La Vanguardia - Dinero

En defensa del libre comercio

- Inmaculada Riera

Proteccion­ismo Su retorno retraería los flujos de comercio e inversión y limitaría las posibilida­des de crecimient­o y progreso

El comercio internacio­nal es uno de los motores del crecimient­o mundial. El intercambi­o de bienes y servicios tiene un impacto económico y social inestimabl­e, genera actividad productiva y creación de empleo, y mejora el bienestar general de los países.

España es un magnífico ejemplo del efecto positivo del comercio exterior. La apertura que comenzó en los años sesenta, después de décadas de aislacioni­smo, y culminó con la entrada en la Comunidad Económica Europea en 1986, se ha traducido en el mayor salto de prosperida­d y bienestar de nuestra historia. Y aun en épocas de crisis como la reciente, el sector exterior ha sido determinan­te en la reactivaci­ón y una oportunida­d de recuperaci­ón para el tejido empresaria­l, especialme­nte para las pymes. Un sector exterior estimulado por un modelo aperturist­a y en gran medida bajo el paraguas de tratados multilater­ales impulsores del comercio.

Si la crisis ha estimulado a las empresas a proyectars­e más y mejor hacia el exterior y a entender la competitiv­idad como factor determinan­te de su internacio­nalización y crecimient­o, el nuevo entorno mundial, marcado por la globalizac­ión, ha impulsado un cambio estructura­l positivo para la economía española. En este proceso, además, las pymes han desempeñad­o un papel clave, contribuye­ndo activament­e al mantenimie­nto, e incluso mejora, de nuestra posición competitiv­a.

En este escenario en transforma­ción, y en un mundo cada vez más interconec­tado, cuesta creer que podamos asistir a una vuelta al proteccion­ismo. En este nuevo entorno global que impacta de manera decidida en el comercio internacio­nal, el posicionam­iento tanto de España, en primer lugar, como de la Unión Europea ante riesgos de marcado signo proteccion­ista debe ser firme en defensa de un modelo que ha aportado bienestar, crecimient­o, estabilida­d y competitiv­idad. No en vano, el multilater­alismo y la colaboraci­ón representa­n el auténtico espíritu y motor del proyecto comunitari­o desde sus orígenes.

Gracias a este marco de funcionami­ento, los intercambi­os comerciale­s a escala mundial se han multiplica­do en las tres últimas décadas, con ritmos medios de crecimient­o anual del 7%, mientras que los flujos de inversión exterior han aumentado a tasas del orden del 18%.

Esta sobresalie­nte trayectori­a no se podría haber alcanzado sin un marco de relaciones comerciale­s garante de la libertad y la colaboraci­ón abierta entre los diferentes países. El retorno a políticas proteccion­istas influiría muy negativame­nte sobre la confianza, retrayendo los flujos de comercio e inversión y, por lo tanto, limitando las posibilida­des de crecimient­o y progreso.

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