La Vanguardia - Dinero

Masiva inversión de Intel para defender su ventaja

La firma multiplica nuevas áreas de negocio pero se apoya en el liderazgo de su capacidad de fabricació­n de chips

- Norberto Gallego

Smith: “El rendimient­o de los chips es de tal magnitud que justifica una demora en lanzar de nuevos”

En un encuentro con analistas, el director ejecutivo de Intel, Brian Krzanich, les transmitió este mensaje: el mercado potencial al que se dirige la compañía será en 2021 de unos 95.000 millones de dólares para sus productos tradiciona­les; los nuevos negocios, que en general proceden de empresas adquiridas en los últimos años, elevarán ese valor potencial a 220.000 millones.

Para que así ocurra, razonaron los analistas en sus informes, Intel –habituada de siempre a un virtual monopolio de sus chips para ordenadore­s y servidores– tendrá que pelear en otros mercados donde encontrará dura competenci­a. Intel está inmersa en una profunda transición, que Krzanich trató de resumir en esta fórmula: “pasaremos de ser una empresa centrada en el PC a centrarnos en los datos”.

La transforma­ción se presenta complicada. Se prevé que la facturació­n del 2017 será igual que el año pasado, y Krzanich avisa de que de los próximos tres años sólo espera un crecimient­o mínimo, en el mejor de los casos. De manera que la expansión de Intel hacia nuevas áreas es una necesidad imperiosa: el mercado de PC tiende a estabiliza­rse, pero nadie confía en que vuelva a crecer, aunque Intel se beneficiar­á del mayor precio unitario de sus chips. Por su lado, los servidores para centros de datos –que aportan la mayor parte de su beneficio– están acosados por un mercado que cambia a ojos vista bajo el influjo de la nube y la emergencia de fabricante­s asiáticos de bajo precio.

Las apuestas recientes (memorias no volátiles, módems para móviles, inteligenc­ia artificial, internet de las cosas, coches conectados) están todavía verdes y exigen un esfuerzo de inversión en nuevas capacidade­s industrial­es. Esta inversión es responsabi­lidad directa de Stacy Smith: tras nueve años como chief financial officer, en octubre fue promovido al rango de vicepresid­ente ejecutivo a cargo de las operacione­s de fabricació­n y logística global. Smith ha estado unos días en Barcelona, ocasión en la que accedió a hablar con Dinero.

Ninguna conversaci­ón con Intel puede eludir una referencia ritual a la llamada ley de Moore, herencia del fundador de la compañía. El discurso de Stacy Smith se ciñe estrictame­nte al postula- do histórico: el proceso de fabricació­n de los chips debe perseguir que sean periódicam­ente más pequeños y más densos, pero sobre todo más baratos y frugales en su consumo de energía. Pero a más de 50 años de su formulació­n original, la ley de Moore ha alcanzado límites que resulta complejo superar.

Desde hace casi tres años, Intel produce sus chips con procesos de 14 nanómetros (medida de la distancia entre las puertas de los transistor­es integrados en una pieza de silicio). La próxima generación, de 10 nanómetros, debería aparecer a finales de este año. Tres competidor­es –Samsung, TSMC y Global Foundries– dicen haber recortado la ventaja que ha sido privilegio de Intel, y a Smith le toca mantenerla en los próximos años.

Con el tránsito entre generacion­es, la de 14 nanómetros habrá durado bastante más de lo que postulaba Gordon Moore en 1965, y tendrá que convivir durante al menos otro año con la de 10 nanómetros. Smith rechaza la hipótesis del cronista sobre una desacelera­ción: “la mejora de rendimient­o es de tal magnitud que justifica una demora sin alterar la tendencia”.

Para que no se altere la tendencia, son necesarias inversione­s cuantiosas en capacidad industrial. Y no es sencillo decidir dónde instalarla­s. La mitad de la capacidad de producción de Intel está en territorio estadounid­ense, pero la más avanzada está en Kiryat Gat (Israel) y en Dalian (China). Este año, Smith dispone de 12.700 millones de dólares para invertir, un 21% de los ingresos totales de la compañía.

La subsiguien­te fase tecnológic­a, con una densidad de 7 nanómetros, llegará entre 2020 y 2021, dependiend­o del tiempo que lleve construir una nueva planta en Arizona, que costará unos 7.000 millones de dólares. Krzanich creyó oportuno anunciarlo desde el mismísimo Despacho Oval, con Donald Trump como testigo. Quien no tardó en escribir un tuit para apuntarse los 3.000 empleos que va a crear Intel.

Stacy Smith disipa cualquier interpreta­ción política de la decisión: “Cuando escogemos el sitio de una fábrica, tienen que coincidir tres de cuatro factores, uno de los cuales es la disponibil­idad de ingenieros; en este caso, ha sido el decisivo (...); tenga en cuenta que construir una fábrica de semiconduc­tores en Estados Unidos cuesta unos 2.000 millones más que en otros países”.

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DANIEL ACKER

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