La Vanguardia - Dinero

La persistenc­ia de las pirámides

Las pensiones son la mayor pirámide de España: la Seguridad Social acumula un déficit de 80.000 millones

- John William Wilkinson Barcelona

De las siete maravillas del mundo antiguo, únicamente perdura la más antigua y más grande de todas, la Gran Pirámide de Guiza. Abundan conjeturas sobre el porqué de su construcci­ón, mas en realidad es un enigma sin resolver. Lo único que se sabe con certeza es que allí sigue, desafiante, monumental.

Los egipcios no eran los únicos constructo­res de pirámides, pues hay otras civilizaci­ones que también invirtiero­n ingente riqueza, tiempo e ingenio en la edificació­n de estos monumentos ideados se diría que sin otro fin que el de desafiar a la muerte.

Envueltas en misterio, por mucho que estén ancladas en el pasado, las pirámides siempre miran hacia el futuro. Son máquinas del tiempo que permiten al alma del faraón rozar la eternidad. Pero tristement­e, a lo largo de la historia, han sido saqueados los tesoros depositado­s junto a las momias reales, y éstas ahora languidece­n en museos.

Las pirámides del mundo moderno también se basan en la fe, ya que siguen siendo un intento de desafiar al futuro. Pero ya no se construyen con piedras sino con los ahorros de codiciosos incautos que, incluso a día de hoy, son tan numerosos como los granos de la arena de Libia, que diría el poeta. Tanto es así que, en el mundo globalizad­o y digitaliza­do, ya no queda nación o pueblo que no cuente con taimados constructo­res de pirámides, sean o no de inspiració­n ponziana. Memoria faraónica Los alemanes aprendiero­n en los años veinte del último siglo que el papel moneda puede convertirs­e en una quimera; dura lección que sus nietos no han olvidado. De las utópicas promesas de la Unión Soviética queda poco más que la momia de Lenin, que estorba más, si cabe, que un jarrón chino. Y ahora nos correspond­e a nosotros preguntarn­os quién se ocupará el día de mañana de la inmensa deuda piramidal acumulada a nivel mundial que, por muchoqueca­mbie de manos, no para de crecer.

Gran parte de la riqueza de la que se ha venido benefician­do Occidente se basa en su afán de comerse el futuro, es decir, el de nuestros hijos, nietos y, muy probableme­nte, bisnietos. Que si el boyante mercado de futuros; que si faraónicas obras que hoy dan votos pero que serán pagados por generacion­es venideras, por mucho que no lleven a ninguna parte; que si las hipotecas subprime, los derivados financiero­s olas burbujas y más burbujas especulati­vas…

¿Y por qué no? Cuánto más desregulad­o esté el mercado, tanto más fácil lo tendrán los estafadore­s. El día que las cosas se tuerzan, empero, los más ingenuos se hundirán, mientras que los más listos de la clase se irán de rositas. A éstos les espera un retiro dorado en algún paraíso fiscal... acaso en Marte.

Aunque pillasen y encarcelas­en a Bernie Madoff antes de que pudiese ser enterrado cual faraón del siglo XXI dentro de una suntuosa tumba, habría que concederle que una de las siete maravillas del mundo globalizad­o es la gran pirámide que él construyó empleando la avaricia de sus víctimas. Hasta Keops quedaría pasmado ante tamaña grandeza: una estafa por valor de 64.000 millones de euros, que además viene con maldición: ya van varios muertos, entre ellos, los dos hijos de Madoff, quien, por su parte, no tardó ni cinco minutos en convertirs­e en el rey (o faraón) del presidio de Butner (Carolina del Norte), donde cumple una condena de siglo y medio, una minucia en su camino hacia la eternidad.

Ya se sabe: en América todo ha de ser más grande. No obstante, cabe reconocer el esfuerzo que se ha hecho en otras latitudes para colocarse entre los grandes constructo­res de pirámides modernas. Sería difícil superar la que se construyó en Albania tras la caída de la dictadura de Hoxha, pero es que siempre hay alguien en algún lugar dispuesto a desvalijar al mayor número posible de primos. Las pirámides, en España Ni que decir tiene que España nunca ha andado escasa de constructo­res de pirámides, como los de Fórum Filatélico y Afinsa, por no hablar de Rumasa y sus posteriore­s engendros, Banesto, Bankia, las preferente­s y las Cajas de ahorro o Gowex, para nombrar tan sólo unas pocas.

Ahora bien, quizá la más grande de todas sea la que sólo se vislumbra. Se trata del sistema de pensiones. El déficit acumulado de la Seguridad Social desde 2012 pronto alcanzará los 80.000 millones de euros al tiempo que únicamente quedan 15.000 millones en el Fondo de Reserva –la llamada ”hucha”–, de los 50.000 que había hasta fecha reciente. Pero que nadie se inquiete: el Gobierno nos asegura que, cuando haga falta, el Estado emitirá deuda por valor de 10.000 millones. “Y ancha es Castilla”, podía haberse añadido. ¿Cuántos de los más acuciantes problemas actuales serán postergado­s, dejando que sean las generacion­es venideras quienes se esfuercen por resolverlo­s? Los jóvenes hacen bien en desconfiar de los partidos tradiciona­les, ya que éstos se están hundiendo en el miasma de su propia creación, tal comoacabad­esucederen­Francia.

Emmanuel Macron es joven, pero lo más seguro intentará, mediante una serie de reformas, salvar los muebles de la Seguridad Social. Mas algún día será presidente uno –o una– aún más joven que él, que dirá: “Hasta aquí hemos llegado, esto de las pensiones se ha acabado”. Y si no se toman cuanto antes las medidas necesarias y, sobre todo, duraderas, sucederá lo mismo en España e Italia, ya no digamos Grecia… y así sucesivame­nte hasta que nos demos cuenta de que, afanosos ahorradore­s que somos con nuestros impuestos (y/o sistemas privados), hemos ido construyen­do la que promete ser la pirámide más grande de todos los tiempos.

De todos modos, para entonces, Europa no será país para viejos. Ni para jóvenes. Tampoco para pobres. Para evitar que esto suceda, conviene actuar ya mismo, antes de que sea demasiado tarde. Porque si no, ¿cuántos años o meses venideros de pensiones pagadas nos contemplan? Esa es la cuestión.

Las pirámides modernas ya no se elevan con piedras, sino con ahorros de codiciosos incautos ¿Cuántos años o meses venideros de pensiones pagadas nos contemplan? Esa es la cuestión

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ERIC FEFERBERG / AFP
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