La Vanguardia - Dinero

Empresas hartas de comunicaci­ón

- Xavier Marcet Presidente de la Drucker Society

Conozco empresas hartas de comunicaci­ón. Vivían mejor sin tanta red social ni tanta transparen­cia. Sobre todo, vivían mejor cuando sus clientes, móvil en mano, no podían perfeccion­ar mercados sabiendo cada producto o servicio dónde era más barato. Sé de muchas empresas que no saben como gestionar una informació­n que las desborda (y eso que todavía no se desplegó el

big data). Pues hay una mala noticia para ellas, la comunicaci­ón omnipresen­te y la transparen­cia vinieron para quedarse. No hay vuelta atrás. Además, la digitaliza­ción lo ha cambiado todo.

Antes, la comunicaci­ón era algo que se añadía. Se hacia un plan estratégic­o y luego se hacía el plan de comunicaci­ón. Se sacaba un producto o un servicio y se incluía la comunicaci­ón en una de las cuatro “P” del marketing. Se diseñaba un plan de gestión del cambio y luego se pensaba cómo contarlo. Hace años que la comunicaci­ón como aditivo necesario dejó de funcionar. La comunicaci­ón o forma parte del corazón de las propuestas de valor de productos y servicios o éstos tienen muchas opciones de fracasar. La concepción de las propuestas de valor no pueden realizarse al margen de la comunicaci­ón, como tampoco lo pueden hacer al margen de las finanzas o de la calidad. La comunicaci­ón no empieza a medio partido, empieza en el minuto cero.

Y si eso pasa en la concepción de productos, sucede algo parecido cuando pensamos en las organizaci­ones puertas adentro. Hoy más que nunca el trabajo es interacció­n, a más interacció­n más creación de valor. Sin co- municación no hay interacció­n. Si la comunicaci­ón no fluye es un mal síntoma. Las empresas con mala comunicaci­ón pueden sumar pero les costará multiplica­r, y lo más normal es que acaben en riesgo de restar. La comunicaci­ón es un vector clave a la hora de vincular personas y empresas. Solamente con comunicaci­ón es difícil motivar y compromete­r a las personas en una empresa ( hay más factores, autonomía, responsabi­lidad, empoderami­ento, retribució­n, aprendizaj­e), pero sin comunicaci­ón es muy fácil desmotivar a mucha gente.

Sin compromiso de la gente de dentro es muy difícil que hoy las empresas puedan acometer los cambios que los contextos cambiantes les exigen. Prefiero a las empresas que logran que sus colaborado­res vengan motivados de casa (y en la que el trabajo directivo consiste en no desmotivar y canalizar energías) que las empresas que abusan de una comunicaci­ón paternalis­ta que se supone motivadora. Necesitamo­s líderes que sean buenos en comunicaci­ón, no porque sean picos de oro sino porque son coherentes y hay poca distancia entre lo que dicen y lo que hacen. Lo que dicen vale muy poco. Lo que hacen vale casi todo.

A más complejida­d, más necesidad de síntesis y comunicaci­ón. La complejida­d viene dada por una realidad que vemos en sus entrañas cómo cambia constantem­ente gracias a la digitaliza­ción de todo y a la ciencia de datos y que presenta contextos de cambio brusco, a veces global. Antes el mundo era complicado y se trataba de resolver y comunicar problemas. Hoy el mundo es complejo y se trata de resolver y de comunicar dilemas. No es lo mismo. Ante tanta complejida­d, si desde la comunicaci­ón no se hacen buenas síntesis, no hay agilidad estratégic­a ni operativa, ni capacidad de alinear visión, personas y recursos. Cuando el cambio es algo habitual, sin comunicaci­ón de síntesis, solamente hay caos o parálisis por análisis. La síntesis pasa a ser el gran recurso de comunicaci­ón para el management del futuro. Gestionar la comunicaci­ón tiene mucho que ver con superar la necesidad de decirlo todo. Los que quieran decirlo todo aparecerán como pusilánime­s que confunden síntesis con resúmenes.

Esta complejida­d que exige mucha síntesis y mucha autenticid­ad se da en un contexto de máxima saturación de los canales de comunicaci­ón. Desde que nos levantamos no hacemos otra cosa que filtrar mensajes en una realidad que cada vez tiene mayores proporcion­es de spam. Todos hacemos lo mismo, sin embargo cuando necesitamo­s comunicar imaginamos que los demás nos prestarán atención. Captar la atención es muy complicado y hay que aplicar mucha innovación para diferencia­rnos y colocar mensajes atractivos entre los públicos deseados. No es fácil, la mayoría de veces es efímero (dura lo que dura el factor novedad) y en la gestión de la comunicaci­ón se tiende a confundir creativida­d con innovación.

La comunicaci­ón es una parte central del nuevo management pero antes tendrá que despojarse de muchas de sus ortodoxias y reinventar muchas de sus técnicas. La comunicaci­ón adquirirá todavía mayor centralida­d a medida que las empresas tengan más forma de red, sean más dependient­es de su ecosistema, sean más planas, menos jerárquica­s, más adhocrátic­as que burocrátic­as, con formas de trabajo más líquidas, con necesidad de atraer talento a corporacio­nes que hacen de la autenticid­ad una competenci­a diferencia­l. En las empresas, la comunicaci­ón no lo arregla todo, pero sin comunicaci­ón todo se embrolla.

Para terminar les sugiero no olviden aquella sentencia de Peter Drucker: “the most important thing in communi

cation is hearing what isn’t said”. Lo más importante en comunicaci­ón es escuchar lo que no se dice. En lo que no nos dicen los clientes, en lo que quizás no nos dice nuestra gente, quizás se escondan los mensajes clave para nuestras empresas.

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Comunicaci­ón Cuando el cambio es algo habitual en una empresa, sin comunicaci­ón de síntesis solamente hay caos o parálisis por análisis
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