El pragmatismo vasco El acuerdo permite al País Vasco arrancar 4.000 millones y desbloquear el cupo, atascado desde el 2007
Catalunya está pagando un alto precio económico por perder la influencia que le daba ser el “partido bisagra” del mapa político español
Probablemente el mayor error cometido por Artur Mas como presidente de la Generalitat haya sido sacrificar el papel que tenía la minoría catalana como “partido bisagra”. Un altísimo precio que no tuvo en consideración cuando lanzó el “órdago” independentista enplena crisis económica.
Esta privilegiada posición de árbitro del mapapolítico español se la ha cedido verbi gratia a los vascos, como se ha puesto de manifiesto en la negociación de los Presupuesto Generales. En la medida que el Gobierno de Mariano Rajoy está muy débil, el PNV ha sabido aprovechar la ocasión frente a una minoría catalana que sigue cazando moscas.
Se trata de dos estrategias muy diferentes que los partidos nacionalistas catalán y vasco han venido utilizando desde el inicio de la democracia: el pragmatismo y el radicalismo. Durante cerca de tres décadas Jordi Pujol apostó por la primera, desarrollando la táctica de del peix al cove, o lo que es lo mismo ‘más vale pájaro en mano que ciento volando’. Nolediomalresultado, por el contrario obtuvo grandes beneficios para Catalunya.
Aquella actuación garantizó la estabilidad política y económica en España y permitió a los catalanes tener una enorme influencia en las instituciones del Estado. De una manera natural en los círculos del poder se hablaba de la “cuota catalana” cuando se trataba de configurar los equilibrios de poder en el Banco de España, la CNMV, la CNMC, Tribunal Constitucional o enelTribunalSupremo, porsolocitar las más relevantes. Desde que se planteó el desafío independentista estas posiciones se han perdido y el catalanismo se ha ido autoexcluyendo de los centros de poder.
Artur Mas, en pleno delirio nacionalista, decidió destruir sus naves como hizo Hernán Cortés durante la Conquista de México para dejar claro a sus hombres que la retirada era imposible. Desde entonces no hay peix‘ i el cove ha quedado vacío en los cinco años que dura ya el proceso y las expectativas no son especialmente alentadoras para un futuro próximo. Anteestasituación hay dirigentes del PDECat que en privado empiezan a reconocer que “nos hemos equivocado”. El problema ahora es como salir del callejón donde se encuentran metidos. Como dice el consejero de Cultura Santi Vila, el catalanismo ahora no puede ceder y debe mantener ese pulso al Estado. Solo así podría intentar recomponer las cosas y buscar unacuerdo a medio plazo con el Gobierno dentro de la Unión Europea.
Por el contrario, el lehendakari del Gobierno Vasco Iñigo Urkullu ha apostado sin ambages por el pragmatismo una vez que la sociedad vasca comprendió que el radicalismo nole llevaba a ninguna parte. Como le gusta decir en privado, la soberanía se consigue con una guerra o con la bisagra. Dado que la primera opción nadie la quiere, sobre todo cuando la sociedad está dividida por la mitad, la única alternativa es seguir cortando el salchichón mientras haya lonchas que cortar. De momento su apoyo con los presupuestos le ha permitido arrancar 4.000 millones de euros y desbloquear el cupo que estaba atascado desde el 2007. La “cuota vasca” hace sentir su peso en todas las instituciones. Es decir, que el nacionalismo vasco le ha quitado la cartera al soberanismo catalán, a la chita callando.