Recuperar la industria, última oportunidad
Cuando llegó la crisis del 2008 fueron muchos los que echaron en falta poder disponer de un sector industrial fuerte y competitivo en Catalunya, con capacidad de responder con mayor eficacia y solvencia que otros sectores económicos al descenso de la actividad. Se vio que era necesario disponer de un equilibrio entre sectores económicos. Sin embargo, encontrar y atraer industrias tractoras y referentes es extremadamente complejo y difícil debido a la enorme competencia entre regiones, países y administraciones. Si bien no todos los países tienen esta posibilidad, Catalunya no tan solo está bien posicionada, sino que dispone de una historia, infraestructuras y tejido indus- trial, empresarial y social capaz de hacer frente a cualquier proyecto.
Es cierto que no podemos olvidar el peso de los tópicos y la propia historia que acompaña la industria en nuestro país, porque forman parte de una percepción generalizada de un sector enfrentado al medio ambiente, conflictivo en sus relaciones con el entorno y de difícil encaje geográfico en muchos territorios. Pero esa imagen denota un gran desconocimiento de lo que implica la industria actual en nuestro país. Hoy, la industria significa investigación, desarrollo social, innovación, exportación, arraigo en el territorio, y es sinónimo de capacidad de respuesta a los procesos de deslocalización, de retención de empleo y de impulso y mantenimiento de la inversión.
En el centro de Catalunya, tenemos el ejemplo más representativo de lo que puede suponer la transformación y arraigo industrial de nuestro país. El sector minero de la sal y de la potasa encabeza hoy un proyecto industrial único en Europa, basado en la innovación, en la alta tecnología, en el compromiso medioambiental y en la plena sostenibilidad. Un proyecto que genera 4.000 puestos de trabajo, que conlleva una inversión privada ya realizada de cerca de 400 millones de euros y que significa volver a situar a este país en el mapa internacional de los recursos naturales. Ese es el tren que tenemos delante, una industria moderna, comprometida con la economía circular y eficiente.
No creo que sea el momento de debatir, si queremos realmente apostar o no por el sector industrial innovador como fuente de riqueza y como gran motor económico de nuestra economía. Titubear, marear la perdiz y dejar que vayan desapareciendo las pocas iniciativas industriales que persisten es tanto como generar la crónica de una muerte anunciada.
Justo ahora, hace un siglo que este mismo periódico publicaba el titular “el oro de Cataluña” para referirse a la industria de la sal y de la potasa. Esos recursos naturales implican, en el caso de la sal, miles de aplicaciones industriales, y en el caso de la potasa, el abono natural más demandado por la agricultura en el mundo. De esta forma, la multinacional Azko Nobel ya se ha dado cuenta y se ha anticipado a otras multinacionales firmando un acuerdo con la minería del Bages para comercializar toda la sal que se produzca en el municipio de Súria en los próximos treinta años. Ahora solo queda que esa misma visión de futuro se convierta en una actuación concreta y decidida y que haga realidad una oportunidad única e irrepetible.