Un nuevo contrato social
Costas cree que la causa de las revueltas y convulsiones que vive España es el malestar por la desigualdad
La situación catalana es la señal más clara de la quiebra del contrato social de la Transición
En plena jornada electoral en Catalunya, con muchos ciudadanos votando o intentando hacerlo para separarse del resto del Estado, no está del todo claro si este libro de Antón Costas llega muy tarde o en realidad es más necesario que nunca. Paradojas de los tiempos convulsos. Por si acaso, conviene repasar los análisis que efectúa en El final del des concierto. Después de todo, para Costas (Vigo, 1949) –catedrático de Política Económica y presidente del Cercle d’Economia hasta 2016–, el momento actual que vive Catalunya es la señal más preocupante de la quiebra del contrato político español de la Transición. Un independentismo que, sin obviar otros factores políticos, puede ser visto, señala, como otra manifestación del 15-M, de la indignación social que provocó la imposición en el 2010 de la política de austeridad y la caída de salarios.
La causa de las convulsiones políticas de la sociedad española provienen, apunta, de un cambio brusco en la tolerancia social ala desigualdad. La austeridad actuó como un poderoso disolvente del contrato social de la Transición y dejó al descubierto el aumento de la desigualdad de la renta en los noventa, cuando los salarios reales comenzaron a caer deforma continua da mientras subía el endeudamiento de los hogares y los sueldos directivos. Las visiones cosmopolitas dogmáticas de la globalización y del euro cegaron a los partidos socialdemócratas y les imposibilitaron responder a tiempo, dejando a la disciplina delosmercadosfinancieros y las instituciones europeas la tarea de liderar políticamente la modernización del país. Luego, con la recesión llegó además el desempleo masivo, el aumento de la pobreza... y las formaciones políticas populistas.
Porque hubo una salida de la crisis equivocada. Ajuicio de Costas la economía española no tenía falta de competitividad –desde el 2001 fue el país de la UE con mejor comportamiento exportador–, los salarios no habían subido por encima de la productividad y los desequilibrios macroeconómicos no venían del despilfarro del gasto público. Así que la política europea que obligó a la austeridad fue errada. Y no era el mercado de trabajo –y el aumento actual del empleo no puede seguir viniendo de deteriorar sus condiciones– la principal restricción al crecimiento. Hay otras más importantes, dice, como el modelo jerárquico tradicional de la empresa en España que no favorece la mejora en la gestión o el aumento de tamaño; ola escasa potencia redistributiva del Estado del bienestar; o las carencias del sistema económico para cambiar la falta de competencia en muchos mercados cuyos precios responden a lógicas de monopolio y detraen renta disponible.
Para Costas, hay que democratizar la empresa, la economíaylapropia democracia para construir un nuevo contrato social que conjugue capitalismo de mercado, progreso social y democracia. Con Catalunya, cree que aún hay margen para perfeccionar el contrato de soberanía compartida, aunque tarde o temprano hará falta una consulta para que los catalanes decidan el régimen de su relación con el Estado.