Diversión de doble cara
Elegancia y confort con el techo abierto; deportividad y prestaciones al aire libre con el cabrio biplaza SLC
El descapotable antes conocido como SLK triunfó de forma arrolladora a mediados de los 90 y durante los primeros años 2000. Era la época de esplendor de los techos duros retráctiles, de los que el pequeño cabrio de Mercedes se convirtió en precursor y mejor embajador. Su popularidad se resintió en la segunda generación, aunque se mantuvo, pero decayó de forma notable en la sucesivas. Pese a todo, la firma de la estrella lo mantiene en catálogo –rebautizado como SLC para ajustarse a la nueva nomenclatura de modelos– con una versión gasolina de 184 CVyotra diésel de 204, ambas de 4 cilindros. Además, desde el año pasado, la división AMG firma por su parte una variante más prestacional de rendimiento potenciado denominada SLC 43 AMG. Altamente sofisticado y mecánicamente muy poderoso, el roadster alemán se convierte entonces en una eficaz herramienta multiusos capaz de proporcionar sensaciones de conducción propias de un deportivo radical, al tiempo que mima con sutil delicadeza a sus dos ocupantes en un ambiente refinado y lujoso con un alto nivel de confort.
Impetuoso o reposado
Equipado con un motor V6 de 3 litros desarrolla 367 CV con 520 Nm de par máximo entre 2.000 y 4.200 vueltas. Semejante empuje en el tren trasero para un pequeño pero musculoso y atlético cuerpo de sólo 4,14 m de largo, 1,81 de ancho y 1,30 de alto que arroja sobre la báscula unos livianos 1.595 kg da una idea de las diabluras dinámicas que este travieso biplaza puede cometer... Acelera de 0 a 100 en 4,7 segundos y tiene una punta autolimitada a 250 km/h, aunque más que una patada rabiosa y brutal (que también la puede tener con el modo Sport+), su entrega de potencia brota de forma constante, contundente y continuada como es habitual en motores llenos y gordos como este 6 en V.
Notablemente ágil y dinámico en sus movimientos, aprovecha bien sus contenidas dimensiones en carreteras serpenteantes, aunque la rigidez de su chasis, la estructura de su techo metálico escamoteable y una puesta a punto de la suspensión algo conservadora denotan su doble funcionalidad deportividad-comodidad.
Lo que para unos es una ventaja (poder contar con “dos coches en uno”), para otros es una desventaja. Sea como sea, el rendimiento mecánico es muy alto y su comportamiento, óptimo, aunque su cambio automático 9G-Tronic de 9 relaciones tampoco sea el mejor aliado para una conducción deportiva extrema. Esta caja no reduce con la rapidez deseada, en ocasiones las recuperaciones precisan bajar varias velocidades de golpe y al llegar rápido a una curva es difícil saber en qué marcha va y con cuál afrontarla.
Donde el SLC borda su papel es como cabrio, rodando abierto de forma pausada y tranquila, sintiendo la brisa y la melodía sonora de su bloque, o como cupé, cómodamente aislados térmica y acústicamente gracias al techo duro retráctil.