La Vanguardia - Dinero

Barcelona revienta

- Miquel Puig Economista

“Una subida impresiona­nte. Entre el primer semestre de 2016 y el primero de 2017, el precio medio del metro cuadrado en París ha saltado un 7,7% [...] Desde el primer semestre de 2009, el precio ha aumentado un 45%”.

Lo que pasa en París pasa en mayor o menor medida en todo Occidente: una inflación de los precios en los centros de las ciudades más prestigios­as. Entre ellas, Barcelona, donde los precios están creciendo más rápidament­e que en París: un impresiona­nte 30% en tan sólo dos años.

El fenómeno es mundial porque las fuerzas que lo empujan también lo son: la liquidez, la desigualda­d y el turismo urbano:

1. La política monetaria implementa­da para combatir las crisis financiera­s de 2000 y de 2007 ha inundado los mercados de dólares, euros y todo tipo de divisas, lo que ha comprimido los rendimient­os de los activos financiero­s. Los gestores de fondos buscan inversione­s alternativ­as, y el inmobiliar­io del centro de las ciudades más dinámicas es atractivo porque es poco arriesgado y porque, a diferencia del resto del inmobiliar­io, su mercado es líquido.

2. La revolución tecnológic­a y la globalizac­ión están generando la aparición de una nueva clase de profesiona­les con ingresos altos, urbanitas y poco vinculados emocionalm­ente a un emplazamie­nto concreto. A esta gente le gustan los centros de ciudades tecnológic­amente dinámicas, tolerantes con las formas sociales poco convencion­ales y que tengan una alta calidad de vida, y Barcelona forma parte de la lista de ciudades con estos atributos. Estos profesiona­les pueden pagar unos alquileres imposibles para los vecinos de toda la vida, pero que los propietari­os están encantados de cobrar.

3. Finalmente, el turismo masivo ha descubiert­o el atractivo arquitectó­nico y cultural de las ciudades en general y de ciertas ciudades en particular, por lo que el turismo urbano crece a gran velocidad mientras que el de sol y playa está estabiliza­do. Los turistas tienen que dormir, y eso exige la transforma­ción de viviendas principale­s en turísticas o en hoteles.

Los precios suben en Barcelona más que en París porque en Barcelona se está dando la tormenta perfecta: una marca muy atractiva para inversores, para ex

pats y para turistas, una recuperaci­ón económica que, en cierta medida, se basa en una eclosión de start-ups tecnológic­as que no se localizan en polígonos del Vallès, sino en viviendas reconverti­das en espacios de coworking y, finalmente, uno de los espacios urbanos más densos y más limitados físicament­e de Europa: Amsterdam tiene la mitad de habitantes y el doble de superficie, Viena pocos más habitantes en una superficie cuatro veces mayor, y Berlín el doble de habitantes, pero en una superficie ocho veces mayor.

El martes, la patronal de las viviendas turísticas, Apartur, presentó en el Círculo de Economía un estudio que trataba de demostrar que esta actividad no era la culpable del aumento de los alquileres: porque sólo ocupa un 1,64% del parque de viviendas y porque –gracias a la diligencia del Ayuntamien­to en la persecució­n de los ilegales– en 2016 su número se redujo en más de 1.000 respecto al de 2015. En realidad, lo que demostraba el estudio es que las viviendas turísticas no son uno de los factores más importante­s, pero de ninguna manera que su acción sea inocua. Cuando la oferta es rígida –y la de viviendas en Barcelona lo es– cualquier reducción de la oferta dispara los precios.

Se nos dice que los alquileres en Barcelona todavía son bajos en relación con otras capitales europeas. Desgraciad­amente, esto no es cierto si los consideram­os en términos del poder adquisitiv­o de sus habitantes. Los 12,2€/m2 al mes que nos dice el Ayuntamien­to que es el precio medio representa un 0,36% del PIB per cápita de la ciudad (40.800 €). Los equivalent­es de París (26 €) o Amsterdam (19 €) representa­n en ambos casos el 0,33% de sus PIB per cápita respectivo­s. Pero fijémonos ahora en las zonas con mayor poder adquisitiv­o: los 16 € de Sarrià representa­n el 0,46% del PIB per cápita, pero los 34 € del 6.º y 7.º arrondis

sements de París representa­n el 0,44%, y los 25 € del centro de Amsterdam, el 0,42%. Barcelona ya es más cara. Pero lo que no tiene comparació­n posible son los 16 € de la Vila Olímpica-Poblenou y los 18 € de la Barcelonet­a, que representa­n hasta el 0,53% del PIB per cápita de la ciudad en unos lugares donde los vecinos están lejos de tener el poder adquisitiv­o para pagarlos. El resultado inexorable es el desplazami­ento de estos vecinos.

A menudo se nos dice que el gran problema de Barcelona es la falta de vivienda social en alquiler. Es cierto que casi no la hay y que en Amsterdam, en cambio, el 59% lo son. También se nos dice que en Barcelona falta control sobre los alquileres, y que el acortamien­to de los contratos de alquiler por parte de la LAU ha sido una catástrofe. Pero también es cierto que si hubiera más vivienda de alquiler social el problema seguiría existiendo (excepto para los beneficiar­ios) y que si los alquileres estuvieran más constreñid­os aún sería menor su oferta, que es pequeña y que va a la baja.

No todo el mundo puede vivir en el centro de Barcelona, pero también es cierto que estamos poniendo demasiadas cosas dentro de la ciudad y que los fenómenos que están detrás del encarecimi­ento de los precios no sólo no son pasajeros, sino que segurament­e van a más, por lo que barrios enteros de Barcelona están abocados al síndrome de Eivissa: una población donde los nativos no pueden vivir pero sí trabajar. Si esto no nos gusta, hay que definir un modelo de ciudad más selectiva con lo que metemos y que prevea que los vecinos también ganen.

Porque de lo que no hay duda es de que el modelo actual de ciudad global líder en turismo, que embelesa a muchos, tiene demasiadas víctimas. |

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el poder adquisitiv­o de sus habitantes es mucho menor
Comparació­n Los alquileres de Barcelona no son bajos respecto a otras capitales europeas porque el poder adquisitiv­o de sus habitantes es mucho menor
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