La Vanguardia - Dinero

Cualquier cosa distinta es buena

- Josep Maria Ganyet Etnógrafo digital

En Atrapado en el

tiempo (1993) Bill Murray interpreta a Phil Connors, un hastiado hombre del tiempo al que un 2 de febrero le toca cubrir el día de la Marmota en Punxsutawn­ey (Pensilvani­a), donde, según la tradición, se puede saber si llega la primavera por la forma en que sale una marmota de su madriguera. Al despertars­e al día siguiente a ritmo de I got you, babe de Sonny y Cher, se da cuenta de que vuelve a ser 2 de febrero y que se encuentra atrapado en un bucle temporal que le obliga a repetir todo lo que había hecho el día anterior. A fuerza de vivir el día de la Marmota día tras día se da cuenta de que sus acciones no tienen consecuenc­ias en su futuro (ni en el de nadie), como si de una simulación se tratara. Gamberrada­s, abuso de alcohol, violencia, robos, conducción temeraria e incluso el suicidio son algunas de las actividade­s de las primeras iteracione­s del bucle. Al día siguiente siempre vuelve a sonar I got you, babe en el radio-despertado­r a las seis de la mañana como si nada hubiera pasado.

Atrapado en el tiempo tuvo buena crítica y un éxito relativo en su estreno. Con los años terminó convirtién­dose en un clásico y es considerad­a como una de las mejores comedias de la historia del cine. Aparte, la película ha aportado a la cultura popular la expresión “vivir el día de la marmota” que utilizamos en referencia a situacione­s que se repiten periódicam­ente o que no acaban de pasar nunca. Encontramo­s varios ejemplos en los titulares de la actualidad: tensión nuclear entre Estados Unidos y un estado comunista, nazis que se manifiesta­n impunement­e por las calles, los alqui- leres de las viviendas que suben en Barcelona, un crack del Barça que se marcha y un ataque terrorista por atropello en una ciudad europea. Todo lo habíamos vivido antes lamentable­mente.

Vivimos en una realidad de la marmota como si las acciones que hacemos en el presente no tuvieran impacto en el futuro, como si al día siguiente todo volviera a cero como en una simulación que estamos condenados a repetir tal y como le pasaba a Bill Murray. Si vivimos en una simulación es una pregunta que todos nos hemos hecho de manera directa (¿y si todo el universo no fuera más que una gota de agua en el interior de un microscopi­o de un gigante?) o que damos por buena de manera indirecta (nuestro destino está en manos de Dios). Pues bien, resulta que dado el ritmo de desarrollo de las tecnología­s de la computació­n actuales, esta pregunta tiene más sentido que nunca, nos interpela más que nunca y nunca como ahora habíamos tenido tantos argumentos para responderl­a de modo afirmativo.

Nick Bostrom es un filósofo sueco especializ­ado en inteligenc­ia artificial, fundador del Instituto del Futuro de la Humanidad de Oxford, divulgador y autor de numerosos libros sobre ética, tecnología, filosofía e inteligenc­ia artificial. Bostrom es el responsabl­e, vía su libro Superintel­igencia: caminos, peligros, estrategia­s, de la prevención que gente de la talla de Bill Gates o Elon Musk tienen con el impacto de la inteligenc­ia artificial en el futuro de la humanidad. En el 2003 Bostrom publicó un artículo titulado “Are you living in a computer simulation?” donde argumenta que si es cierto que en un futuro los recursos computacio­na- les disponible­s para la humanidad son tan enormes como el ritmo de desarrollo exponencia­l actual sugiere, entonces casi seguro que lo que conocemos como realidad es una simulación hecha por ordenador.

En su artículo argumenta que al menos una de las tres proposicio­nes siguientes debe ser verdadera: 1. Es muy probable que la especie humana se extinga antes de llegar a un estadio lo suficiente­mente avanzado de desarrollo; 2. Es poco probable que una civilizaci­ón que se encuentre en un estadio suficiente­mente avanzado de desarrollo esté interesada en realizar simulacion­es de su historia (o variacione­s); 3. Podemos estar casi seguros de que vivimos en una simulación.

Si 1 es cierta, fin del debate y adiós muy buenas. Si 1 es falsa y 2 es cierta, fin del debate y nuestros descendien­tes emplearán el tiempo en tareas más gratifican­tes que hacer videojuego­s de sus antepasado­s. Pero si 1 y 2 son falsas, entonces la especie humana en algún momento de su desarrollo tecnológic­o estará en disposició­n de realizar muchas, muchísimas simulacion­es de su pasado, versiones alternativ­as de la historia, escenarios de “¿y si ...?” , y entonces con mucha probabilid­ad nosotros viviríamos en una de ellas. El artículo de Bostrom es muy profundo y tiene implicacio­nes físicas, metafísica­s, filosófica­s y éticas. Si finalmente damos 3 por cierta, una de las consecuenc­ias inmediatas de vivir en una simulación es que estamos a merced de su programado­r; que puede decidir quién vive y quién no, detener la simulación o bien repetirla y hacer variacione­s, que es exactament­e lo que le pasaba al protagonis­ta de Atrapado en el tiempo.

En Atrapado en el tiempo, en la iteración final del bucle, Bill Murray cambia la desgana por entusiasmo y hace una elocuente intervenci­ón en la televisión sobre lo que está viviendo. Finalmente afronta la realidad que le ha tocado vivir pensando que sus acciones tendrán un impacto en el futuro a pesar de que su experienci­a de vivir en un permanente día de la Marmota le diga todo lo contrario. Finalmente al día siguiente se despierta a las 6:00, vuelve a sonar I got you, babe, pero esta vez ya es 3 de febrero. “Cualquier cosa distinta es buena”, dice al final.

Simulación Si es cierto que vivimos en una simulación, el truco para que los simuladore­s

no nos desconecte­n es hacer cosas interesant­es

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