Las nuevas tecnologías impulsan la urbanización
lona en los años sesenta. Ahora esto no es así”, explica Clos.
Losmayorescambiosdelaurbanización acelerada, sin embargo, los están sufriendo los países en vías de desarrollo, ya que “Europa se urbanizó en el siglo XX y ya tiene el 75% de la población viviendo en ciudades, y de manera similar Estados Unidos, que tiene el 82%” señala Antonio López Gay investigador del Centro de Estudios Demográficos de la UAB. Este crecimiento urbano, recuerda, se vio impulsado inicialmente por las migraciones del campo a la ciudad y más recientemente por la migración internacional.
“Ladicotomía campo-ciudad no es nueva, ylas diferencias entre estas dos comunidades tampoco son tantas como hace décadas - añade López Gay- porque el mundo rural ya noestá aislado y sus habitantes viajan a menudo a la ciudad”. A su juicio las grandes diferencias son demográficas. “La ciudad atrae a los jóvenes, y especialmente a los más formados, desde hace décadas, por lo que las zonas rurales se han ido despoblando y envejeciendo”. El campo se queda con una población menos cualificada (el 17% de los adultos jóvenes en las pequeñas localidades tienen estudios universitarios frente al 35% en las que tienen más de 100.000 habitantes). “Los habitantes de la ciudad, por ello, son más jóvenes, a menudo viven en hogares no tradicionales (monoparentales, reconstituidos, en pisos compartidos,..) y tienen experiencias personales ofamiliares de emigración, muchos son de otras etnias, por lo que son más propensos también a viajar y tienen además una visión menos local”. Con todo, recuerda López Gay, integrar esta diversidad también es un reto: evitar la segregación urbana.
Porque no toda la ciudad es rica: especialmente en las de los países en desarrollo, pero también en las banlieues de París o Bruselas viven millones de personas pobres, sin empleo o con empleos de bajo valor añadido. Y también hay un campo rico. “Las zonas de agricultura subvencionada en Estados Unidos y Europa, muy mecanizadas e innovadoras, son ricas” recuerda Clos, aunque conviven con otras zonas empobrecidas, de viejas industrias en declive. “El Nobel de Economía, Angus Deaton habla de las muertes de desesperación de las comunidades blancas poco educadas de Estados Unidos, un fenómeno que nos ha sorprendido a todos y que explica mucho del apoyo popular a Trump”, señala. El malestar rural nosólo es político, ni se limita a Estados Unidos: en Gran Bretaña el National Health Service ha podi- dodibujarlo conunmapadelasrecetas de antidepresivos.
Las ciudades, propiamente consideradas, también están cambiando. En los centros urbanos hay barrios que crecen, y se disparan deprecio, yotros quesemarginalizan. Las ciudades, además, con su alta densidad de población, también pierden atractivo para las nuevas clases medias, que añoran un entorno más natural en medio del cemento: se extiende la ciudad difusa, los barrios residenciales, La Moraleja en Madrid, Sant Cugat en Barcelona, o los pueblos pequeños alrededor de las grandes ciudades de Suiza. “La dinámica urbanística está cambiando y es más compleja”, señala Clos.
En las ciudades conviven los nuevos ricos con millones de pobres en barrios marginales Hay un campo rico, con una agricultura mecanizada y subvencionada, y otro enfermo de malestar