JOYAS DULCES ENTRE EL CONTROL Y LA TENTACIÓN
En su habitual línea de trabajo que anima a creadores diversos a enfrentarse a un nuevo tema, la prestigiosa galerista parisina Naïla de Monbrison ha animado de nuevo a un grupo heterogéneo de artistas joyeros a pensar en un tema sugerente. La exposición que se llama
Gourmandises se enmarca dentro del programa Parcours
Bijoux que aglutina una serie de eventos relacionados con la joyería contemporánea y que estará visible en París hasta el próximo día 30 de noviembre. El nombre de esta muestra indica que tiene que ver con el placer y disfrute del acto de comer, incluso con el aspecto sensual de esta actividad cotidiana.
El tema, tal como se esperaba, ha sido interpretado de muy variadas maneras por los diseñadores invitados, para unos visto desde el punto de vista de la glotonería, para otros desde el deleite, del ensalzamiento del gusto. Desde los veteranos Giampaolo Babetto, Chelo Sastre y Giorgio Vigna a los más solicitados en este momento como Taher Chemirik o Géraldine Luttenbacher, todos ellos han ofrecido su personal punto de vista. Entre los diseñadores invitados está Paloma Canivet que lleva colaborando con esta galería (que este año cumple treinta años), desde los comienzos. Paloma ha interpretado el tema por su lado más dulce, imaginando las tradi- cionales almendras bañadas en chocolate, el azúcar cristalizado que había visto usar en el té en uno de sus viajes a Damasco y las grosellas rojas, combinando las tres cosas como si fuera la receta de un postre en tres piezas de joyería diferentes. Los materiales usados emulan esos comestibles: las almendras de chocolate se traducen en pequeños cantos rodados de negro ébano pulido, los cristales de azúcar se convierten en blanquecinos cuarzos en bruto y las grosellas rojas en cuentas realizadas a partir de ágatas cornalinas. El resultado son unas joyas que tienen un carácter festivo, muy sensuales en su disposición sobre el cuerpo y de un gesto espontáneo, que las hace parecer como si las hubiésemos recogido del suelo en un paseo por el bosque. La naturaleza ordenada pero flexible, con una dosis de azar y otra de equilibrio, el punto justo entre el control y la tentación. Algo de irresistible y otro algo de contención, entre ellos anda el juego.