Los drones no son para el verano
La espera de una imprescindible regulación condiciona que muchos proyectos superen la fase piloto
Al margen de sus discutidos usos militares y de los experimentos de Amazon, de gran impacto mediático, y aparte de los muchos que han transportado este año los magos de Oriente, el verdadero auge de los drones se concentra en siete campos de aplicación en la actividad económica: infraestructuras, seguridad, agricultura, telecomunicaciones, seguros, entretenimiento y minería, según la clasificación difundida por PricewaterhouseCoopers (PwC). Tanto o más que los ingresos que es capaz de generar, el valor de esta tecnología ha de juzgarse por los costes que reduce, subraya Carlos Severino, socio de PwC y responsable de estrategia digital en España.
Un mercado potencial que PwC calcula en 127.000 millones de dólares, cuantía que bien merece un desglose. El uso de drones en la monitorización de infraestructuras, su mantenimiento e inventario de activos es, de lejos, el más valioso: 45.200 millones de dólares. Los datos de campo que puede proporcionar un dron aceleran la fase de diseño, crean modelos 3D y facilitan la evaluación de los términos de un contrato de obra, ajustando la profundidad de una tubería o la posición de una viga, evitando costes innecesarios, errores y peligros, entre muchas otras aplicaciones.
Un estudio global de PwC ( Clarity from above) desciende al detalle de afirmar que las compañías de seguros podrían reducir el monto de las reclamaciones por catástrofes en unos 6.000 millones de dólares anuales, gracias a una eficiente monitorización aérea y al consiguiente análisis de riesgos. El informe adereza las previsibles aplicaciones de seguridad con un ingrediente: los datos de reconocimiento de escenas, complementarios de la vigilancia humana, permiten la detección de accesos prohibidos a determinadas zonas. Las empresas de telecomunicaciones también están usando drones como auxiliares de mantenimiento de sus torres; en el caso de esta industria, la reducción de costes podría llegar a los 6.300 millones de dólares.
“Estamos involucrados en iniciativas con alguna constructora en proyectos de servicios basados en drones alrededor del mundo”, explica Severino. “El segundo sector en importancia son las eléctricas, que están usando drones para el mantenimiento de sus tendidos, en lugar de exponer personas a situaciones de riesgo, y obtienen un control visual mucho más efectivo”. Inicialmente, el sector del transporte subestimó a los drones, pero ha acabado adoptándolos para la gestión de flotas y la distribución de piezas y recambios a buques en altamar, entre otros usos.
“Puede sorprender que una consultora como PwC se haya metido en esta historia –reflexiona Mario García Canfrán, director del área en la filial española– pero hay que entenderlo como un fruto de la explosión de la analítica de datos y de la importancia que están adquiriendo las imágenes en el mundo de la empresa”. Y esto, añade, adquiere todo su valor cuando se presenta un litigio: “Si a un juez le llevas una imagen tomada por un dron, tendrá ante sí más objetividad que muchas argumentaciones técnicas”. A lo que Severino apostilla: “En un litigio, en una certificación u otros destinos de la información, el valor reside en su trazabilidad y calidad”.
El diálogo anterior permite entender que el dron no es otra cosa que un contenedor de tecnologías, obviamente originadas en la aeronáutica, pero enriquecidas por la recogida, tratamiento y análisis de información. Nose trata sólo de inspeccionar una situación en su estado actual sino de predecir su curso futuro. El ejemplo que Severino tiene a mano es la inspección aérea de cultivos para pronosticar la evolución de la cosecha mediante el uso de cámaras térmicas montadas en un dron, que recogen información sobre el estado del suelo, la hume- dad y la acción de los fertilizantes.
La gran incógnita es la imprescindible regulación. Los vuelos no tripulados sobre núcleos urbanos son el punto más crítico, pero quedan otros aspectos por resolver. Tecnología y regulación son los dos baremos que van a determinar que unos países destaquen y otros se rezaguen. En Europa, se está a la espera de una directiva de la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA), prometida para el 2018; en España existe un borrador de decreto que, previsiblemente, se supeditará a lo que diga la norma europea. El interés de contar cuanto antes con una regulación es que se han lanzado iniciativas que, ante esa carencia, no pueden ir más allá de la fase piloto en la que se encuentran.
La monitorización y el mantenimiento con drones es un mercado potencial de 45.200 millones de dólares