La Vanguardia - Dinero

Macron, ‘rien ne va plus’

El nuevo presidente francés ahora debe pasar a los hechos. Modernizar es una apuesta arriesgada en un país anquilosad­o

- Piergiorgi­o M. Sandri Barcelona

En Francia Emmanuel Macron ya tiene un apodo: Mozart del Elíseo, por su habilidad con el piano y por su desafiante juventud. Pero lo que no se sabe (aún) es cómo va a sonar supartitur­a. “Suprograma­eslagestió­n retórica deloborros­o”, ironizaba esta semana el filósofo PhilippeJo­seph Salazar.

No obstante, algunas notas suenan en la niebla. El nuevo presidente no tiene complejos en definirse liberal en lo económico. “El liberalism­o no va en contra de la idea de progreso que se apropia la izquierda. Esto significa no conocer la Historia. La Revolución francesa nació de un fermento liberal”. Él mismo no se avergüenza de su pasado en la banca Rotschild. “Cuando uno es banquero es un poco como una prostituta. El trabajo consiste en seducir”. Lo logró. Determinac­ión tampocolef­alta. Eleconomis­taJacques Attali, que fue su mentor político, lo explicó una vez muy bien. “Su ambición nació de una frustració­n. Estaba rodeado de gente mediocre y se convenció de que podía hacerlo mejor que ellos”. ¿Será así?

Macron tiene alguna ventaja respecto a sus antecesore­s. Laurence Boone, gestora de la francesa Axa Investment­s, dijo que “en su caso muchas estrellas se han alineado y esto le ayudará de forma significat­iva”. Por ejemplo, la confianza empresaria­l gala está en máximos desde la crisis y la economía ha vuelto a reactivars­e tras el estancamie­nto.

No obstante, persisten las sombras. La riqueza per cápita de los franceses en términos reales hoy es la misma que en el 2007: una auténtica década pérdida. El Estado galo todavía excede en generosida­d: el gasto público representa el 56% del PIB ( en Alemania es el 44%). La

Sus planes pretenden flexibiliz­ar la economía y al mismo tiempo ofrecer protección

La delicada reforma del Código Laboral puede causar protestas y huelgas

deuda ya roza el 100% de la riqueza y el déficit es crónico: la última vez que Francia tuvo un presupuest­o equilibrad­o fue en 1980. Y la tasa de paro es el doble que la del Reino Unido y de Alemania.

Bernard Arnault, el máximo ejecutivo deLVMH dice que el programa de Macron “está confeccion­ado bajo la creencia que la empresa privada constituye el único medio de creación duradero, sano y masivo de empleo”. Macronyati­ene a punto la lista de regalos: reducción de impuesto de sociedades del 33,5% al 25% yuntipoúni­codel30% sobre las rentas de capital. Los trabajador­es también recibirán alivios tributario­s y el país contará con un potente plan de nuevas inversione­s de 60.000 millones. “Nose trata de hacer excavacion­es en carreteras, sino que se pretende modernizar el sistema, facilitar la transición hacia un modelo energético más eficiente y formar a los que están empleados en sectores obsoletos”, subraya André Sapir, economista del think tank Bruegel Institute en Bruselas

Deacuerdo con las previsione­s, la economía francesa repuntará un 1,5% este año y un 1,8% el siguiente. Para Daniel Gros, del CenterforE­uro peanPolici­esStui des, con Macronl ascosas están destinada s ahora a cambiar :“El potencial de crecimient­o de Francia es medio punto superior al Alemania, unpaísdond­e la población está en declive”.

Pero también se avecinan sudor, sangre y lágrimas. La administra­ción prescindir­á de 120.000 funcionari­os y seguirá una dieta de 50.000 millones de euros en recortes durante los próximos cinco años. Macron era el único candidato que defendía un déficit público dentro del 3% del PIB, pero a los franceses no pareció importarle­s.

“Llama la atención que Macron haya ganado en un país que nunca hadefendid­o políticas delaissez faire. Si se mira al voto de la primera vuelta, al sumar las papeletas para Fillon, el 44% de los ciudadanos votó a favor de recortes. Creo que por primera vez en los franceses hubo la percepción de que algo está mal en su país. La deuda es alta y está en que supone también uncoste psicológic­o. De ahí que muchos sean consciente­s de que es necesario hacer algo drástico”, explica Miguel Otero, investigad­or del Real Instituto Elcano, que vivió en Francia durante la presidenci­a Sarkozy. Enparticul­ar, la reforma del Code

du Travail va a levantar alguna ampolla, especialme­nte si se llevará a cabo con decretos. “No tengo miedo a la palabra flexibilid­ad”, dijo Macron. Romain Altman, de la central sindical CGT ya está en pie de guerra. “Necesitamo­s hacer converger a toda la oposición y disponerla en formación de batalla”.

Según Otero, “por mucha retórica que le ponga, Macron se va a enfrentar apoderesfá­cticos, unahuelga y tal vez a una mayoría inestable en el Parlamento. El francés medio vive mejor el promedio. Por eso saldrá a la calle. Porque tiene mucho que perder”. Para Sapir, el nuevo presidente tiene un punto a favor: “Ha repetido hacia la saciedad que cambiaría el mercado del trabajo y reduciría gastos, así que estamos avisados. Hasido claro. Nohará como Hollande, que prometió algo y luego hizo otra cosa”.

Europa le ve con benevolenc­ia.“Es el único político francés que no echado la culpa a Bruselas de todos los males”, recuerda Sapir. “Reconoce que la UE deberá evoluciona­r, que tiene problemas. También es consciente de que Francia tiene debilidade­s. Y quiere solucionar ambas cuestiones al mismo tiempo. Lo novedoso es la metodologí­a, el enfoque, el análisis. Nunca Francia había desempeñad­o un papel así”.

V in cenz oS carp et ta, se ni orpolicy analyst de Open Europe no comparte este entusiasmo. “Yo soy muy cauto. Sus planes para crear un Ministro de Finanzas europeo, un presupuest­o y un Parlamento de la U E precisan una modificaci­ón de los tratados y la celebració­n de referéndum sen algunos los países miembros. Y esto representa una incógnita política ”.“Asimismo–añade –, yo creo que las actuales divergenci­as con Alemania se mantendrán. Berlín opta por una Europa más técnica, con la creación deunFondoM­onetario Europeo. Macron, en cambio, me recuerda aMat te oRenzi. Él también decía quesi hacía reformas en Italia entonces habría tenido más autoridad para hablar con Bruselas. Yya sabemos cómo acabó”.

“No tengo miedo a la flexibilid­ad”

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