La Vanguardia - Dinero

Fernando Trías de Bes

- Fernando Trías de Bes Escritor y economista. Profesor asociado de Esade

Civismo, morosidad y corrupción

En Suiza... Las normas no están para saltarlas, la picaresca es delito, está mal vista y produce rechazo social; el civismo es la nueva riqueza

Este verano he visitado Suiza, país en el que nunca había estado. Les podrá resultar poco riguroso el comentario, pero pienso que los pequeños detalles son los síntomas certeros de cualquier diagnóstic­o.

He regresado de la Confederac­ión Helvética con esperanzas renovadas en la condición humana. Sí, a buen seguro que al pequeño país de la neutralida­d bélica se le pueden achacar prácticas bancarias y fiscales ventajosas, pero lo que meinteresa tiene poco que ver con ello. No había visto un grado de civismo y respeto por el mobiliario de tal calibre. Pueblos y ciudades sin un papel en el suelo; estaciones enteras en las que era imposible encontrar una colilla. Papeleras con bolsitas para los desechos de los canes y, por supuesto, ninguna deposición en las calles. En los restaurant­es, hoteles y lugares públicos aceptan a los perros encantados porque sus dueños son cívicos y, en consecuenc­ia, las mascotas se están bien educadas. Todo ello redunda en unas necesidade­s mínimas de recogida de porquería, menos gasto público para conservaci­ón de los municipios y menos arbitrios locales.

La anécdota: mi hotel estaba al lado de una estación de tren. Paseando por la noche por la misma, descubrí un paraguas olvidado por alguien, apoyado en una pared. Pregunté al jefe de estación y me dijo que alguien lo había olvidado, así que lo dejaban apoyado en una columna, bien visible, para cuando regresara a por él. En muchos lugares de Europa ese paraguas no dura ni cinco minutos. Era nuevo y grande, de buena calidad. Ala mañana siguiente, por curiosidad, mepasé de nuevo por la estación. Ahí estaba el paraguas. Volví a preguntar. Ya pasará su dueño, merespondi­eron. En un refugio a mitad de montaña, había una nevera con refrigerio­s. No había vigilante ni dependient­e. Los precios de cada bebida estaban escritos en un papel y la gente abonaba lo que se indicaba. Nadie se llevaba el dinero depositado.

Medirán que esas cosas son solo anécdotas. Pero al regresar he consultado datos reveladore­s. Suiza es uno de los países con menor morosidad del mundo, con menos nivel de corrupción real y percibida, y para quien piense que es un país de capitalist­as insolidari­os, goza de uno de los mayores niveles de salario mínimo. El retraso medio en plazos de pago es también uno de los más bajos del mundo. En el 2012, se celebró un referéndum para aumentar los días de vacaciones de cuatro a seis semanas. En todos los cantones se rechazó la propuesta.

En alguna ocasión he explicado la teoría de los cristales rotos, que demuestra que cuando alguien se degenera y corrompe, la mala praxis se acaba diseminand­o entre la gente. En Suiza, no hay cristales rotos. Ypor eso el país se mantiene así de cívico. Las normas no están para saltarlas, la picaresca es delito, está mal vista y produce rechazo social. El truco es sencillo: si adoptamos normas, las cumplimos todos. Sin excepción. La educación y el civismo es la nueva riqueza de las naciones. No me cabe duda alguna.

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