Turquía, crecer pese al golpe
Las turbulencias políticas no empañan los avances de una economía exportadora
quía es mero taller de ensamblaje de partes importadas de Asia, aprovechando la supresión de aranceles industriales con la UE hace veinte años. Quizás un paso adelante respecto a la fase dominada por las prendas de ropa –el textil supone aún un 20% de las exportaciones- pero con el lastre que la importación de componentes supone para la balanza comercial, que empeora.
Por ello el gobierno apuesta, por ejemplo, por crear una marca de automóvil global en la que más del 85% de los componentes estén fabricados en el país. La semana pasada examinó quince de estos proyectos.
“Para alcanzar a Corea nuestras exportaciones de alta tecnología deberían representar el 30% en lugar del 3%”, señala un economista que pide el anonimato. “Un objetivo imposible cuando el turco medio tiene menos de siete años de escolaridad. Y cuando nuestras tasas de urbanización, industrialización o incorporación de la mujer al trabajo -30%- son mucho más bajas”.
El desarrollismo del gobierno se mediría por su “obsesión por la minería y por arruinar paisajes, siempre a favor de constructoras afines ¡Antes por lo menos había competencia dentro de la corrupción!”. Sin embargo, solo las constructoras chinas ejecutan más proyectos fuera de sus fronteras que las turcas. 46 de ellas –Rönesans, Polimeks, Enka...– están entre los 250 mayores contratistas internacionales.
Aunque el tamaño de holdings como Koç o Savinci sea abrumador, da fe del dinamismo turco que casi la mitad de las exportaciones corresponda a pequeñas empresas, que ahora se benefician en gran medida de la depreciación del 30% que ha sufrido la lira turca en un año. La inestabilidad del año pasado hizo retroceder la inversión extranjera en la misma medida, un 30%. No obstante, las perspectivas para este año han sido revisadas al alza, tras un crecimiento del 5% en el primer semestre -un 2,9% en 2016- aunque la inversión privada y en maquinaria no termina de arrancar. Eso sí, la inflación, que el AKP redujo a un dígito por primera vez en treinta años, vuelve a a estar por encima del 10%. Al igual que el paro, que alcanza el 23% entre los jóvenes, dispuestos a hacer las maletas.
433 euros es el salario mínimo en Turquía tras la última depreciación de la lira. En Grecia, 683.
La primera legislatura de Recep Tayyip Erdogan pervive en la memoria como el Barça de Guardiola. Tras la doble crisis turca del 2001, su recién creado Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) barrió a los partidos del anterior gobierno, dejándolos sin un solo escaño. Tras el Big Bang, el AKP se esmeró a aplicar una política de privatizaciones y apoyo al sector privado, combinando una agresiva reducción del impuesto de sociedades con un aumento de los impuestos indirectos, regulación bancaria y disciplina fiscal.
Antes del 2005, un té podía costar más de un millón de liras. Cuando Erdogan estuvo en condiciones de quitarle seis ceros a la divisa nacional, la autoestima tur- ca ganó muchos enteros. Hoy un té cuesta dos o tres liras.
Cuando la crisis financiera global alcanzó a Turquía en el 2009, no hubo necesidad de rescatar bancos. Ya medida que Occidente abrazaba los recortes, el partido de Erdogan adoptaba políticas desarrollistas y asistenciales para seguir ganando. “Con los números delante, no es cierto que el AKP sea un partido neoliberal”, afirma un economista crítico. Hábil en ponerle una vela a Alá y otra al diablo, sí. Fue Erdogan quien, en el 2009, instauró el 1 de Mayo como festivo en Turquía.
“En términos reales los ingresos per cápita solo se han doblado en quince años, por debajo del potencial”, matiza una profesora de economía igualmente anónima en tiempo de purgas. Y el salario mínimo equivale a apenas 433 euros (en la vecina Grecia, 683). “Erdogan sabe que si entramos en la UE, la manodeobrasevaaencarecer”, confiesa un analista.
La brecha económica con Europa nopara de achicarse y, a base de políticas de estímulo, Turquía está saliendo airosa de un año y medio de vértigo, con una oleada terrorista y un intento de golpe de
Estambul trabaja en el mayor aeropuerto del mundo para la línea que vuela a más países
estado seguido de purgas. La persecución del movimiento golpista de Gülen ha llevado a la intervención de casi mil empresas, algunas tan ubicuas como la cadena de muebles Istikbal. Pero la ausencia de elecciones hasta el 2019 abre un receso, tras la polarización dejada por el referéndum presidencialista.
La fisonomía de Estambul o Ankara se transforma a diario. La mitad de la línea de alta velocidad entre ambas ciudades fue tendida por OHL. La expansión del metro de Estambul –una ciudad tan extensa como la provincia de Girona– es constante, comoenAnkara, donde la catalana COMSA ha completado una línea. Y el BBVA, con su última adquisición accionarial en Garanti –al filo del 50%– pone a España a la cabeza de los inversores en Turquía en el 2017.
Además, con pocos meses de diferencia se ha inaugurado un tercer puente sobre el Bósforo y el túnel Eurasia. Y en poco más de un año, Estambul contará con el mayor aeropuerto del mundo, en línea con las ambiciones de Turkish Airlines, la compañía que vuela a más países, a pesar de la severa contracción del turismo.
En verdad, Europa pierde peso enTurquíaafavordeotrosmercados como Oriente Medio, pero todavía representa el 46% de su comercio. Aunque Ankara espera desde 1999 en el recibidor de la UE, no lo hace con las manos vacías. Entre el 2014 y el 2020recibirá 4.500 millones de euros en “fondos de preadhesión”. A los que hay que sumar 3.000 millones para frenar la inmigración. Pero las delicias turcas tienen unprecio y el endeudamiento para todo el año está a punto de alcanzarse.