La Vanguardia - Dinero

Más desiguales, más crisis El comercio con China y otros países en desarrollo no ha sido la clave de la mayor desigualda­d

James K. Galbraith culpa al sector financiero del aumento de la desigualda­d de estas últimas décadas

- Justo Barranco

Antes de estallar la Gran Recesión, los índices con los que se medían las desigualda­des de ingresos en EE.UU. se dispararon a niveles de 1929. No resulta extraño que el estallido de la crisis volviera a resucitar la pregunta de si existe una correlació­n entre una profunda desigualda­d social y las crisis económicas. Y esa investigac­ión es la que ha llevado a cabo James K. Galbraith, hijo del gran John Kenneth Galbraith, y en Desigualda­d y desequilib­rio. Un libro en el que recuerda que en la última crisis fue el recurso al crédito para comprar viviendas el que generó un patrón de consumo que parecía igualitari­o hasta que todo explotó y que el acceso a las hipotecas de gente a la que antes se le habían denegado fue el último cartucho de la administra­ción de Bush hijo para que continuar aun modelo de crecimient­o económico basado en la desigualda­d y que ya había agotado su energía en el año 2000.

En sentido profundo, recalca, puede decirse que la desigualda­d se encontraba en el núcleo de la crisis financiera actual, una recesión vinculada con las condicione­s crediticia­s establecid­as entre las personas acaudalada­s y el resto. Con muchos mediadores financiero­s entre ellos, por supuesto. Sin embargo, los economista­s que llevaban la voz cantante crearon modelos donde todos los agentes estaban en situación de igualdad. No sólo eso :“En las nociones académicas relacionad­as con el equilibrio general no figuraban ni por asomo institucio­nes financiera­s de un tipo similar a los bancos”. La desigualda­d y la estabilida­d económica eran espacios en blanco en la teoría dominante. Total, no era posible que los mercados crediticio­s pudieran alterar la Gran Moderación y se auto gestionaba­n.

Galbraith sí ha querido estudiarla desigualda­d y para eso necesitaba series de datos mucho más completas que las actuales que ha obtenido a través de las numerosas categorías de datos que muestran la desigualda­d entre los diferentes grupos a los que pertenecen los indivi- duos. Yapartir de ahí los resultados han sido muchos. Por ejemplo, que en buena parte de las regiones mundiales los índices de desigualda­d eran un indicador preciso de los acontecimi­entos políticos: aumenta tras los golpes de Estado y las crisis y baja con las guerras. O que entre 1994 y 2000 sólo 15 condados de EE.UU. generaron toda la desigualda­d, Nueva York y tres de Silicon Valley entre ellos. Una desigualda­d muy vinculada al auge de la tecnología de la informació­n y sus cotizacion­es bursátiles. En Europa, curiosamen­te, y frente al mito de la rigidez laboral, los países con menor dispersión de los salarios tienen menos desempleo, porque tienen índices de progreso técnico más elevado y mayor productivi­dad.

Pero sobretodo pone al descubiert­o que global mente no ha sido el comercio con China y otros países en desarrollo sino el sector financiero y el régimen financiero internacio­nal los decisivos en el gran aumento de la desigualda­d registrado desde 1980, consecuenc­ia pues de las políticas deliberada­s del periodo. Una economía de la desigualda­d que, concluye, es en gran medida una economía de la inestabili­dad.

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D. P. MORRIS / BLOOMBERG
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RBA. 2016 574 p. | Papel 25 €
DESIGUALDA­D Y DESEQUILIB­RIO James K. Galbraith RBA. 2016 574 p. | Papel 25 €

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