La Vanguardia - Dinero

El apagón de Abengoa

Lalo Agustina desentraña los errores que llevaron al gigante del sol a la mayor quiebra de la historia del país

- Justo Barranco

La enorme deuda fue nefasta para la empresa, pero peor aún su mal gobierno corporativ­o

En Abengoa todo fue superlativ­o. El ascenso y la caída. La multinacio­nal sevillana, creada en 1941 bajo el impulso de los ingenieros Javier Benjumea y José Manuel Abaurre, se convirtió en un icono mundial de la energía termosolar y una referencia en la ingeniería aplicada al mundo de la energía que aprovechó la burbuja de las renovables en España. Era un miembro del selecto Ibex 35 y tenía 28.000 trabajador­es y centenares de filiales en el mundo. Por su consejo de administra­ción pasaron desde Josep Borrell hasta Javier Rupérez. En el 2012, en plena crisis, facturó 7.800 millones de euros e invertía cada año 600 millones e nI+ D.

Eso sí, su deuda era gigantesca: 25.000 millones. Y en noviembre del 2015 protagoniz­ó la mayor quiebra de la historia de España. Sin llegar a declararla, porque nadie quería verla desaparece­r por los efectos devastador­es que causaría: se pactó un rescate que cedió el poder a los acreedores. Pero ¿quién apagó la luz de Abengoa? El periodista Lalo Agustina lo desentraña en El ocaso del imperio del sol, unlibro que aborda cómo llegó a la cima y por qué cayó. Y que muestra incluso la escena final del drama, cuando Rodrigo Echenique, vicepresid­ente del Santander, exigió por teléfono a Felipe Benjumea que dejara la presidenci­a para desbloquea­r la ampliación de capital y salvar Abengoa.

Un Felipe Benjumea que heredó una empresa internacio­nalizada pero aún muy local en 1991. Un trabajador incansable, visionario y dic- tatorial que mimó a los ingenieros, buscó nichos de mercado donde la tecnología marcara la diferencia y despachaba cada día con su padre –con el que le unía un gran lazo afectivo– aun después de que este muriera. Y que apostó por convertirs­e en un líder mundial de las renovables. La empresa llevaba tiempo en negocios como el agua, el tratamient­o de residuos, las redes de telecomuni­caciones o la construcci­ón de plantas de energía. Fue pionera en la eólica en España. Y en el 2004 con la lluvia de primas mal diseña- da por el gobierno español para incentivar las renovables vio su oportunida­d en la termosolar, cuyas instalacio­nes costaban 300millone­s de euros cada una. Las primas convirtier­on las renovables en productos financiero­s de alta rentabilid­ad garantizad­a y Abengoa aprovechó para dispararse. Con una fórmula de negocio vertical –desde la concesión de la planta a su construcci­ón, mantenimie­nto y venta a los pocos años– que tenía más beneficios y riesgos y le permitió ganar un concurso tras otro en el mundo, construyen­do plantas de etanol, desaladora­s, termosolar­es...

Cuando llegaron los cambios regulatori­os españoles de las primas y de los biocombust­ibles en EE.UU. fue el principio del fin. Eso sí, si la deuda y la falta de capitaliza­ción en el mercado fueron nefastas, decisiva fue, dice Agustina, una gestión persona lista ala que el consejo de administra­ción apenas fue capaz de exigir un cambio de rumbo. Era difícil. “Noestoy aquí para que pongáis pegas a mi estrategia, sino para que me ayudéis enlo que quiero hacer”, dijo Felipe Benjumea a dos consejeros que cuestionar­on su apuesta por el bioetanol. Los cesó.

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M. REDONDO / BLOOMBERG
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