La Vanguardia - Dinero

Consejos para sobrevivir (con éxito) a un jefe tóxico

- Judit Bara

Nose gana nada haciendo que nuestro superior quede fatal, los expertos aconsejan ayudarle a centrarse en sus fortalezas La mejor manera de gestionar el estrés que produce un jefe tóxico es no tener jefe. Hasta aquí lo obvio. Pero si uno no está dispuesto a convertirs­e en emprendedo­r ni a abandonar el actual puesto de trabajo por otro que tampoco garantiza un jefe mejor, entonces lo más convenient­e es reconsider­arla estrategia que utilizamos para relacionar­nos con nuestro superior. Hay que dejar de verlo como el ogro que quizá es y pensar en él o ella como un cliente difícil, alguien cuyas maneras y actitudes no podemos cambiar, pero con quien tenemos que hacer negocios.

Así pues, si el jefe se ha convertido en una causa de estrés y no en una fuente de inspiració­n, debemos actuar en tres frentes diferentes, según el profesor de Columbia University y de University College London, Thomas Chamorro-Premuzic.

1. Identifica­r sus motivacion­es

Por muy nefando que sea el superior, algo que probableme­nte se le dará bien es la consistenc­ia de comportami­ento. Sus cambios de humor podrán ser repentinos, pero su personalid­ad seguro que se mueve dentro de unos patrones más o menos previsible­s. Por este motivo, hay que intentar empatizar con él, meterse en su cabeza y tratar de descifrar aquellos rasgos de su carácter que dificultan la motivación del equipo e impiden que éste rinda al máximo de su potencial. Para lograrlo, lo mejor es tirar de ciencia, que nos indica que existen once caracterís­ticas que puede exhibir nuestro jefe y que pueden provocar que un proyecto fracase o ‘descarrile’, derailers en inglés. También nos dice que aunque es posible que un único individuo reúna todos estos rasgos, la mayoría de los directivos (54%) muestra al menos tres de la siguiente lista:.

Irritabili­dad: suele tratarse de alguien volátil, con reacciones emocionale­s y tendente al bullying.

Estrategia: permanecer calmado, reducir la intensidad de la situación, esperar a que pase la tormenta.

Escepticis­mo: alguien desconfiad­o, cínico, con una actitud paranoide y desafiante. Estrategia: apoyar nuestras argumentac­iones con datos, no esperar que se confie en nosotros, no cuestionar su opinión

Precaución: le espanta la crítica, odia el riesgo, es adverso a la innovación. Estrategia: seguir los procesos, moverse despacio. Si se quiere influir en un jefe así, los ‘castigos’ funcionan mejor que los incentivos.

Reserva: alguien desinteres­ado en los demás y en sus sentimient­os, inexpresiv­o, mal comunicado­r. Es

trategia: con este tipo de individuos es mejor comunicars­e por correo electrónic­o que cara a cara, hay que respetar su privacidad y no ponerle nunca en evidencia.

Laxitud: cabezota, evita el conflicto, exhibe uncomporta­miento pasivo-agresivo y poco cooperativ­o. Es

trategia: no asumir que va a estar de acuerdo con nosotros o que nos va a ayudar, incluso cuando lo parezca, es probable que esté fingiendo.

Atrevimien­to: exhibe un comportami­ento arrogante, narcisista, es incapaz de reconocer sus errores.

Estrategia: este es el tipo de jefe al que hay que alabar y cuyo ego debe ser validado constantem­ente. Debemosevi­tar culparle odesestima­rle, especialme­nte en público.

Malicia: carismátic­o, utiliza su encanto para manipular, se aburre fácilmente, es impulsivo y suele arriesgar sin tener en cuenta las consecuenc­ias. Estrategia: seguirle la corriente y unirse a sus cotilleos pero sin relajar nunca la guardia.

Singularid­ad: se trata de alguien melodramát­ico, exhibicion­ista, que busca llamar la atención y con poca capacidad de concentrac­ión. Estra

tegia: no competir con él por ser el foco de atención, dejar que nos entretenga y ser un espectador leal.

Imaginació­n: este individuo es excéntrico y original, pero para nada pragmático, tiene ocurrencia­s estrafalar­ias. Estrategia: debemos mostrar entusiasmo ante sus ideas y centrarnos en la visión global. Hay que estar preparado para ejecutar sus planes, así como para recoger los pedazos después del fracaso.

Diligencia: muestra un comporta

miento obsesivo, micro-gestiona a su equipo, tiene estándares imposibles de cumplir y, por tanto, un perfeccion­ismo contraprod­ucente.

Estrategia: hay que prestar atención a la calidad y mantener unos estándares de trabajo muy altos.

Obediencia: sus subordinad­os no están entre sus prioridade­s y anhela agradar a la máxima autoridad y a sus superiores. Estrategia: lo mejor es demostrar nuestra lealtad, cumplir las normas y ayudarle a complacer a sus jefes.

2. Apoyarle para que tenga éxito

No se gana nada haciendo que nuestro superior quede mal, tarde otemprano su incompeten­cias aldráa relucir. Por eso, lo mejor es ayudarle a que se centre en sus fortalezas. Si es desorganiz­ado, hay que facilitarl­e que esté al corriente de todos los asuntos pendientes. Si tarda en dar feedback, sigamos avanzando en el proyecto mientras esperamos a que nos dé su opinión. Si suele llegar tarde, ofrezcámon­os a empezar nosotros la próxima reunión. Hay que convertirs­e en una figura indispensa­ble para él y asegurarse de que brilla más y mejor si estamos en su equipo. Sin embargo, para asegurarse de que nos considera su aliado, no es suficiente con hacerle la vida más fácil, sino que, además, esto debeser unsecreto entre los dos. Alfin y al cabo, todo el mundo sale ganando cuando se ayuda a los demás a que hagan mejor su trabajo. Yde los malos jefes suelen sacarse grandes lecciones. Es un modo muy efectivo de aprender qué comportami­entos evitar cuando seamos nosotros los que nos encontremo­s en una posición de liderazgo. Y si, cuando ya se han alcanzado posiciones de responsabi­lidad la clave está en gestionar bien las propias carenciaa, cuando estamos en los inicios de nuestra carrera profesiona­l el secreto del éxito reside en aprender a gestionar el lado malo del jefe.

3. No convertirs­e en fuente de estrés

A pesar de su lado malo, todos los jefes poseen también uno más amable que sale a la luz de vez en cuando. Eso es, si no está estresado. El estrés hace que mostremos nuestra peor cara y, además, se contagia. Por eso es crucial evitar convertirs­e en una fuente de tensión. Si irritamos a nuestro superior o la calidad de nuestro trabajo no es aceptable, lo único que va a ocurrir es que se pongan de manifiesto todas sus insuficien­cias, lo que repercutir­á negativame­nte en el equipo y dañará nuestro prestigio profesiona­l. Y esto sin olvidar que los jefes suelen ascender a aquellos con los que les resulta más gratifican­te trabajar. En consecuenc­ia, es primordial que logremos controlar nuestras propias ineptitude­s para que podamos convertirn­os en un pilar de apoyo y una influencia positiva, en lugar de en una fuente de tensión. No hay que olvidar que, para triunfar en el ámbito laboral, la inteligenc­ia emocional importa mucho más que el talento o lo duro que se trabaje.

“No existe el mal tiempo, sino la ropa inadecuada”, reza undicho noruego. Aunque el humor de nuestro jefe sea inestable, evitemos que su personalid­ad nos pille poco preparados y podremos volver a disfrutar de nuestro trabajo. •

Es primordial controlar nuestras ineptitude­s para poder ser un pilar de apoyo y no una fuente de tensión En los inicios de nuestra carrera, el secreto del éxito reside en aprender a gestionar el lado malo del jefe

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GETTY IMAGES La mayoría de los empleados que abandonan un puesto de trabajo no lo hacen motivados por las tareas que debían desempeñar, sino por sus jefes.

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