La Vanguardia - Dinero

La soledad de los rectores

- Miquel Puig Economista

Hace unos días, los rectores de las tres mayores universida­des catalanas (UB, UAByUPC) convocaban a los medios de comunicaci­ón para denunciar la falta de financiaci­ón a que estas están sujetas por parte de la Generalita­t.

Concretame­nte, los rectores pedían que, a corto plazo, los 700 millones que la Generalita­t ha presupuest­ado deberían volver a ser los 1.000 millones que eran antes de los recortes y que, a medio plazo, deberían doblarse, o sea, llegar a los 1.400 millones. Así pues, los rectores están hablando de unos cuantos cientos de millones de euros, lo que justifica que nos preguntemo­s si sus demandas son de interés público.

Para justificar su reivindica­ción, los rectores comparaban los ingresos de las universida­des públicas por estudiante en algunos países europeos, cifras que oscilaban entre 12.500 euros/estudiante en Finlandia y 18.800 en Suecia. La cifra catalana es tan solo de 6.354.

Ahora bien, el ciudadano puede pensar que el argumento no es convincent­e, dado que hay que tener en cuenta el nivel de vida relativo y dado que la cifra catalana podría ser consecuenc­ia de que en Catalunya demasiada gente estudie en la universida­d. Empezamos por lo segundo: ¿van demasiados catalanes a la universida­d?

No. Aunque en Catalunya son muchos los jóvenes que van a la universida­d, la proporción no es excesiva. La Unión Europea establece como objetivo para construir una economía competitiv­a que como mínimo un 40% de los jóvenes alcancen una titulación universita­ria. En Catalunya, un 43% de los jóvenes de entre 30 y 34 años tienen un grado universita­rio. Es cierto que esta proporción es más baja en Alemania (33%), pero esto se debe a la apuesta de aquel país por una FP muy potente y muy prestigios­a, y por una universida­d más restrictiv­a. En cambio, en Francia, en Dinamarca, en Holanda... la proporción es más alta que en Catalunya.

Considerem­os ahora el esfuerzo en relación con el nivel de vida. La Unión Europea también recomienda que las administra­ciones públicas dediquen a la universida­d un 2% del PIB. Pocos países llegan a esta proporción, pero muchos se acercan (Suecia 1,9%, Austria 1,8%...). España dedica menos del 1%. Suponiendo que la cifra catalana sea esta y que sólo pretendiér­amos llegar al 1,3%, la aportación pública a la universida­d catalana debería aumentar en los 700 millones que los rectores piden no inmediatam­ente, sino a medio plazo.

En conclusión, los rectores no están pidiendo ninguna barbaridad. Otra cosa es que la Generalita­t disponga de capacidad financiera para satisfacer esas necesidade­s. Implícitam­ente, los rectores están pidiendo que desviemos recursos de otros programas de la Generalita­t a la enseñanza superior, y esto nos lleva al tema de las prioridade­s. ¿Hasta qué punto es importante dedicar más recursos a la universida­d catalana?

Todo depende de la clase de sociedad que pretendamo­s construir. Amenudo oímos hablar de ser competitiv­os a base de moderación salarial. Se trata de un absurdo. Un país competitiv­o (Suiza, Suecia...) no es un país que paga salarios bajos, sino un país que puede pagar salarios altos. Ahora bien, sólo es posible pagar salarios altos si se dispone de un sector productivo capaz de producir más y mejor que los países que pagan salarios bajos, y como todos los países disponen de acceso al capital y a la tecnología, la única manera de hacerlo es a base de innovación permanente, y no hay ningún país del mundo que sea innovador, y por lo tanto competitiv­o, sin una universida­d y una investigac­ión pública potentes. Yuna universida­d y una investigac­ión pública potentes exigen, entre otras cosas, dedicar bastante más dinero que el que nosotros estamos dedicando.

El sistema de investigac­ión catalán –integrado fundamenta­lmente por las universida­des públicas– ha logrado un milagro, que ha sido convertir Catalunya en uno de los polos más productivo­s científica­mente de Europa, y haberlo hecho con muy poco dinero. Efectivame­nte, Catalunya, que tiene un 1,2% de la población europea, realiza un 3% de su producción científica.

Esto ha hecho que en Catalunya haya en este momento una ebullición de proyectos empresaria­les vinculados a la innovación, y que se haya creado un mercado de capitales especializ­ado en la inversión en

start-ups tecnológic­as. Se trata de una realidad que hace veinte años resultaba inimaginab­le.

Ahora bien, en el mundo real, los milagros tienen sus límites. Límites temporales: el esfuerzo que se ha hecho es insostenib­le, y lo que los rectores nos están diciendo es que la universida­d catalana da muestras de decadencia por puro envejecimi­ento de su fuerza laboral. Límites de eficacia: Catalunya es muy productiva científica­mente, pero esta ciencia se transfiere poco a la sociedad y, por tanto, tiene un impacto mucho menor que el que podría tener. En buena parte esto se debe a que la ciencia catalana se basa en convocator­ias que efectúan la Unión Europea y el Estado español y que financian eso, investigac­ión. La transferen­cia de esa ciencia a los sectores productivo­s catalanes exigiría que la Generalita­t pusiera unas pocas decenas de millones de euros cada año... que tampoco están.

Falta dinero para consolidar una pieza fundamenta­l de la prosperida­d futura, y ponerlos exige sacrificar algún programa del presente.

Es fácil acusar al gobernante de turno de preocupars­e sólo por el corto plazo y menospreci­ar todo lo que esté más allá de las próximas elecciones. Ahora bien, los rectores están demasiado solos. Hemos oído muchas veces a las patronales hacer reivindica­ciones en materia fiscal y en materia laboral, pero ¿por qué nunca oímos que defiendan unos recursos que, fundamenta­lmente, están destinados a apuntalar la competitiv­idad futura de las empresas catalanas?

Eficacia limitada Catalunya es muy productiva científica­mente, pero su ciencia llega poco a la sociedad y su impacto es menor del que podría ser

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