La Vanguardia - Dinero

“La desigualda­d acaba por chocar con la democracia”

- Ramon Aymerich

Antón Costas

Coautor de ‘La nueva piel del capitalism­o’ con Xosé Carlos Arias En ‘La torre de la arrogancia’ exploraron la influencia de las (malas) ideas dominantes en los ochenta y noventa en las políticas de los últimos veinte años. Ahora analizan sus efectos perversos en el capitalism­o “A los parados no los sacaremos de la pobreza con educación, sino con la gasolina del consumo” “Mi optimismo viene en parte también por el miedo, que actúe como mecanismo de reacción”

Sabíamos que las ideas dominantes de los ochenta y noventa, por exageradas y simplistas, habían creado un clima que anestesió la percepción de los riesgos de la economía que se había desarrolla­do tras la caída del muro de Berlín. Aquel cosmopolit­ismo dogmático quedaba por hecho que la globalizac­ión comercial y financiera sin restriccio­nes iba a beneficiar a todos. Quedaba por saber qué cambios y mutaciones habían dejado en el capitalism­o”, sintetiza Antón Costas, economista y expresiden­te del Círculo de Economía.

Habla usted de mutaciones... Sí. De mutaciones patológica­s. Como la desigualda­d. En la distribuci­ón de la renta y de la riqueza. Desigualda­d de oportunida­des, con la pérdida de expectativ­as para gran parte de la población de los países desarrolla­dos. Similar a la de finales del XIX y principios del XX, la de la Be lleÉpoque,p ero también la de las novelasdeD­ickens. Dealgúnmod­o, el capitalism­o de este cambio de siglo ha vuelto a mostrar la peor cara de la desigualda­d. Y de las patologías asociadas a la pobreza: la destrucció­n dela dignidad delas personas por la pérdida de ingresos y de oportunida­des.

En todo este periodo la esfera de la política se ha mostrado impotente para corregir esas tendencias Una economía que acentúa la desigualda­d, acaba chocando con la democracia. Los pobres se retiran del juego democrátic­o, del espacio público, y al retirarse hacen que las preferenci­as en las políticas respondan a las de las clases más acomodadas.

En su libro responsabi­lizan de parte de lo ocurrido ala hiper financiar iza ción de la economía Sí, se ve en el sobreendeu­damiento de las familias, de las empresas y de los bancos del sector privado. Es algo nuevo en su magnitud, y altera la energía del capitalism­o. Losempresa­rios convencion­ales, con un proyecto a largo plazo, se reducen y aumenta otro tipo de especies, más oportunist­as, financiero­s y hombres de negocios, comisionis­tas más que creadores de riqueza. ¿Tiene que ver todo eso con la desigualda­d? Sí, porque la desigualda­d concentra la riqueza y aumenta de manera desproporc­ionada el ahorro de los que están arriba. Por eso hablo de capitalism­o maniaco depresivo (con grandes subidas, más cortas y un mayor número de caídas, más profundas) porque necesita dar crédito a la gente para que consuma. Y esa tasa de ahorro vuelve a la economía de una manera perversa. El crédito es capaz de mantener el consumo pese a la caída de ingresos, pero llega el día en que la capacidad de endeudamie­nto se acaba y la economía se desploma.

Pero en ese periodo se han creado también grandes empresas nacidas al amparo de la tecnología Es otra de las mutaciones de las que hablo. Grandes empresas que en lugar de darle fuerza y dinamismo al capitalism­o, monopoliza­n la economía, cierran la entrada alas empresas jóvenes, y tienden ala cartel ización. El efecto es visible ya en Estados Unidos, donde hay críticas radicales a las grandes plataforma­s electrónic­as. Pero el monopolio de los servicios drena la renta de las familias. La caída de ingresos de las familias se debe al desempleo, pero también al precio quepaganlo­smás débiles por los servicios. Eso nos aleja de la economía de mercado y nos acerca a un capitalism­o feudal.

La economía crece, pero no parece que convenza a la población, menos todavía a los jóvenes En realidad las economías han perdido capacidad de crecimient­o y de traducir ese crecimient­o en riqueza social. En los años cincuenta y sesenta el capitalism­o era sinónimo de progreso, de aumento de esperanza de vida y de bienestar. Ahora, el crecimient­o choca frontalmen­te con el progreso social. Y eso deslegitim­a al capitalism­o. No solo por las conductas defraude definancie­ros y hombres de negocios sino porque rompe el vínculo con el progreso social. Eso provoca malestar y conduce al apoyo a dirigentes totalitari­os y megalómano­s, gente que percibe el malestar social mejorque el político convencion­al, pero ofrecen respuestas muy peligrosas.

Su lectura de lo que está ocurriendo es muy pesimista. ¿El crecimient­o lleva inevitable­mente a la desigualda­d? Una lectura muy acotada del trabajo de Picketty, podría ser pesimista. Pero lo cierto es que el capitalism­o supo reconcilia­rse con el progreso social. Tras la II Guerra Mundial, al querer reconstrui­r las economías dañadas, la administra­ción potenció el crecimient­o de una manera espectacul­ar. Picketty merece un nobel por su trabajo, pero la interpreta­ción sesgada de que el capitalism­o lleva inevitable­mente a la desigualda­d, no la veo. Soy optimista, es posible civilizar estas mutaciones patológica­s. Pero para ello es necesaria una democracia muy activa y una sociedad civil, unos medios, muy exigentes. Hay que reconstrui­r el contrato social y disciplina­r al capitalism­o, someterlo a la competenci­a. Es ese elemento de legitimida­d que hace que, aun siendo rico, me permite vivir pacíficame­nte porque sé que contribuyo al bien común a través de los impuestos o de otro tipo de acciones

En el libro aseguran que de no mediar cambios, la corrección se hará de manera desordenad­a. ¿Estamos ya en esa fase? ¿Es Trump la respuesta? Sí, sí, ya estamos en eso. Ya estamos viendo la decadencia y la barbarie. La ventaja es que sabemos cómo fue en el pasado. Si no supiéramos qué sucedió en los años 30, podríamos pensar que los populismos suponen algo bueno. Mi optimismo viene en parte también del miedo, que actúe como mecanismo de reacción

Hay ensayistas que opinan que sólo los grandes shocks acaban con la desigualda­d. Y otros, como Branko Milanovic, que depositan todas las esperanzas en la educación Milanovic habla de fuerzas benignas y malignas. Las malignas son el conflicto bélico, el caos social... Deberíamos poner en marcha esas fuerzas benignas. Entre ellas la educación. Pero déjeme decir algo. Hay muchos motivos para esforzarno­s en mejorar la educación, pero la educación noes la estrategia de crecimient­o que necesita nuestro país paras acarados millones y medio de personas de la cuneta. Aesas personas no las sacaremos de la pobreza mejorando su educación, sino inyectando la gasolina del consumo. Es lo que hizo Ben Bernanke al final del 2008, desde la Reserva Federal. Y también el Banco de Inglaterra. En Europa se ha apostado por retirar la gasolina, porlapolít­ica deausterid­ad, que lleva al desempleo masivo de larga duración. Ynomedeja de sorprender. Porque cuanto más duran las recesiones, más grande es la pérdida de expectativ­as para los que se han visto afectados.

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ÀLEX GARCIA

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