La agricultura tradicional gana peso
Con la recuperación de frutas y hortalizas locales el sector busca diferenciarse y mayor valor añadido
En el sur de Europa había más de 8.000 variedades de fruta en el siglo XIX. Hoy en día sólo quedan 2.000, de las cuales 1.500 están en peligro de extinción. Las especies de fruta tradicionales han sido substituidas por otras más productivas, lo que ha provocado la práctica desaparición de numerosas variedades. Y lo mismo sucede en la huerta.
“Tenemos una gran herencia agraria que puede convertirse en un importante elemento de diferenciación para las empresas agroalimentarias locales”, señala Joan Casals, investigador y direc- tor ejecutivo de la Fundació Miquel Agustí. La fundación se dedica precisamente a la conservación, mejoraypromocióndevariedades locales hortícolas. “Las investigamos y las ajustamos a los requerimientos comerciales para que empresas locales las puedan utilizar para aportar valor añadido a sus productos y hacerse un hueco en un mercado tan competitivo como el agroindustrial”, explica Casals.
Es una cuestión de oferta y demanda. El consumidor aprecia cada vez más los alimentos de alto valor gastronómico y cultural y cuyo cultivo, además, sea respetuoso con el medio ambiente, ya que en muchos casos son también productos ecológicos. Como aumenta la demanda, aunque sigue tratándose de un nicho muy pequeño de mercado, “crece el número de empresas interesadas en cultivar variedades agrícolas tradiciones”, asegura el investigador de la fundación basándose en la experiencia de la entidad que dirige.
Son múltiples los proyectos que florecen al filo de esta nueva ten- dencia. La empresa productora de mermeladas y conservas ecológicas de variedades locales Can Moragues inauguró en julio en Riudarenes (Girona) El Rebost, un punto de venta con degustación de variedades locales. “Tenemos un producto muy competitivo, de la categoría gourmet, con el que prevemos llegar a facturar 150.000 euros en el 2018 con Can Moragues y otros 150.000 euros en el primer año de vida de El Rebost, explica Marc Vilahur, fundador de las empresas y director de la Fundació Emys.
La bodega Albet i Noya, pionera en viñas y vinos ecológicos con una facturación de 4,7 millones de euros, produce también vinos con dos variedades tradicionales: Mariana Rión y Belat. Además, junto con las bodegas Alta Alella y Celler Pinyol, está trabajando en un proyecto de recuperación de variedades autóctonas resistentes y adaptadas al cambio climático en el que se ha invertido un millón de euros.
Otros ejemplos son el deLaCooperativa Conca de la Tordera, que ha recuperado una variedad antigua del tomate de colgar, un tipo de tomate para untar el pan que se cultivaba antiguamente en verano y se guardaba para usarlo todo el invierno y primavera, o bien Safrà del Montsec, que conrea azafrán con plantas autóctonas del Pallars Jussà y de otras zonas cercanas.