El malparado trabajador mexicano
México debe buscar un modelo para subir los salarios, dañados por el TLC y amenazados ahora por Donald Trump, que quiere acabar con el tratado
El salario mínimo real ha caído el 22% desde la firma del TLC en 1994, hasta los 69,7 pesos al día, 3,4 euros
En las tensas negociaciones sobre el futuro del tratado de Libre de Comercio (TLC) entre EE.UU., Canadá y México, uno de los asuntos mas espinosos son los salarios mexicanos. Dos de las delegaciones de ministros y representantes empresariales y sindicales presentes en las últimas rondas en ciudad de México y Washington insisten en la importancia de mejorar la situación del malparado trabajador mexicano.
Es lógico. El salario mínimo real –ajustado para compensar la inflación– en México, ha caído el 22% desde la firma del tratado en 1994 hasta 69,7 pesos al día, menos de 3,4 euros. Es un dato bastante fuerte y aún más porque el 70% de los trabajadores mexicanos cobra menos de tres salarios mínimos. Veintitrés años después de la firma del TLC –también conocido como Nafta por sus siglas en inglés–, el mexicano medio cobra menos en términos reales de lo que su padre o madre cobraba en 1994. Ni tan siquiera se ha logrado la prometida convergencia con EE.UU: en 1994 un trabajador industrial cobraba en torno al 18% de su homólogo estadounidense. Ahora cobra el 13%.
Incluso en las modernas plantas multinacionales del automóvil, de Nissan, Audi, Kia o Ford, que han aparecido como setas a lo largo de la cadena de suministro desde Puebla a Monterrey , los salarios han decepcionado. Mientras un trabajador de una planta sindicalizada en EE.UU, cobra más de 40 dólares la hora; su homólogo mexicano solo ingresa entre uno y dos dólares a la hora. “Eso es un buen salario en México”, dijo el conductor de uno de los buses que transportan a los trabajadores a la planta de Kia en Pesquería, cerca de Monterrey. Hasta el obrero chino ha rebasado al mexicano. Los salarios nominales han subido el 157% en las plantas del automóvil de Shenzhen o Guanzhou desde el 2006 frente al 20% en las de Guanajuato o San Luis Potosí.
De modo que no es de extrañar que uno de los participantes en la negociaciones del TLC afirmase ante la prensa tras terminar una de las últimas rondas: “nuestro objetivo es incorporar requisitos que faciliten un aumento de salarios en México”. Lo que sí resulta extraño es que quien lo dijo no era Ildefonso Guajardo, el secretario de Economía mexicano, sino Robert Lighthizer, el líder del equipo estadounidense. Mientras EE.UU. y Canadá quieren una cláusula laboral que permita subidas de salario mínimo y la defensa de algunos derechos de convenio colectivo, el gobierno mexicano se opone.
La posición de los sindicatos mexicanos es aún más sorprendente. Estos rechazan cualquier medida que pueda elevar los salarios en México. “Hemos llegado a la situación extrema en la cual la patronal apoya un pequeño aumento del salario mínimo y los sindicatos no”, dice Hugo Beteta, director de la Cepal (la agencia económica de la ONUen América latina) en Ciudad de México. Increíblemente, dado el elevado grado de descontento que se palpa en todo México por el estancamiento salarial y las subidas de precios, no ha habido ni un solo día de huelga oficial en dos años.
¿Que pasa con los sindicatos mexicanos? Igual que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) fueron cooptados bajo el histórico patriarca sindical Fidel Velázquez, líder de la Confederación de Trabajadores de Méxi-