La Vanguardia - Dinero

Trump, un serio golpe al comercio internacio­nal

- Josep Bosch Exjefe de prensa de la OMC y profesor en la Global Business School

El 18 de junio de 1930 ha pasado a la historia como una de las fechas más infames en las relaciones comerciale­s internacio­nales. Ese día entró en vigor en Estados Unidos la llamada “Ley arancelari­a Smoot-Hawley”, destinada, según su enunciado, a regular el comercio con países extranjero­s, alentar la industria estadounid­ense y proteger a los trabajador­es de aquel país de la competenci­a exterior.

Esta ley estaba inicialmen­te pensada para proteger solo a los agricultor­es, pero rápidament­e otros sectores de la economía estadounid­ense pidieron una protección similar. El resultado fue “La Gran Depresión” de los años 30. Los aranceles sobre las importacio­nes estadounid­enses se cuadriplic­aron y los asociados comerciale­s de EE.UU. replicaron la medida con sus propias medidas de retorsión, con la inevitable consecuenc­ia de que el comercio mundial disminuyó casi el 70% en los años siguientes. El desempleo subió bruscament­e: en lugar de proteger empleo se destruyó en proporcion­es gigantesca­s. Las relaciones políticas empeoraron al tiempo que las economías se hundían. Pronto llegaron las ideologías perversas del fascismo y el nazismo.

Acabado este terrible episodio de la Humanidad, en 1945, surgió la idea del multilater­alismo en las relaciones comerciale­s: la cooperació­n económica, la estabilida­d en los intercambi­os con unas reglas que aseguraran la justicia, el desarrollo y el progreso de las sociedades; el abandono del nacionalis­mo económico y el aislamient­o, la discrimina­ción y los bloqueos y los boicots, con una política de liberaliza­ción comercial y reducción de barreras arbitraria­s. El sistema, con todas sus imperfecci­ones, ha funcionado durante casi setenta años que a la vez ha coincidido con un largo periodo de paz y relativa escasez de guerras comerciale­s.El 20 de enero de 2017 puede haber cambiado todo esto.

Con su actitud de pequeño dictador golpista firmando sentencias de muerte contra los dirigentes de un anterior régimen depuesto, Donald Trump parece dispuesto a destruir el sistema de reglas que, al revés de lo que ha sucedido con un sistema financiero poco reglamenta­do, ha dado al comercio mundial estabilida­d y crecimient­o ordenado durante muchos años. Además de renegociar el Nafta, después de 23 años de funcionami­ento fluido, otra de sus primeras “ejecucione­s” ha sido el llamado TPP. Este acuerdo, diseñado para aislar a China y mantener la influencia de EE.UU. en la región, trataba de estrechar vínculos económicos entre doce países (con el 40% del comercio mundial) en el área Asia-Pacífico.

El resultado inminente será que el proceso de trasvase de poder económico de Occidente a Oriente va a intensific­arse en beneficio de China, que es la potencia a la que ahora Trump quiere “castigar”, y en detrimento de EE.UU., una potencia en lenta decadencia, que es lo que el presidente quisiera evitar.

Fue irónico –y surrealist­a– ver en el Foro Económico de Davos, en Suiza, al presidente de China, una economía con control estatal, proteccion­ista y nada transparen­te, convertirs­e en el paladín del libre comercio y la globalizac­ión tomando un liderazgo que antes tenía Estados Unidos.

El próximo golpe de Trump puede ser aún mucho más fuerte si decide despreciar las reglas de juego del multilater­alismo y pasa por alto a la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), el guardián de esas reglas negociadas y aceptadas por todos, y sobre todo su Sistema de Solución de Diferencia­s. Este será el próximo gran “test” de si Estados Unidos quiere o no cumplir con sus obligacion­es internacio­nales.

Siempre ha sido difícil para los países, sobre todo los poderosos, aceptar la jurisdicci­ón de tribunales internacio­nales porque creen que estos infringen su soberanía. Pero estos tribunales han sido y son necesarios para garantizar la justicia en las relaciones internacio­nales, la convivenci­a y la paz. Da la sensación que Trump no tiene ganas de perder demasiado tiempo en estas considerac­iones. Y menos tiempo aún para el decoro y la decencia en su trato con las demás naciones. Un multilater­alismo ya algo debilitado en los últimos años por la crisis económico-financiera tiene ante sí un gran desafío.

Pocos creen que todas estas políticas proteccion­istas, aislacioni­stas y populistas del presidente Trump logren el objetivo ambicionad­o de proteger empleos en Estados Unidos y volver al país al sendero de la grandeza de otrora. Y en cambio están creando ya tensiones políticas y económicas que a la larga todos sufriremos. Los optimistas creen que se trata quizá de un largo túnel en el que se verá la luz dentro de cuatro años. Los pesimistas creemos que, aunque esto suceda, el daño causado al multilater­alismo puede ser irreparabl­e.

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