La soledad de los rectores
Hace unos días, los rectores de las tres mayores universidades catalanas (UB, UAByUPC) convocaban a los medios de comunicación para denunciar la falta de financiación a que estas están sujetas por parte de la Generalitat.
Concretamente, los rectores pedían que, a corto plazo, los 700 millones que la Generalitat ha presupuestado deberían volver a ser los 1.000 millones que eran antes de los recortes y que, a medio plazo, deberían doblarse, o sea, llegar a los 1.400 millones. Así pues, los rectores están hablando de unos cuantos cientos de millones de euros, lo que justifica que nos preguntemos si sus demandas son de interés público.
Para justificar su reivindicación, los rectores comparaban los ingresos de las universidades públicas por estudiante en algunos países europeos, cifras que oscilaban entre 12.500 euros/estudiante en Finlandia y 18.800 en Suecia. La cifra catalana es tan solo de 6.354.
Ahora bien, el ciudadano puede pensar que el argumento no es convincente, dado que hay que tener en cuenta el nivel de vida relativo y dado que la cifra catalana podría ser consecuencia de que en Catalunya demasiada gente estudie en la universidad. Empezamos por lo segundo: ¿van demasiados catalanes a la universidad?
No. Aunque en Catalunya son muchos los jóvenes que van a la universidad, la proporción no es excesiva. La Unión Europea establece como objetivo para construir una economía competitiva que como mínimo un 40% de los jóvenes alcancen una titulación universitaria. En Catalunya, un 43% de los jóvenes de entre 30 y 34 años tienen un grado universitario. Es cierto que esta proporción es más baja en Alemania (33%), pero esto se debe a la apuesta de aquel país por una FP muy potente y muy prestigiosa, y por una universidad más restrictiva. En cambio, en Francia, en Dinamarca, en Holanda... la proporción es más alta que en Catalunya.
Consideremos ahora el esfuerzo en relación con el nivel de vida. La Unión Europea también recomienda que las administraciones públicas dediquen a la universidad un 2% del PIB. Pocos países llegan a esta proporción, pero muchos se acercan (Suecia 1,9%, Austria 1,8%...). España dedica menos del 1%. Suponiendo que la cifra catalana sea esta y que sólo pretendiéramos llegar al 1,3%, la aportación pública a la universidad catalana debería aumentar en los 700 millones que los rectores piden no inmediatamente, sino a medio plazo.
En conclusión, los rectores no están pidiendo ninguna barbaridad. Otra cosa es que la Generalitat disponga de capacidad financiera para satisfacer esas necesidades. Implícitamente, los rectores están pidiendo que desviemos recursos de otros programas de la Generalitat a la enseñanza superior, y esto nos lleva al tema de las prioridades. ¿Hasta qué punto es importante dedicar más recursos a la universidad catalana?
Todo depende de la clase de sociedad que pretendamos construir. Amenudo oímos hablar de ser competitivos a base de moderación salarial. Se trata de un absurdo. Un país competitivo (Suiza, Suecia...) no es un país que paga salarios bajos, sino un país que puede pagar salarios altos. Ahora bien, sólo es posible pagar salarios altos si se dispone de un sector productivo capaz de producir más y mejor que los países que pagan salarios bajos, y como todos los países disponen de acceso al capital y a la tecnología, la única manera de hacerlo es a base de innovación permanente, y no hay ningún país del mundo que sea innovador, y por lo tanto competitivo, sin una universidad y una investigación pública potentes. Yuna universidad y una investigación pública potentes exigen, entre otras cosas, dedicar bastante más dinero que el que nosotros estamos dedicando.
El sistema de investigación catalán –integrado fundamentalmente por las universidades públicas– ha logrado un milagro, que ha sido convertir Catalunya en uno de los polos más productivos científicamente de Europa, y haberlo hecho con muy poco dinero. Efectivamente, Catalunya, que tiene un 1,2% de la población europea, realiza un 3% de su producción científica.
Esto ha hecho que en Catalunya haya en este momento una ebullición de proyectos empresariales vinculados a la innovación, y que se haya creado un mercado de capitales especializado en la inversión en
start-ups tecnológicas. Se trata de una realidad que hace veinte años resultaba inimaginable.
Ahora bien, en el mundo real, los milagros tienen sus límites. Límites temporales: el esfuerzo que se ha hecho es insostenible, y lo que los rectores nos están diciendo es que la universidad catalana da muestras de decadencia por puro envejecimiento de su fuerza laboral. Límites de eficacia: Catalunya es muy productiva científicamente, pero esta ciencia se transfiere poco a la sociedad y, por tanto, tiene un impacto mucho menor que el que podría tener. En buena parte esto se debe a que la ciencia catalana se basa en convocatorias que efectúan la Unión Europea y el Estado español y que financian eso, investigación. La transferencia de esa ciencia a los sectores productivos catalanes exigiría que la Generalitat pusiera unas pocas decenas de millones de euros cada año... que tampoco están.
Falta dinero para consolidar una pieza fundamental de la prosperidad futura, y ponerlos exige sacrificar algún programa del presente.
Es fácil acusar al gobernante de turno de preocuparse sólo por el corto plazo y menospreciar todo lo que esté más allá de las próximas elecciones. Ahora bien, los rectores están demasiado solos. Hemos oído muchas veces a las patronales hacer reivindicaciones en materia fiscal y en materia laboral, pero ¿por qué nunca oímos que defiendan unos recursos que, fundamentalmente, están destinados a apuntalar la competitividad futura de las empresas catalanas?
Eficacia limitada Catalunya es muy productiva científicamente, pero su ciencia llega poco a la sociedad y su impacto es menor del que podría ser