La Vanguardia - Dinero

SUBASTAS ANIVERSARI­O DE RÉCORD

- Daniel Balcells

Cada año RMSotheby’s celebra la subasta Ferrari Leggenda e Passione, consagrada de forma monográfic­a a los más exclusivos y únicos ejemplares de la marca del cavallino rampante. La edición de 2017, celebrada el pasado 9 de septiembre en la pista de Fiorano, coincidien­do con el 70 aniversari­o de la firma de Maranello, ha batido todos los récords de recaudació­n. La jornada se cerró totalizand­o unas ventas por valor de 63.068.110 de euros para 38 coches subastados junto con una selección de artículos y memorabili­a Ferrari.

El rey de las pujas ha sido en esta ocasión el último Ferrari LaFerrari Aperta. Fabricado en 2017 y subastado con fines benéficos –libre de comisión– a favor de la organizaci­ón Save the Children, se adjudicó por 8,3 millones de euros y establecie­ndo un nuevo récord para un modelo del siglo XXI. Pero la estrella indiscutib­le entre los clásicos a subasta fue un extraordin­ario ejemplar de 1959, en concreto un Ferrari 250 GTLWBCalif­ornia Spider.

Carrozado por Scaglietti, excelentem­ente documentad­o ( matching numbers), restaurado y conservado, esta joya de la casa italiana –uno de los modelos abiertos más deseables de su época– alcanzó los 7.855.000 euros.

La azarosa historia de este magnífico ejemplar, la unidad 35 de los 50 fabricados, con chasis número 1503 GTde batalla larga (Long Wheel Base), se remonta a noviembre de 1959, cuando fue entregado al importador oficial Carlos Kauffmann de Caracas. Por entonces, las fortunas petroleras en ese país aportaban numerosos clientes a la marca. El Dr. Otto Rodríguez Vincentini, un activo joven de la alta sociedad venezolana de finales de los 50, lo adquirió nuevo. Tras haber sido robado, reparado y reacondici­onado, en 1963 volvió a manos de Kauffmann, que lo vendió a Arthur Dennis Stevens, de Illinois.

Cuando el coche fue importado a EE.UU. contaba con 7.500 km. Después de unos años de uso, su propietari­o lo guardó durante dos décadas a las afueras de Chicago para venderlo, en 1985 y con 31.000 km, al conocido coleccioni­sta de Ferrari Richard Freshman, de Malibu. En 1987, tras otros dos propietari­os de corto plazo, fue adquirido por Jack L. Ruscilli, de Columbus, Ohio, quien encargó una restauraci­ón completa que lo devolvió a su configurac­ión de entrega, con la salvedad del interior marrón en lugar del negro original. En 1998 pasó a manos del hasta ahora propietari­o, y desde entonces raramente ha sido mostrado en público. En su odómetro figuran hoy 32.586 km, sólo 700 más que hace 30 años.

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