Ascensor social: descenso
El alemán Oliver Nachtwey examina cómo desde los setenta el ascensor social ha invertido su sentido
Intentar subir por una larga escalera mecánica que evoluciona incansablemente hacia abajo es cansado. Y no es seguro que se llegue arriba. Esa sensación, la de estar siempre montados en una escalera mecánica que baja y tener que ir permanentemente hacia arriba sólo para mantenerla posición, es la que experimenta cada vez más gente en la sociedad actual, afirma el sociólogo alemán Oliver Nachtwey. Una sociedad que se entiende a sí misma como una sociedad del ascenso, pero en la que el ascensor social ha comenzado a funcionar en dirección contraria, lo que ocasiona, entre otros resultados, una gran anomia: se erosionan las normas establecidas y mucha gente se agarra como puede a estrategia s auto optimizadoras, pisando el acelerador individual, incrementando su disposición a rendir más dentro de la empresa y noponer límite a su jornada laboral, confundiendo vida personal y trabajo. Yacabando quemados.
Nachtwey analiza en La sociedad del descenso cómo el mundo occidental ha pasado en las últimas décadas de una situación de ascenso e integración social a una situación de descenso, precariedad y polarización. Incluso en su país, Alemania, donde hay euforia por la nueva plena ocupación, hayunsensible aumento, dice, de la desigualdad, los salarios bajos y la precariedad. Poco a poco, advierte, ha desaparecido la era dorada de la modernidad social, en la que prosperó el Estado del bienestar y se derribaron las viejas barreras de clase, aumentando la movilidad social. Los proletarios pasaron de forma masiva a ser ciudadanos. No siempre ciudadanas, porque siguió imperando la figura del paterfamilias.
Pero desde los años setenta ya no se alcanzan las fabulosas cotas de crecimiento de la época anterior y aparece un capitalismo poscrecimiento en el que seguimos y que ni programas keynesianos, ni desregulaciones liberales ni flujos de dinero barato han conseguido revertir. Y el ascensor comienza a cam- biar de sentido. Dada esa debilidad económica, desaparecen los recursos y la voluntad de integración social. El Estado social se reconvierte y los derechos civiles y sociales se reducen. Y el mercado y la competencia llegan a todos los ámbitos de la vida. Ha habido, apunta, una modernización renovada pero regresiva, que aúna liberalizaciones sociales con desregulaciones económicas: la sociedad se torna más igualitaria en unos ámbitos y va al revés en lo económico. Las mujeres se incorporan más a la vida profesional... y sufren más precariedad.
En la sociedad del descenso, el conflicto surge porque se da una tensión entre capitalismo y democracia, entre libertad e igualdad. De esa alienación política surgen apatía y xenofobia, pero también las nuevas protestas cívicas: desde Occupy y los indignados, al creciente númerodehuelgas. El miedoaldescenso y la precariedad son percibidos ya como una experiencia colectiva –“Nosotros somos el 99%” es el lema de esta nueva sociedad– y lo que aún falta es una propuesta de futuro y nosólo la aspiración de volveralosviejos tiempos, lo queaugura una larga tensión social.