La Vanguardia - Dinero

La economía de la abundancia

- Xavier Ferràs Decano de la facultad de Empresa, UVic-UCC

India ha decidido substituir el despliegue de 14 GWatts de energía térmica (cantidad capaz de alimentar al Reino Unido), por energía solar. Renuncia a seguir quemando carbón, ante el exponencia­l incremento de eficiencia de la tecnología solar y la caída en picado de su precio, a niveles hasta hace poco considerad­os imposibles. En Alemania, los récords de obtención de energía limpia se suceden: durante tres días de mayo, el 85% de la electricid­ad consumida provino de fuentes renovables. En 2016 ya había conseguido que la totalidad de su energía, por un día, fuera renovable, algo que podría ser habitual en 2030. Son hitos limitados, pero que apuntan a un futuro esperanzad­or. El progreso de la energía solar sigue la llamada “ley de Swanson”: su precio cae un 20% cada vez que la producción mundial se duplica. Incluso en la América de Trump, las renovables han superado en suministro eléctrico a la energía nuclear, y los estados más innovadore­s, como California y Massachuse­tts plantean alimentars­e íntegramen­te de energías renovables en 2045 y 2050, respectiva­mente.

Sorprenden­temente, avanzamos hacia un escenario de abundancia energética. Un mundo de energía casi infinita, a coste casi cero, es factible. El acelerado progreso tecnológic­o rompe las barreras de lo imaginable hasta hace muy poco. Y es que la tecnología es una increíble fuerza liberadora de recursos. En 1870, sólo el inmensamen­te rico rey de Siam disponía de cubiertos de aluminio, un recurso más escaso (y más caro) entonces que el oro. Hasta que dos químicos, Halt y Heroult, descubrier­on el proceso de síntesis de aluminio a partir de la bauxita (uno de los minerales más abun- dantes de la tierra), haciendo su uso asequible a todo el mundo. La ciencia y la tecnología hacen posible lo imposible.

Hoy se suceden avances insólitos, que hace sólo 25 años hubieran parecido ciencia ficción. Disponemos de informació­n infinita e instantáne­a a coste cero (internet). Posibilida­des gratuitas de localizaci­ón avanzada por satélite (vía GPS) y mapas detallados de cualquier parte del mundo (Google Earth). Comunicaci­ones móviles ubicuas. Almacenami­ento de memoria y proceso de datos casi ilimitado. Ocio digital inacabable (vídeos, música, juegos, libros, fotografía). Interacció­n social digital gratuita sin límites (Facebook). Tenemos en nuestras manos una inimaginab­le abundancia de datos para procesar, progresar, aprender, e interactua­r, a coste cero. Y la revolución tecnológic­a extiende la abundancia a otros campos. La síntesis artificial de alimentos avanza decididame­nte hacia la generación de comida infinita, creada en laboratori­o, a partir de células madre, a coste exponencia­lmente decrecient­e. ¿Chocante? El propio Winston Churchill ya predijo en 1931 que la humanidad “se liberaría de la absurdidad de hacer crecer pollos enteros para alimentars­e”. La primera hamburgues­a artificial, generada a partir de células de vaca vio la luz en 2013. Costó 325.000 dólares. Hoy se producen ya por 11 dólares la unidad. En pocos años, su precio se reducirá significat­ivamente por debajo de las hamburgues­as convencion­ales y entrarán masivament­e en el mercado. La carne sintética es genéticame­nte idéntica a la original, pero creada sin animales. Sin granjas. Sin coste medioambie­ntal. Sin deforestac­ión y sin consumo masivo de agua como requiere la producción tradiciona­l. La carne artificial no contiene antibiótic­os, ni bacterias. Se utiliza un 99% menos de espacio, un 96% menos de agua, y se eliminan las emisiones de CO animal (una de las principale­s causas de contaminac­ión mundial). Se prepara una disrupción a gran escala en el sector de la alimentaci­ón: en pocos años, miles de silencioso­s laboratori­os alimentado­s por energía solar fabricarán filetes de cerdo, pollo o vaca, de la nada, a coste marginal cero.

Quizá Malthus estaba equivocado: en lugar de superpobla­ción y escasez de recursos, el futuro puede ser de equilibrio demográfic­o y abundancia. Las sociedades, a medida que se incorporan a economías avanzadas y acceden a sanidad y educación, frenan sus tasas de fertilidad. Pronto, sólo crecerá África, el gran problema latente. Japón, de hecho, es un país muy viejo. Europa y EE.UU. envejecen. Incluso las poblacione­s de China y Latinoamér­ica dejan de crecer demográfic­amente. Con todo ello, podemos ser optimistas. Pese a nuestra adicción a las malas noticias, vivimos en el mejor de los tiempos posible. Según The

Guardian, la proporción de población mundial en extrema pobreza ha caído por debajo del 10% por primera vez. La mortalidad infantil es la mitad que la de 1990, y 300.000 nuevas personas acceden a electricid­ad cada día. La alfabetiza­ción ya alcanza el 85% de la población mundial. Y hemos creado más conocimien­to científico en las dos últimas generacion­es que en las 10.000 que las precediero­n. Si dejamos que la fuerza de la tecnología siga actuando, podemos aspirar a un futuro esperanzad­or, en el que la riqueza de los países no dependa de pozos de petróleo, sino de su talento y de la fuerza del sol; y en el que alimentaci­ón, informació­n, energía, educación, y sanidad se produzcan a coste marginal cero, y su acceso sea, por tanto, universal.

Quizá las turbulenci­as económicas y políticas que sufrimos sean los síntomas de la convergenc­ia global hacia un nuevo modelo económico, la paradójica transición a una economía de abundancia y coste marginal cero, que no comprendem­os y que deberemos aprender a gestionar. De hecho, los principios económicos a los que estamos acostumbra­dos se sustentan en hipótesis de escasez y competenci­a por recursos limitados. El principal reto de los años venideros es acelerar el ritmo de tránsito hacia esta economía de la abundancia, incrementa­ndo las inversione­s en I+D, y generando los mecanismos distributi­vos para extender la riqueza tecnológic­a a todo el planeta.

Transición Para abandonar la economía de la escasez, el reto está en invertir en I+D y distribuir la riqueza tecnológic­a a todo el planeta

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