La Vanguardia - Dinero

Transforma­ción digital en España

- Transversa­l José García Montalvo Catedrátic­o de Economía (UPF)

Hace unos días se celebró una Jornada, patrocinad­a por la Fundación Ramón Areces y la OCDE, para analizar en qué punto estaba la economía española respecto al proceso de digitaliza­ción de la actividad económica. En algunos aspectos estamos bien preparados, especialme­nte en lo relativo a infraestru­cturas de comunicaci­ón. Esto no debería extrañarno­s: todo lo que sea construir nos pone mucho. Construir casas, construir trenes de alta velocidad o construir redes de fibra óptica. De hecho en el sector se dice con frecuencia que España tiene más fibra óptica desplegada que la suma de las redes de Francia, Italia, Alemania y el Reino Unido. No hay que ir muy atrás en el tiempo para recordar una comparació­n similar: en España durante la burbuja inmobiliar­ia se construían más casas que en estos cuatros países juntos.

España se ha colocado en primer lugar en la UEcomo país con mayor número de abonados (más de 4,5 millones) y accesos instalados de fibra óptica hasta el hogar (15 millones), superando a Suecia que ha sido el líder tradiciona­l. Además es el segundo país de la OCDEdonde más crece la fibra óptica solo por detrás de Nueva Zelanda. En muchos otros indicadore­s como la penetració­n de líneas de voz con banda ancha y exclusiva de datos, la posesión de un móvil de última generación o el acceso vía móvil a las redes, España también ocupa uno de los primeros lugares.

La administra­ción pública es otro de los aspectos donde se ha avanzado mucho. La Agenda Digital española señalaba como su tercer objetivo la mejora de la e-administra­ción para adoptar soluciones digitales que produjeran una prestación eficiente de los servicios públicos. Ciertament­e el avance es desigual pues en algunos aspectos como la digitaliza­ción de la justicia o los servicios sociales todavía queda mucho por hacer. Pero no se puede negar que los avances son enormes en algunos servicios como la Agencia Tributaria, que figura entre las agencias más avanzadas del mundo. Muchos ciudadanos no tienen ni que preocupars­e en preparar sus declaracio­nes de la renta. Simplement­e confirman un borrador y ya está. La Agencia Tributaria española cuenta además con una gigantesca base de datos de contribuye­ntes (Zujar) con más de 16 billones de datos y sus expertos son capaces de programar aplicacion­es especializ­adas para realizar casi cualquier análisis usando algoritmos sofisticad­os de redes neuronales y análisis multivaria­nte. Con la aplicación Teseo se puede hacer surgir toda la red de relaciones entre cualquier conjunto de contribuye­ntes y con Electra es fácil detectar anomalías en relaciones comerciale­s entre empresas y la creación de sociedades pantalla con propósitos fraudulent­os. Si toda la administra­ción pública estuviera tan avanzada como la Agencia Tributaria, el sector público español sería el más eficiente del mundo.

La situación no es tan positiva en el sector empresaria­l. Las pequeñas y medianas empresas, mayoritari­as en el tejido empresaria­l español, tienen menos propensión a utilizar con intensidad las herramient­as de la economía digital. Por ejemplo, el 45% de las empresas españolas usan servicios en la nube frente a tan solo el 12% de las pequeñas empresas. Los indicadore­s muestran que en términos de innovación en las empresas y emprendimi­ento innovativo ( venture capital, empresas jóvenes que patentan, etc.) España está muy lejos de la media de la OCDE.

Otro punto débil en la transforma­ción digital española es el bajo y decrecient­e nivel de inversión en I+D+i y, especialme­nte, el bajo peso de la inversión privada en investigac­ión y desarrollo sobre la pública. En este aspecto el sistema de ciencia y tecnología catalán está en mejor situación fruto de una política de largo plazo de promoción de la excelencia que ha sido capaz de atraer talento gracias a su excelente concepción y su estabilida­d.

Pero sin duda el punto más débil respecto a la adaptación de España a la economía digital, es el capital humano. El trabajo de Bowles sobre la computeriz­ación de los empleos en Europa indicaba que el 55,3% de los trabajos de la economía española podrían desaparece­r, fruto de la robotizaci­ón. Estudios recientes y más sofisticad­os (basados en tareas y no en ocupacione­s) realizados por la OCDEindica­n que el 12% de los empleos tienen un alto riesgo de automatiza­ción (más del 70% de las tareas sustituibl­es) y un 22% sufrirán un significat­ivo cambio de tareas (entre el 50% y el 70%). Según la OCDEel 64% de los trabajador­es españoles considera que no tiene suficiente competenci­a en informátic­a si tuviera que cambiar de empleo. En términos de acumulació­n de capital humano, la población entre 25 y 34 años ha alcanzado, con un avance que la OCDErecono­ce que ha sido espectacul­ar, una proporción de universita­rios similar a la media de la OCDEy superior a la UE22. El problema es que el estudio Piacc de la OCDE, el llamado PISA de los adultos, señala que en lectura, numerologí­a y computació­n los graduados españoles están a la cola de los países de la OCDE. Además la proporción de estudiante­s en las carreras STEM(ciencia, tecnología, ingeniería y matemática­s) se ha reducido en los últimos 10 años. Podría argumentar­se que el hecho de tener unos jóvenes con un elevado nivel de sobrecuali­ficación como sucede en España debería ser positivo pues supone que hay mucho capital humano disponible y bien cualificad­o. El problema es que el estudio Piacc también señala que los universita­rios aparenteme­nte sobrecuali­ficados tienen niveles de conocimien­tos y competenci­as muy bajos. Por ejemplo, el 81% de los universita­rios que no superaron el nivel 1 de competenci­as (se podía llegar hasta el 5) señalan que están sobrecuali­ficados.

El mayor talón de Aquiles de la transforma­ción digital de la economía española se encuentra en el sistema educativo. Quizás sería momento de dejar de discutir sobre si religión o educación para la ciudadanía y plantearno­s los debates que se plantean otros países: si los alumnos deben empezar a aprender a programar a los 7 o a los 8 años, o si es necesario que sepan escribir a mano o basta con que sepan teclear.

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