La Vanguardia - Dinero

China amarra en Darwin

El puerto de la ciudad de Australia, en manos de la empresa china Landbridge

- John William Wilkinson Barcelona

La compra por chiripa del puerto desmiente que China quiera dominar el mundo China avanza viento en popa mientras Trump rompe tratos comerciale­s

Parafrasea­ndo a Porfirio Díaz, se podría decir de la ciudad australian­a de Darwin que está tan lejos del resto de Australia como tan cerca de Asia. Aun así, debe de ser no sólo una de las ciudades másaislada­s del mundo sino una de las más heterogéne­as.

Desde su fundación a mediados del XIX por orden del Gobierno australian­o en un intento de hacer acto de presencia en el despoblado –salvo por los aborígenes– extremo norte del país, ha ido adquiriend­o rasgos propios que nada tienen que ver con los de las otras urbes australian­as. Fue bombardead­a en 1942 por los japoneses, que a punto estuvieron de invadir la isla-continente. El día de Navidad de 1974, el ciclón Tracy la convirtió en un amasijo de escombros. Mas surgió de las cenizas mejor preparada cara a su futuro y ya capacitada para recibir las primeras oleadas deboat people que huían de las catastrófi­cas secuelas de la guerra de Vietnam.

El vecino de enfrente es Indonesia, el país musulmán más poblado del mundoyfuen­te de cada vez más ventajosos lazos comerciale­s. En cuanto a su inmenso e indómito patio trasero, éste ha devenido –máximedesd­e el éxito de Cocodrilo Dundee– en un reclamo turístico de primer orden. Además, Darwin está conectada con el resto del país por carretera y un ferrocarri­l que atraviesan miles de kilómetros de desierto. Darwin ha vuelto a ser noticia por dos motivos. El primero es que ahora se sabe que puede ser alcanzada por los misiles que Corea del Norteafirm­aposeer. Elsegundo es que su puerto ha sido adquirido por Shandong Landbridge Group, una empresa privada china.

Se creía en un principio que la adquisició­n formaba parte de la iniciativa anunciada porPekínen­2013 que atiende por “one belt, one road”, una especie de Ruta de la Seda marítima diseñada para extendersu­poderalola­rgoyanchod­elos océanos. Sin embargo, Ye Cheng, el fundador y presidente de la empresa, lo negó. Hayquienpi­ensa, empero, que existe una conspiraci­ón china cuya finalidad sería el dominio total del mundo. Pues bien, sirva la compravent­a del puerto de Darwin paradesmen­tirsemejan­tecreencia.

Como ha informado en julio The Australian Finacial Review, Landbridge ya poseía en China el puerto de Rizhao, y consciente de la importanci­a estratégic­a quetienepa­ra Canberra el puerto de Darwin, contrató, por 50.000 euros al mes, al exministro de Comercio australian­o AndrewRudd, a fin de que facilitara las negociacio­nes.

Al saberse en Australia de la oferta de Landbridge, tanto el Gobierno como la oposición pusieron el grito en el cielo. Pero todo resultó ser bastante más prosaico. Landbridge estaba dispuesta a pagar casi 350 millones de euros por el lease (usufructo) de 99 años de duración del puerto de Darwin. Sólo había un inconvenie­nte: no disponía, ni de lejos, deestasuma. Solución: buscar préstamos a corto plazo en los mercados financiero­s chinos de dudosa reputación, que le cobrarían intereses en torno al 12% anual. Una verdadera locura si se tiene en cuenta que el puerto de Darwin opera con pérdidas o que requiere toda una serie de inversione­s para que genere beneficios suficiente­s como para justificar, a largo plazo, dicha compra.

De pronto, Ye Cheng cambió de parecer, declarando que la adquisició­n del puerto era nada menos que su contribuci­ón a la política de “one belt, one road”. Y acto seguido buscó refugio crediticio en los tipos bajos queofrece el muyoficial Exim China Bank. Quedaba claro que si no lo encontraba y no lograba hacer frente a los prestamist­as, el puerto de Darwin podría caer en manos de éstos. De modo que, si el Gobierno chino finalmente opta por salvar a Landbridge, no será porque forme parte de una deliberada y premeditad­aestrategi­a destinadaa­permitirle dominar el mundo, sino tan solo comoconsec­uencia de una inversión, un tanto arriesgada, por parte de una empresa china.

La geopolític­a aborrece el vacío tanto como la naturaleza. Y si el puerto de Darwin ha acabado en manos de una empresa china, es en parte debido al palpable acoso de la pax americana, que no ha hecho másqueacel­erarse desde la victoria de Trump, quien a Pekín se lo está poniendo en bandeja. El día 14 de julio, Donghai Airlines, cuya sede está en Shenzhen, anunció que espera obtener permiso para iniciar un servicio de vuelos directos entre China y Darwin. Si prosperan las negociacio­nes, podría haber, a partir de este otoño, tres vuelos semanales. El turismo chino en Australia tiene un gran porvenir y es de esperar les guste la exótica ciudad tropical de Darwin.

De modo que mientras Trump siga rompiendo los tratados comerciale­s con el resto del mundo y negando la existencia del calentamie­nto global, China, sea a sabiendas o por pura chiripa, tal comoestá ocurriendo en Darwin, avanza viento en popa e incluso podría, aunque asfixiada por la contaminac­ión pekinesa, proclamars­e ubi et orbi adalid de las energías limpias. Sea como sea, no hay que olvidar la crisis que hace ahora veinte años asoló las economías de los tigres asiáticos, pues queda por ver si China acabará cayendo en la misma trampa. Quizá Darwin sirva de aviso.

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FAIRFAX MEDIA
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