Transparencia (2)
La reclamación de más transparencia en el mercado internacional del arte que comentábamos la semana pasada llega de muchas partes del sector, y sus beneficios son vistos no solo como una forma de alinearse con la ética de los nuevos tiempos sino también como una manera de atraer a más coleccionistas e inversores hacia un mercado cuya opacidad le resta atractivo.
Algo se está haciendo. Los informes sobre cifras globales muestran entretelas y tendencias. Gracias a internet y el big data, hoy son posibles iniciativas abiertas como las webs de cotizaciones de artistas y de precios de obras en subastas que clarifican el lugar de los artistas en el mercado y dificultan conductas poco éticas. Olos registros de obras robadas, que complican su reintroducción ilícita en el mercado. Se intenta hacer desaparecer algu- nas cortinas de humo, como valoraciones engañosas de algunas obras consignadas a galerías (en Estados Unidos eso acaba en los tribunales); saber abiertamente los precios de las compras hechas por instituciones públicas; conocer las facturaciones generales de las ferias de arte (como sucede con las subastas); o evitar conflictos de interés que se dan a menudo a las subastas por no saber quién hay detrás de las alzas cuando se han garantizado los precios. Por no hablar de impedir que las obras se utilicen para evadir impuestos o el blanqueo.
Ante la discusión de sí hace falta una regulación por ley o son los propios agentes los que se tienen que regular (códigos de buenas prácticas), algunos afirman que en este sector no le hacen falta regulaciones sino conocimiento, madurez del mercado y más ética. De otros, como Adam Sheffer, presidente delArt Dealers Association of America, afirmaba contundente estos días en las Conversations de la feria Art Basel: Para pertenecer a nuestra asociación hay que aceptar un código de ética, pero nosotros no controlamos. Confiamos en ellos.”