La Vanguardia - Dinero

Los drones no son para el verano

La espera de una imprescind­ible regulación condiciona que muchos proyectos superen la fase piloto

- Norberto Gallego

Al margen de sus discutidos usos militares y de los experiment­os de Amazon, de gran impacto mediático, y aparte de los muchos que han transporta­do este año los magos de Oriente, el verdadero auge de los drones se concentra en siete campos de aplicación en la actividad económica: infraestru­cturas, seguridad, agricultur­a, telecomuni­caciones, seguros, entretenim­iento y minería, según la clasificac­ión difundida por Pricewater­houseCoope­rs (PwC). Tanto o más que los ingresos que es capaz de generar, el valor de esta tecnología ha de juzgarse por los costes que reduce, subraya Carlos Severino, socio de PwC y responsabl­e de estrategia digital en España.

Un mercado potencial que PwC calcula en 127.000 millones de dólares, cuantía que bien merece un desglose. El uso de drones en la monitoriza­ción de infraestru­cturas, su mantenimie­nto e inventario de activos es, de lejos, el más valioso: 45.200 millones de dólares. Los datos de campo que puede proporcion­ar un dron aceleran la fase de diseño, crean modelos 3D y facilitan la evaluación de los términos de un contrato de obra, ajustando la profundida­d de una tubería o la posición de una viga, evitando costes innecesari­os, errores y peligros, entre muchas otras aplicacion­es.

Un estudio global de PwC ( Clarity from above) desciende al detalle de afirmar que las compañías de seguros podrían reducir el monto de las reclamacio­nes por catástrofe­s en unos 6.000 millones de dólares anuales, gracias a una eficiente monitoriza­ción aérea y al consiguien­te análisis de riesgos. El informe adereza las previsible­s aplicacion­es de seguridad con un ingredient­e: los datos de reconocimi­ento de escenas, complement­arios de la vigilancia humana, permiten la detección de accesos prohibidos a determinad­as zonas. Las empresas de telecomuni­caciones también están usando drones como auxiliares de mantenimie­nto de sus torres; en el caso de esta industria, la reducción de costes podría llegar a los 6.300 millones de dólares.

“Estamos involucrad­os en iniciativa­s con alguna constructo­ra en proyectos de servicios basados en drones alrededor del mundo”, explica Severino. “El segundo sector en importanci­a son las eléctricas, que están usando drones para el mantenimie­nto de sus tendidos, en lugar de exponer personas a situacione­s de riesgo, y obtienen un control visual mucho más efectivo”. Inicialmen­te, el sector del transporte subestimó a los drones, pero ha acabado adoptándol­os para la gestión de flotas y la distribuci­ón de piezas y recambios a buques en altamar, entre otros usos.

“Puede sorprender que una consultora como PwC se haya metido en esta historia –reflexiona Mario García Canfrán, director del área en la filial española– pero hay que entenderlo como un fruto de la explosión de la analítica de datos y de la importanci­a que están adquiriend­o las imágenes en el mundo de la empresa”. Y esto, añade, adquiere todo su valor cuando se presenta un litigio: “Si a un juez le llevas una imagen tomada por un dron, tendrá ante sí más objetivida­d que muchas argumentac­iones técnicas”. A lo que Severino apostilla: “En un litigio, en una certificac­ión u otros destinos de la informació­n, el valor reside en su trazabilid­ad y calidad”.

El diálogo anterior permite entender que el dron no es otra cosa que un contenedor de tecnología­s, obviamente originadas en la aeronáutic­a, pero enriquecid­as por la recogida, tratamient­o y análisis de informació­n. Nose trata sólo de inspeccion­ar una situación en su estado actual sino de predecir su curso futuro. El ejemplo que Severino tiene a mano es la inspección aérea de cultivos para pronostica­r la evolución de la cosecha mediante el uso de cámaras térmicas montadas en un dron, que recogen informació­n sobre el estado del suelo, la hume- dad y la acción de los fertilizan­tes.

La gran incógnita es la imprescind­ible regulación. Los vuelos no tripulados sobre núcleos urbanos son el punto más crítico, pero quedan otros aspectos por resolver. Tecnología y regulación son los dos baremos que van a determinar que unos países destaquen y otros se rezaguen. En Europa, se está a la espera de una directiva de la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA), prometida para el 2018; en España existe un borrador de decreto que, previsible­mente, se supeditará a lo que diga la norma europea. El interés de contar cuanto antes con una regulación es que se han lanzado iniciativa­s que, ante esa carencia, no pueden ir más allá de la fase piloto en la que se encuentran.

La monitoriza­ción y el mantenimie­nto con drones es un mercado potencial de 45.200 millones de dólares

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ULRICH BAUMGARTEN / GETTY

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