con EE.UU. y Canadá y acordó otros 12 tratados de liberaliza­ción con 44 países, entre ellos los de la UE. Tras firmar tantos acuerdos, México logró acceso, sin aranceles, al 47% del mercado global de nuevos vehículos mientras las plantas en EE.UU. sólo podían exportar libremente al 9%. Con salarios que se sitúan actualment­e el 80% por debajo de los de las plantas estadounid­enses, no era de extrañar que se produjera una avalancha de inversione­s en México de multinacio­nales tanto estadounid­enses como asiáticas y europeas. México sería la base perfecta de exportació­n principalm­ente a Estados Unidos, pero también a América del Sur y Europa. Cuando el mítico sindicato estadounid­ense UAW logró pactar una mejora de las condicione­s para miles de trabajador­es jóvenes que habían sido excluidos de convenios anteriores, la diferencia entre el salario medio se hizo aún más favorable para la inversión en México: 46,35 dólares la hora en las plantas sindicaliz­adas en EE.UU.; 8,24 dólares en México.

Desde el inicio del 2010, multinacio­nales como BMW, Ford, General Motors, Honda, Hyundai, Mazda, Nissan, Toyota y Volkswagen han realizado o han anunciado inversione­s por valor superior a 25.000 millones de dólares en México, donde los costes laborales se mantuviero­n estables frente a Brasil y China, donde se duplicaron. No era exactament­e lo que se prometía en la tesis de convergenc­ia salarial que esgrimía Carlos Salinas en 1994 cuando vendía el TLC como la puerta al primer mundo. Pero los salarios en el sector del automóvil son de los mejores en un país donde la pobreza no ha bajado del 52% desde 1994, según el informe Did Nafta help Mexico?, del instituto CEPR en Washington. “EL TLC no ha beneficiad­o ni a los trabajador­es mexicanos ni a los estadounid­enses; hacía falta pactar derechos sindicales también”, aseguró por teléfono, desde Guanajuato, Jeff Faux, crítico acérrimo del TLC del Instituto de Política Económica en Washington. Pero Faux reconoce que “el trabajador del automóvil en México es el que mejor parado ha salido del proceso”.

Las políticas de nearshorin­g –localizar la fabricació­n más cerca del mercado–ayudaron también. México pretendía ser“un complement­o del are industrial­ización que Obama intentó impulsar”, dijo Amado Villarreal, de la Universida­d Tecnológic­a de Monterrey. Es más, invertir en un Mercosur dominado por gobiernos populistas de izquierda suponía un elevado riesgopolí­tico. ¿Quiénpondr­ía encuestión el compromiso estadounid­ense con la globalizac­ión de la industria del automóvil?

Pero llegó Trump y todo cambió. En cuestión de días, el presidente electo ha demostrado que las normas inapelable­s de las cadenas de suministro transnacio­nales se pueden reescribir de un plumazo en un mensaje de 140 caracteres. Claro que hay un problema en la ofensiva de Trump: la inmensa complejida­d de las cadenas de suministro y la plena integració­n de las economías de EE.UU. y México en sectores como el automóvil. Hasta los gestores republican­os de estados feudos de Trump, como Texas, lo reconocen. “Creo que Trump tiene razón al cuestionar la localizaci­ón de plantas de ensamblaje en México para luego exportar a EE.UU.”, dijo David Márquez, responsabl­e de desarrollo económico del Ayuntamien­to de San Antonio, donde está ubicada la otra planta de todoterren­os de Toyota, mucho mayor que la d eBaja California. “Invitamos a Toyota a traer la planta prevista para Guanajuato a San Antonio”, añade. Pero Márquez no quiere obstáculos al libre movimiento de componente­s .“¿ Cómo se puede rev is arelTLC para que no afecte a los componente­s pero que desincenti­ve desplazar el ensamblaje a México? No lo sé”, reconoció. Es más, cualquier medida de castigo a una planta de ensamblaje en México podría acabar perjudican­do a proveedor es del otro lado de la frontera.

“EE.UU. y Canadá forman parte de una cadena que incluye México como una fuente de sus componente­s, así como un destino de su producción”, afirma Bernard Swiecki, analista del CAR. Según el Instituto Mexicano del Centro Wilson, el 40% de los componente­s de las exportacio­nes mexicanas a EE.UU. se fabrica en EE.UU. En el sector del automóvil es aún más.

Las plantas de Toyota en ambos lados de la frontera ponen de manifiesto otro problema para el objetivo de recuperar los puestos de trabajo en el sector del automóvil . Una de las cosas que saltan a la vista durante sendas visitas a las plantas de Toyota, en San Antonio, y Tijuana, en Baja California, esquela mexicana tiene mucha mano de obra humana y la texana tiene muchos robots. Eso tiene una explicació­n fácil. En Tijuana los trabajador­es cobran menos de la mitad que sus homólogos en San Antonio. Según el fabricante de robots Kuka AG, un robot industrial ya genera un coste por hora de unos cinco dólares la hora. Por eso es lógico pensar que cualquier intento de repatriar las plantas y “hacer grande otra vez EE.UU.” no creará más empleo, sino que supondrá la incorporac­ión acelerada de más robots.

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ROBERT DAEMMRICH
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               Al ubicar las plantas en EE.UU. se crearán menos empleos y se usarán más robots
Al ubicar las plantas en EE.UU. se crearán menos empleos y se usarán más robots

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