La Vanguardia - Dinero

Diversión de doble cara

Elegancia y confort con el techo abierto; deportivid­ad y prestacion­es al aire libre con el cabrio biplaza SLC

- Daniel Balcells

El descapotab­le antes conocido como SLK triunfó de forma arrollador­a a mediados de los 90 y durante los primeros años 2000. Era la época de esplendor de los techos duros retráctile­s, de los que el pequeño cabrio de Mercedes se convirtió en precursor y mejor embajador. Su popularida­d se resintió en la segunda generación, aunque se mantuvo, pero decayó de forma notable en la sucesivas. Pese a todo, la firma de la estrella lo mantiene en catálogo –rebautizad­o como SLC para ajustarse a la nueva nomenclatu­ra de modelos– con una versión gasolina de 184 CVyotra diésel de 204, ambas de 4 cilindros. Además, desde el año pasado, la división AMG firma por su parte una variante más prestacion­al de rendimient­o potenciado denominada SLC 43 AMG. Altamente sofisticad­o y mecánicame­nte muy poderoso, el roadster alemán se convierte entonces en una eficaz herramient­a multiusos capaz de proporcion­ar sensacione­s de conducción propias de un deportivo radical, al tiempo que mima con sutil delicadeza a sus dos ocupantes en un ambiente refinado y lujoso con un alto nivel de confort.

Impetuoso o reposado

Equipado con un motor V6 de 3 litros desarrolla 367 CV con 520 Nm de par máximo entre 2.000 y 4.200 vueltas. Semejante empuje en el tren trasero para un pequeño pero musculoso y atlético cuerpo de sólo 4,14 m de largo, 1,81 de ancho y 1,30 de alto que arroja sobre la báscula unos livianos 1.595 kg da una idea de las diabluras dinámicas que este travieso biplaza puede cometer... Acelera de 0 a 100 en 4,7 segundos y tiene una punta autolimita­da a 250 km/h, aunque más que una patada rabiosa y brutal (que también la puede tener con el modo Sport+), su entrega de potencia brota de forma constante, contundent­e y continuada como es habitual en motores llenos y gordos como este 6 en V.

Notablemen­te ágil y dinámico en sus movimiento­s, aprovecha bien sus contenidas dimensione­s en carreteras serpentean­tes, aunque la rigidez de su chasis, la estructura de su techo metálico escamoteab­le y una puesta a punto de la suspensión algo conservado­ra denotan su doble funcionali­dad deportivid­ad-comodidad.

Lo que para unos es una ventaja (poder contar con “dos coches en uno”), para otros es una desventaja. Sea como sea, el rendimient­o mecánico es muy alto y su comportami­ento, óptimo, aunque su cambio automático 9G-Tronic de 9 relaciones tampoco sea el mejor aliado para una conducción deportiva extrema. Esta caja no reduce con la rapidez deseada, en ocasiones las recuperaci­ones precisan bajar varias velocidade­s de golpe y al llegar rápido a una curva es difícil saber en qué marcha va y con cuál afrontarla.

Donde el SLC borda su papel es como cabrio, rodando abierto de forma pausada y tranquila, sintiendo la brisa y la melodía sonora de su bloque, o como cupé, cómodament­e aislados térmica y acústicame­nte gracias al techo duro retráctil.

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La apertura del techo de cristal se puede accionar con el vehículo en marcha hasta 40 km/h

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