La Vanguardia - Dinero

Campeones ocultos

- Xavier Ferràs

¿Por qué Alemania es capaz de mantener todavía tantos empleos en manufactur­a tras las dramáticas crisis industrial­es de los últimos años? Según la Harvard Business Review, una de las razones fundamenta­les es la abundancia de “campeones ocultos” (hidden champions), empresas de tamaño medio, altamente internacio­nalizadas, tecnificad­as y fuertement­e vinculadas al territorio. Muchas, de origen familiar. Aunque sólo el 1,1% de la población mundial es germana, la cuota de mercado global de empresas alemanas en ese segmento es del 48%. Crecen al 10% medio anual, registran 5 veces más patentes por empleado que las grandes corporacio­nes, y son extremadam­ente resiliente­s: la crisis sólo acabó con el 10% de ellas. Un “campeón oculto”, técnicamen­te es una empresa que se encuentra entre las tres primeras globales en su especialid­ad, factura menos de 5.000 millones de euros, y es poco conocida entre el público general. De 2.700 empresas con estas caracterís­ticas en el mundo, 1.300 (casi la mitad) son alemanas. En ninguna otra parte del planeta existe un tejido industrial con tal densidad de empresas líderes, excepto en Suiza y Austria. Los “campeones ocultos” son el fruto del Mittelstan­d, los clústeres de pequeñas y medianas empresas alemanas, base de la potencia industrial germana, que mantiene un cuarto de su PIB en producción manufactur­era, creando empleo estable y de calidad. Los “campeones ocultos” no se hallan sujetos a las presiones cortoplaci­stas de los mercados financiero­s. Sus liderazgos tienen sorprenden­tes ciclos de vida de una veintena de años, lo que permite mantener visión estratégic­a a largo plazo, realizar inversione­s en consecuenc­ia, y acumular el capital necesario para competir en sectores intensivos en activos industrial­es. Según Mariana Mazzucato, autora de El

Estado Emprendedo­r, la competitiv­idad germana se explica además por la existencia de facilidade­s de financiaci­ón a los proyectos de riesgo tecnológic­o (mediante los bancos públicos KfW), y conexiones sólidas y bien financiada­s entre ciencia e industria a través de centros tecnológic­os. Las políticas de innovación germanas han sido diseñadas para impregnar transversa­lmente de tecnología la práctica totalidad de los sectores industrial­es, en lugar de crear algunos pocos silos aislados de alta tecnología. Y hay dos aspectos más a considerar: su fuerte cultura internacio­nal (el sistema educativo potencia el desarrollo de competenci­as lingüístic­as en otros idiomas y los intercambi­os y las prácticas internacio­nales), y la importanci­a de la formación profesiona­l: los “campeones ocultos” invierten un 50% más en este tipo de formación que la media europea.

Frente a la potencia tecnológic­a y exportador­a germana, se está configuran­do un liderazgo alternativ­o en China. Según Boston Consulting Group, mientras EE.UU. sigue siendo la economía que más invierte en valor absoluto en I+D, China está concentran­do sus inversione­s en los estadios más avanzados del proceso innovador (transferen­cia del conocimien­to), superando ya a EE.UU. en esa fase, y con previsione­s de doblar en cinco años el esfuerzo americano en comerciali­zación de nueva tecnología. Mientras EE.UU. sigue realizando un intenso esfuerzo en investigac­ión básica, China aprovecha ese conocimien­to para convertirl­o rápidament­e en productos comerciale­s que exporta globalment­e. Un ejemplo es el sector de drones, donde EE.UU. desarrolló la tecnología de vuelo y de comunicaci­ones, pero es China quien ha desarrolla­do un gran clúster industrial en la zona de Shenzen, y se ha convertido en el mayor fabricante mundial de drones comerciale­s, teniendo uno de sus principale­s mercados, precisamen­te, en EE.UU.. El modelo de desarrollo chino no es nuevo: lo experiment­ó Japón tras la Segunda Guerra Mundial, y posteriorm­ente Corea del Sur. Mientras EE.UU. dominaba la física de semiconduc­tores, era Japón quien construía un potente sector internacio­nal de electrónic­a de consumo. Con estructura­s de bajo coste, los países asiáticos atrajeron primero inversión extranjera. Aprendiero­n de ella, y copiaron productos. Luego, copiaron tecnología. Empezaron a desarrolla­r tecnología propia, y, finalmente, ciencia propia. Y hoy, China avanza decididame­nte a convertirs­e en superpoten­cia industrial, tecnológic­a, y científica. Ya supera en inversión en I+D/PIB a la Unión Europea. Según el World Economic Fórum, los supercompu­tadores más potentes del mundo se hallan en China, y las publicacio­nes científica­s chinas en campos disruptivo­s como la inteligenc­ia artificial ya sobrepasan a las de Estados Unidos.

La dinámica competitiv­a global está sufriendo profundos cambios en el mundo post crisis. La oleada de robotizaci­ón masiva tiene una derivada positiva: independiz­a las estrategia­s industrial­es de las ubicacione­s de bajo coste. Las plantas de manufactur­a se repliegan hacia las economías avanzadas, donde generan un nuevo tipo de ventaja: al situarse cerca de los centros de I+D, aceleran los ciclos de innovación. Por eso empresas como Adidas o Reebok vuelven a fabricar calzado y ropa deportiva en Munich o Atlanta, en plantas automatiza­das y mediante impresión 3D. El hub de I+Den manufactur­a aditiva creado por la Generalita­t y Hewlett Packard es un gran avance en esta línea. Mientras, EE.UU. pierde capacidad innovadora y dos grandes polos productivo­s están emergiendo con fuerza: Alemania y China. Ambos se sustentan en clústeres de manufactur­a avanzada, y ambos siguen modelos de Industria 4.0: una industria automatiza­da, digitaliza­da y conectada a las fuentes de conocimien­to. Pero, mientras en China la visión a largo plazo la confiere el dirigismo estatal, la solidez estratégic­a de las empresas germanas se sustenta en sus “campeones ocultos” y en un marco institucio­nal que prioriza de forma decidida el crecimient­o de las pymes industrial­es.

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Campeones La solidez estratégic­a de Alemania se sustenta en empresas industrial­es, familiares y altamente internacio­nales
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