Alfa Romeo Giulia
Un trabajo de buen diseño italiano que se refleja en todos sus trazos
Si la mujer del César no sólo debe ser honrada sino parecerlo, una berlina de Alfa Romeo no sólo debe ser deportiva sino parecerlo. El modelo con el que la firma milanesa regresaba al segmento D, el de las berlinas compactas, debía contener en su esencia el sabor de la tradición y el estilo dinámico que han forjado la leyenda del fabricante transalpino a lo largo de sus más de 100 años de historia. Pues bien, basta un fugaz vistazo a su agresiva y estilizada línea para saber que el nuevo Giulia cumple con creces esa premisa. Es arrebatadoramente bello y su atractiva estética posee esa deportividad romántica y elegante que sólo los diseños italianos logran transmitir. Sus trazos firmes y musculosos reflejan una gran sensación de potencia, mientras que sus líneas afinadas y precisas evocan ligereza y velocidad. Visualmente es toda una lección de fuerza, poderío y dinamismo estético aplicado al segmento de las berlinas deportivas.
En cuanto al comportamiento, el Giulia también está a la altura de las expectativas que despierta el ilustre pasado de la marca. Es más, las supera en la versión probada, equipada con el motor 2.2 diésel de 180 CV con cambio manual de seis relaciones. Este bloque sorprende por su contundente empuje (sus 450 Nm de par son los responsables) y sobre todo por la rapidez de respuesta. Acelera decididamente y gana velocidad en un parpadeo, sensaciones que se ponen de manifiesto de forma más evidente aún en el modo Sport del selector de conducción DNA de Alfa. En esta posición, la emoción en la conducción está garantizada. La excelente puesta a punto del chasis y la ligereza de su dirección permiten manejar el vehículo con precisión.
El modo eficiente adormece ligeramente el genio del motor, restándole algo de punch en aras de una mayor eficiencia, pero nada grave. El consumo es otra de las ventajas de esta motorización, que presenta unas cifras de consumo francamente favorables en relación a las prestaciones que acredita: 4,2 litros de media con una punta de 230 km/h y una aceleración de 0-100 en poco más de 7 segundos.
En el capítulo de los aspectos menos positivos figura su elevada rumorosidad mecánica. Es ex- cesivamente ruidosa y algo tosca. Carece del refinamiento que requiere un vehículo de su categoría; cada vez que actúa el sistema start&stop todo el bloque parece oscilar por la inercia del arranque y produce una molesta vibración.
En el interior, donde la calidad general es correcta, los acabados son adecuados y los ajustes óptimos, sólo se echa en falta una presentación algo más alegre y vistosa. Mientras que por fuera rebosa pasión, por dentro resulta algo discreto y un punto demasiado sobrio. Sólo su bonito volante de tres palos con botón de arranque integrado y la instrumentación con la clásica doble visera de Alfa Romeo reivindican el carácter fogoso e impulsivo de la marca.
Otros detalles, como algunos mandos, la sonoridad de los avisos acústicos y en especial el sonido de los intermitentes merecerían algo más de sutileza.