La Vanguardia - Dinero

Un nuevo y difícil equilibrio

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El pacto de Merkel con liberales y verdes podría llevar a la vez a menos presión fiscal y a más gasto público

al borde del estallido, abre unperiodo de incertidum­bre en el continente. Los socios europeos esperan a ver cómo será la política presupuest­aria del nuevo Gobierno, pues llevan años apelando a que Alemania gaste más, lo cual estimularí­a las economías de los otros países.

Alemania, país de gente ahorradora, con una economía basada en la exportació­n y habituada a un superávit comercial (véase gráfico), tiene también superávit fiscal: los presupuest­os que Schäuble preparó para el 2015 no incluyeron previsión de nueva deuda, primera vez queocurría desde1969, yasí siguen. El año pasado, el superávit fiscal alcanzó la cifra más alta desde la reunificac­ión del país en 1990: en total 23.705 millones de euros, equivalent­e al 0,8% del PIB.

En estas semanas postelecto­rales, algunos analistas financiero­s han planteado la posibilida­d de que el sucesor de Schäuble decida dedicar esos monumental­es excedentes del erario a reducir la presión fiscal y a aumentar el gasto público. En una primera señal, el ministro de la Cancillerí­a, el democristi­ano Peter Altmaier, dijo el viernes en la asamblea de artesanos alemanes en Berlín que, como Alemania va bien, “es importante hablar de cómo podemos reducir la carga fiscal”, un mensaje a los liberales. El FDP quiere bajar los impuestos a las clases medias por valor de 30.000 millones de euros durante la legislatur­a, y la CDUharepli­cado hasta ahora que se puede reducir como mucho 15.000 millones.

Pero Altmaier envió ayer también un mensaje a los verdes, que quieren más inversión pública, al argumentar que alivio fiscal e inversione­s no son necesariam­ente cosas contradict­orias; sólo hay que ver cómo compaginar­las. Yconcluyó que es fundamenta­l que continúe la “historia de éxito” presupuest­aria del ministro saliente Schäuble, sobre todo en el sentido de no endeudarse.

De entrada, ante el auge de la ultraderec­ha en las elecciones (Alternativ­a para Alemania, AfD, tuvo el 12,6% de votos ), la CD Uh a prometido dotar demás medio sala policía e incrementa­r el presupuest­o de Defensa hasta el 2% del PIB, el umbral propuesto por la OTAN. Pero conservado­res, liberales y verdes están en trincheras distintas respecto a las costosas subvencion­es a las energías renovables y respecto al cierre de centrales que funcionan con carbón, contaminan­tes pero que dan electricid­ad barata.

Pero incluso si los potenciale­s aliados de Gobierno llegan a un acuerdo, los países europeos no deberían esperar de Alemania unalud de inversione­s que reanime al continente. Motivo: la disciplina presupuest­aria preconizad­a por Schäuble cuenta con el apoyo del 80% de los votantes, al ser este un país de población envejecida, que se verá obligado a financiar a sus futuros y numerosos jubilados.

En estas, el pasado 9 de octubre, Wolfgang Schäubleas­istió asuúltimo Eurogrupo en Luxemburgo. Sus 18 homólogos firmaron una bandera europea que le regalaron como despedida, y Eslovaquia le entregó un fajo de billetes de 100 euros realizados con unaimagend­e su rostro. “Algunos creen que Wolfgang ha sido una figura dominante porque Alemania es una potencia; quienes dicen eso no entienden la autoridad que tiene entre nosotros, y que tiene que ver con su experienci­a, su sabiduría –dijo el presidente del Eurogrupo, el neerlandés Jeroen Dijsselblo­em–. Siempre he estado convencido, incluso en las peleas más duras, de que él priorizaba el interés a largo plazo de la eurozona”.

Elegante comentario el de Dijsselblo­em, pero tampoco creíble al cien por cien. Representa­r a la primera economía de Europa ha hecho de Schäuble una voz casi

omnipotent­e en las reuniones mensuales del Eurogrupo durante ocho años, desde donde marcó las grandes líneas: impuso el dogma de la austeridad a los países del sur (financiaci­ón a cambio de recortes y reformas), y en el verano del 2015 dio un duro trato a Grecia en la crisis de la deuda y los rescates.

Quizá las mayores divergenci­as entre los potenciale­s socios de la coalición queintenta hilvanar Merkel se hallen justamente enla política europea. En mayo, antes de las elecciones, Merk el se mostró abierta– un poco a regañadien­tes–a echar un capote al presidente francés, Emmanuel Macron, en su propuesta de una mayor integració­n de la eurozona para resguardar­la mejor de las crisis económicas. Macron querría un presupuest­o y un ministro de Finanzas comunes, al- go que siempre ha rechinado en Alemania, temerosa de desembolso­s que puedan ir a países que, a su juicio, no acometen las reformas necesarias. Sin embargo, la canciller se mostró aquiescent­e.

Pero con el nuevo equilibrio surgido delas urnas, el asunto hatoma- do otro cariz. El liberal Christian Lindner –y también un sector de la CDU– no comparte el plan de Macron. Este partido centrista, amigo de las empresas y de los profesiona­les con buenos salarios, defiende la disciplina fiscal y es reluctante con los rescates; si por ellos fuera, Gre- cia estaría ya fuera del euro. En su programa electoral llevaba la opción de que los 19 países puedan abandonar la moneda común.

En una vuelta de tuerca, algunos comentaris­tas sostienen que los liberales pueden ser la excusa perfecta que buscaban Merkel y Schäuble para frenar la ambición en el reenfoque de la eurozona, y perpetuar así la doctrina germánica de dinero a cambio de reformas a aplicar a países díscolos.

“UnParlamen­to del euro, un presupuest­o común para la eurozona y un ministro de Finanzas europeo, son cosas que no resolverá n los problemas del aeur ozona, sino que los agravarán”, sostuvo la semana pasada Clemens Fuest, responsabl­e del instituto económico IFO, en una rueda de prensa para esbozar sus recomendac­iones para el próximo gobierno. “Algunos están presionand­o para una ampliación de las transferen­cias en la eurozona”, señaló Fuest, para quien si la unión monetaria se convierte en una

unión de transferen­cias, “los países pequeños y ricos dirán adiós”. Y Alemania es un país grande.

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CHRISTOPHE MORIN
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