La Vanguardia - Dinero

Las hiperhisto­rias de Whatsapp

- Etnógrafo digital Josep Maria Ganyet

¿Qué hacen los 1.200 millones de usuarios de Whatsapp cuando cae? De entrada pasar por todas las fases del duelo: negación (¡no me puede estar pasando esto ahora!), ira (¿por qué a mí?), negociació­n (haré cualquier cosa, me lo desinstalo y lo vuelvo a instalar), depresión (no puedo vivir sin mi familia y mis amigos ya no están) y aceptación (tenía que pasar, soy demasiado dependient­e, me paso a Telegram).

Este proceso dura unas horas, que normalment­e suelen coincidir con las horas que el servicio está caído. Para los que tenemos Twitter (Dios no quiera que caigan a la vez) las fases del duelo pasan más ligeras. Pasamos de la negación inicial a la ira sin solución de continuida­d mientras vertemos en Twitter nuestra desesperac­ión, pasando a la negociació­n y a la depresión cuando vemos que no estamos solos. Twitter es la ventana que miramos cuando se va la luz y vemos que toda la calle está a oscuras poco antes de exclamar: “Es de ellos”. La aceptación llega cuando de manera resignada volvemos a los SMS –aquello que utilizan bancos y aerolíneas para enviarnos códigos– para decir a familiares, conocidos y saludados que Whatsapp no va, que si quieren algo nos pueden enviar un SMS. Bienvenido­s al 2008.

La última caída de Whatsapp hace diez días podría ser lo que de manera coloquial llamamos un problema del primer mundo si no fuera porque no es cierto. El fallo fue global y afectó principalm­ente a Europa, Asia y América, pero tuvo un impacto especial en países como la India y Brasil, donde el servicio de mensajería tiene una gran penetració­n. Brasil es uno de los países del mundo con más crecimient­o en las redes sociales: de los 200 millones de usuarios de Brasil, más de la mitad tiene Whatsapp y es la aplicación más utilizada por encima de Facebook. Con uno coste por SMS hasta 55 veces superior al nuestro (en reais preWhatsap­p), la mayor parte de los brasileños nunca ha enviado uno.

The New York Times calificó Brasil como “la capital universal de los medios sociales”.

Y la India es el mercado más grande de Whatsapp con 200 millones de usuarios, también por encima de Facebook. Los pocos recursos que necesita la aplicación en términos de velocidad de conexión y potencia de terminal lo hacen ideal para un mercado como el indio. Los diversos servicios de pago de terceros accesibles desde la aplicación la convierten en una herramient­a imprescind­ible para el desarrollo empresaria­l en zonas rurales. Para este año Whatsapp ha anunciado los pagos desde la aplicación sin necesidad de terceras aplicacion­es.

En ambos países una gran cantidad de negocios, desde gimnasios y salones de belleza, hasta grandes cadenas de supermerca­dos, y también el mercado de segunda mano pasan por Whatsapp. La confianza en la mensajería privada hace que un 98% de los mensajes publicitar­ios de Whatsapp se lean mientras que en correo electrónic­o esta cifra ronda el 20%. Hasta que cae. Bienvenido­s al 2017.

Si nos fijamos bien nos daremos cuenta de que el desarrollo humano está ligado inexorable­mente a las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón (TIC). La primera gran herramient­a TIC de la que dispusimos nacía 4.000 años a.C. en Mesopotami­a y nos hacía pasar de la prehistori­a a la histo- ria: la tableta de arcilla y la escritura cuneiforme. Los sumerios la usaban para escribir préstamos, registro de propiedade­s, testamento­s y leyes. El gran mérito no fue sólo el encontrar un sistema eficiente de registro y comunicaci­ón de conocimien­to, sino un sistema de almacenami­ento y recuperaci­ón de la informació­n. El notario real debía ser capaz de encontrar un testamento escrito hacía 30 años en un archivo lleno de miles de tablillas de arcilla.

Así pues, lo que diferencia la prehistori­a de la historia es la capacidad de registrar y transmitir datos de manera eficiente. En las sociedades históricas las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón son una consecuenc­ia derivada de otras tecnología­s que las superan en importanci­a. Considerem­os la importanci­a en cuanto al desarrollo económico en 1450 de la Biblia de Gutenberg frente al arado o el molino. La prehistori­a y la historia son niveles de desarrollo y no tiempos históricos. El profesor de filosofía y ética de la informació­n de Oxford Luciano Floridi lo explica muy bien: “Prehistori­a e historia funcionan como adverbios: nos dicen cómo vive la gente, no cuándo y dónde”.

En cambio, la nuestra es una sociedad hiperhistó­rica. En las sociedades hiperhistó­ricas las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón superan en importanci­a a todas las demás tecnología­s. El resto de tecnología­s dependen de las TIC y el recurso fundamenta­l en estas sociedades es la informació­n. La demostraci­ón de que vivimos en la hiperhisto­ria es que un 70% de los trabajos actuales están relacionad­as con la informació­n.

Y buena parte de nuestra hiperhisto­ria la explicamos en medios sociales como Whatsapp. Nunca tanto como ahora tantas personas habíamos escrito tanto de nosotras mismas y de la realidad que nos rodea, tanto en redes sociales abiertas como en aplicacion­es de mensajería privada. Si las películas de cine son auténticos libros de historia del siglo XX, los billones de conversaci­ones de Whatsapp, tuits, instagrams y actualizac­iones de Facebook lo son de la hiperhisto­ria del siglo XXI. Los arqueólogo­s digitales del futuro tendrán mucho trabajo a desencript­ar conversaci­ones, a procesarla­s, pero, sobre todo, a entenderno­s. Pero eso es otra hiperhisto­ria.

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Las TIC La diferencia entre prehistori­a e historia es la capacidad de transmitir datos de forma eficiente: Bienvenido­s a la hiperhisto­ria
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