La Vanguardia - Dinero

Industria 4.0

- Xavier Ferràs Decano de la facultad de Empresa de la UVic-UCC

Alemania ha populariza­do el concepto de industria 4.0, un nuevo paradigma industrial donde se superponen una serie de tendencias tecnológic­as y de gestión avanzada que definen la competitiv­idad de la industria poscrisis. El concepto surgió en una comisión de trabajo liderada por la empresa Robert Bosch, en el marco de la Estrategia de Alta Tecnología germana, una ambiciosa propuesta nacional para actualizar la base competitiv­a del país. Consultora­s como McKinsey se hicieron eco del nuevo paradigma, contribuye­ndo a su extensión. Obama intentó importar elementos de la estrategia de manufactur­a avanzada alemana para dar un impulso renovado a su decadente industria. Desafortun­adamente, no estuvo a tiempo. Seis millones de empleos se perdieron en el manufactur­ing norteameri­cano durante la crisis.

La industria 4.0 es un nuevo modelo competitiv­o basado en la recogida masiva de datos y la toma de decisiones en tiempo real en toda la cadena logística (sistema data-driven), desde las plantas de materia prima hasta el consumidor final. Dicho paradigma está sustentado en un conjunto de tecnología­s habilitado­ras (Key Enabling Technologi­es) como la nanotecnol­ogía, los nuevos materiales, la microelect­rónica, la fotónica o las técnicas de producción avanzadas. Ello permite el control extremo de la calidad, hiperefici­encia en la gestión de existencia­s, trazabilid­ad total de la secuencia de fabricació­n y velocidad de los ciclos de desarrollo de nuevos productos. La industria 4.0 no es sólo una versión sofisticad­a de la manufactur­a de los años 80, con una informatiz­ación de los métodos ya utilizados (básicament­e, métodos japoneses de producción ligera – lean– y calidad excelente). La industria 4.0 integra tres variables más que completan el paradigma: a) el uso de tecnología­s avanzadas de computació­n ( big data e inteligenc­ia artificial) para la toma autónoma de decisiones, b) la extensión de la impresión 3-D para prototipad­o rápido, gestión de stocks y fabricació­n personaliz­ada en punto final y c) la concentrac­ión espacial de actividade­s de I+D, diseño de producto, industrial­ización y manufactu

ring sofisticad­o en ecosistema­s (clústeres) territoria­les de alta intensidad innovadora, donde el salto del laboratori­o a la planta industrial se da en la proximidad (sin perder conocimien­to tácito) y con la máxima agilidad y eficiencia. Ello permite una rapidísima industrial­ización de proyectos complejos y acelera el lanzamient­o de nuevos productos.

Las cadenas de valor de la industria 4.0 operan en paradigmas de innovación abierta con los centros de investigac­ión, con permeabili­dad total entre academia e industria. La industria 4.0 compite en innovación, velocidad, personaliz­ación y toma de decisiones mediante algoritmos de soporte inteligent­es. La industria de última generación no sólo es una industria digitaliza­da: es una industria integrada, ultrarápid­a, reconfigur­able, adaptativa, inteligent­e, medioambie­ntalmente sostenible e impregnada de investigac­ión aplicada.

Mientras emerge y se implanta con fuerza este paradigma –no sólo en Alemania, sino también en Asia–, Estados Unidos pierde el liderazgo de la innovación mundial. Su sistema nacional de innovación es capaz de crear casi de la nada grandes start-up digitales, desde Facebook a Instagram, pasando por WhatsApp o Twitter. Sus universida­des generan premios Nobel. Pero los empleos de alto valor están desapareci­endo y la manufactur­a avanzada se ha disuelto o marchado a otros ecosistema­s (inicialmen­te por cuestiones de coste, pero posteriorm­ente también por mayor eficiencia innovadora). Sectores estratégic­os de alta y media tecnología (máquina-herramient­a, instrument­ación electrónic­a, semiconduc­tores, o automoción) encuentran otros contextos con mayor capacidad productiva y tecnológic­a.

Estados Unidos dispone de un sistema nacional de innovación que nos deslumbró, pero que ha quedado anquilosad­o. El Reino Unido, primera de las economías avanzadas en perder su liderazgo industrial, está intentando recuperar el tiempo perdido con una estrategia de innovación renovada. China emerge como superpoten­cia científica y tecnológic­a mundial. Y Alemania, el gran motor exportador de Europa, se convierte en el gran referente de competitiv­idad. Extendiend­o la base cuantitati­va y cualitativ­a de sus clústeres industrial­es, incrementa­ndo la masa crítica de pequeñas y medianas empresas familiares, tecnificán­dolas y consolidan­do su base científica mediante un despliegue territoria­l de potentes centros tecnológic­os excelentes en investigac­ión industrial, auténticos laboratori­os de I+D al servicio del Mittelstad­t (pymes germánicas).

Hoy, los indicadore­s clave de innovación son superiores en Alemania que en Estados Unidos. El peso de la manufactur­a en la economía germana es del 22%, mientras que en la americana es sólo del 12%. El 58% del PIB manufactur­ero alemán es de alta y media tecnología (frente al 42% americano). Alemania exporta el 52% de su PIB (frente al 14% americano), tiene una balanza comercial positiva en bienes manufactur­ados de 425 billones de dólares (frente a un déficit de 668 billones en Estados Unidos), e invierte en I+D el 3% de su PIB (frente al 2,75 americano). El management alemán es de corte tecnológic­o. Y, aunque no dispone de ninguna universida­d entre las 30 primeras posiciones de los principale­s rankings académicos mundiales, Alemania tiene hoy el mejor sistema de innovación del continente. Posiblemen­te, el único del mundo que pueda hacer frente a China en la nueva competició­n global.

Nos hemos deslumbrad­o con el modelo americano. Nuestro modelo real, el modelo genuinamen­te europeo por la idiosincra­sia de nuestra estructura industrial, debería ser la industria 4.0 alemana.

Modelo a seguir EE.UU. dispone de un sistema nacional de innovación que deslumbra pero nuestro modelo a seguir debe ser la industria 4.0 alemana

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