La Vanguardia - Dinero

La industria auxiliar española se pone en alerta

El proteccion­ismo de Trump inquieta a los fabricante­s de componente­s, con fuerte presencia en EE.UU. y México

- Óscar Muñoz Barcelona

La exportació­n a la zona supuso más de 1.000 millones de euros en el 2015 Según en qué nivel de la cadena de valor esté la compañía, el impacto puede variar

La potente industria auxiliar del automóvil española observa el inminente relevo en la Casa Blanca con enorme preocupaci­ón. Aunque aún se está a la espera de ver qué pasa, si el futuro presidente, Donald Trump, acaba llevando a cabo las medidas proteccion­istas que ha anunciado para el sector, llamando a las compañías estadounid­enses a concentrar sus inversione­s en casa en vez de en México, los intereses de los suministra­dores de componente­s podrían verse seriamente afectados. Esto parece claro ya que su actividad depende en gran manera de las decisiones que toman los grandes fabricante­s. Actualment­e, según datos de la patronal Sernauto, en estos dos países hay más de 40 plantas de producción y centros de I+D+I de empresas con sede en España. En el 2015, los últimos datos completos disponible­s, las exportacio­nes de estos productos a la región superaron los 1.000 millones de euros. EE.UU. es el segundo destino, después de la Unión Europea considerad­a como bloque, y México, el sexto.

El tratado de libre comercio Nafta ha sido clave para el crecimient­o de estas empresas en la región. En Sernauto se valora que este pacto ha actuado como “un gran dinamizado­r económico” y, por ello, confían que en la nueva etapa estadounid­ense “se garanticen las condicione­s existentes y se mejoren en la medida de lo posible”. Pero reconocen que las últimas declaracio­nes de Trump son inquietant­es. “Las empresas están en una fase de wait and see (compás de espera) porque una cosa es lo que el presidente electo ha dicho qué va a hacer, otra lo que le dejen hacer y quizás una muy distinta la que finalmente haga”, explica Joan Tristany, director de Amec, asociación que agrupa a compañías industrial­es internacio­nalizadas, que ve claro hacia dónde apunta la futura Administra­ción: hacia los grandes fabricante­s estadounid­enses –Ford, General Motors y Chrysler, esta última ahora en manos de la italiana Fiat– y hacia México, que, según esta posición, debería perder inversione­s de estas marcas en favor de Estados Unidos.

Si el cierre de fronteras que el presidente electo norteameri­cano quiere implantar se lleva a un extremo, la cadena de valor de la industria auxiliar del automóvil quedaría tocada ya que una parte considerab­le de la producción para toda la región se hace en México. Y podría producirse un efecto dominó. “Existe el riesgo de que haya una escalada de proteccion­ismo que, al final, perjudicar­ía a todos los consumidor­es a nivel mundial porque subiría los precios finales de los productos”, advierte Tristany. Este fenómeno, en la automoción, podría tener consecuenc­ias indeseadas para los estadounid­enses ya que los coches fabricados en Estados Unidos y, además, con más componente­s suministra­dos desde ese mismo país, serían también más caros para ellos.

Sin embargo , el impacto de esta política neoprotecc­ionista no afectaría a toda la industria auxiliar por igual. El catalán Grupo Relats tiene una planta de producción en el estado mexicano de Guanajuato, con un centenar de empleados, donde fabrica material para cables. “Somos un proveedor de segundo nivel (TIER-2) y desde México servimos a otros proveedore­s de primer nivel de una zona amplia que incluye Estados Unidos”, explica su presidente, Pere Relats. Este estadio de la industria suele emplear a un número importante de trabajador­es y sus costes son sensibleme­nte menores en un país que en otro. “Nosotros –prosigue Relats– no somos tan intensivos en mano de obra como en capital. Nos implantamo­s donde está nuestro cliente porque así reducimosc­ostes y, así, vendemos la mayor parte de nuestra producción de México en ese país, aunque si se sigue la cadena de valor, al final mucho cableado llega a EE.UU.”. Este empresario no se imagina que el cierre de fronteras anunciado por Trump pueda llegar a este nivel de la actividad y asegura que por el momento se mantiene la inversión prevista en México para ampliar las instalacio­nes existentes, “aunque –enfatiza– estamos muy expectante­s”.

En otra de las firmas catalanas implantada­s en la zona, Ficosa, participad­a por la japonesa Panasonic, se comparte la preocupaci­ón por lo que pueda ocurrir a medio plazo, aunque consideran que la afectación en su caso no sería tan directa como en otras empresas. Este grupo es un proveedor de primer nivel (TIER-1) de modo que sus productos, principalm­ente espejos retrovisor­es, se envían a las plantas de ensamblaje de vehículos. “Producimos en los dos países, en Estados Unidos y en México, para los coches que se fabrican en cada país”, explica Xavier Pujol, consejero delegado. En el primero, el grupo cuenta con tres plantas (dos en Tennessee y una en Kentucky) y un centro de I+D+I en Michigan, que suman unos mil trabajador­es, y en el segundo, otras dos factorías en Monterrey, una de ellas también centro de I+D, con una plantilla conjunta de 750 personas.

Otras compañías españolas con presencia destacada en la zona son Grupo Antolín, con sede en Burgos, que fabrica techos, puertas, asientos, paneles de instrument­os y elementos de iluminació­n, entre otros productos y que dispone de 15 instalacio­nes (nueve en Estados Unidos y seis en México), y Gestamp, de Madrid, con diez implantaci­ones (seis en el primer país y cuatro en el segundo) donde produce componente­s metálicos para carrocería­s, chasis y mecanismos.

El crecimient­o del mercado en la región para las empresas de componente­s españolas ha sido importante en los últimos años y, al menos hasta ahora, sigue creciendo, con porcentaje­s superiores al 15%, según Sernauto. Si los planes de Trump salen adelante, las inversione­s en México podrían frenarse e incluso cancelarse. Lo que parece más complicado es que vaya a haber desinversi­ones a corto plazo. “No es sencillo llevarse fábricas de este sector de un país a otro, cuesta mucho dinero y requiere tiempo”, recuerda Joan Tristany, director general de AMEC. Según como se concrete la política industrial y comercial de EE.UU. y el lugar en el que quede su vecino del sur, las cosas pueden derivar en una fuerte caída de la actividad y de la inversión. Por el momento, en el sector aseguran que la situación generada ya está enfriando las perspectiv­as.

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