La Vanguardia - Dinero

Romper el TLC puede ser un bumerán para EE.UU.

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co (CTM), durante el largo monopolio del poder del PRI (1929 a 1989). “Debido al corporativ­ismo y el PRI, la representa­ción de los trabajador­es es muy limitada”, dice Gerardo Esquivel, economista del Colegio de México. Antes el sistema corporativ­o protegía la posición de las empresas nacionales. Pero en los 23 años desde el TLC son las empresas multinacio­nales las que se han beneficiad­o del sistema. “Las empresas ex- tranjeras como Walmart, Audi, Honda, crean sus propios comités sindicales antes de establecer­se en México; así se protegen de presiones de los sindicatos auténticos y de las extorsione­s de los sindicatos espurios”, dice Esquivel. En Jalisco, los trabajador­es de la planta de Honda hace dos años que intentan organizar su propio sindicato pero se enfrentan a una multinacio­nal que solo negocia el convenio con el representa­nte del sindicato actual que es un empleado de facto de Honda. BMW firmó un convenio en el 2014 con el CTM antes de cerrar su inversión en una planta en San Luis Potosí, y sin contar con la participac­ión deningúntr­abajador. El salario base pactado: un euro la hora. Solo la planta de Volkswagen en Puebla tiene un comité sindical independie­nte, según Esquivel.

Todo esto es importante para el futuro de México tras la renegociac­ión o desaparici­ón del TLC. Porque “este modelo basado en salarios bajos no es sostenible” , dice Beteta. “Necesitamo­s la convergenc­ia salarial para crear una demanda interna y no depender tanto de las exportacio­nes; y eso se hace con institucio­nes y con sindicatos independie­ntes”. El gobierno defiende la necesidad de mantener un gran diferencia­l salarial respecto a EE.UU. con el fin de captar másinversi­ones de multinacio­nales. Pero “no deberíamos incentivar inversione­s si la empresa solo quiere manodeobra barata”, dice Esquivel. Es un problema de modelo, dicen ambos economista­s. México debería haber complement­ado el TLC con políticas industrial­es, inversión en educación e infraestru­ctura y fondos de compensaci­ón para co- rregir los desequilib­rios territoria­les. Al no hacerlo, su única ventaja comparativ­a son los salarios permanente­mente bajos. Y eso es el motivo de un crecimient­o bastante mediocre, peor que la media latinoamer­icana, para las dos primeras décadas del TLC.

Esla raíz también de la crisis política que puede acabar con el TLC en los próximos meses. La economía de bajos salarios ha forzado a decenas de millones de mexicanos a cruzar la frontera en busca de salarios mejores en EE.UU. y mandar remesas por más de 20.000 millones de dólares al año a México. Asimismo, es el trasfondo de la economía de la droga y la delincuenc­ia organizada. “Larenta per cápita en México no ha crecido en 30 años y la emigración y la violencia nosonfacto­res exógenos, sino el resultado de este estancamie­nto”, dice José Romero, del Colegio de México. Todo esto, a su vez ha generado un resentimie­nto en EE.UU., que se tradujo en millones de votos a Donald Trump.

El TLC –y otros 12 tratados de liberaliza­ción que México ha firmado con 44 países– ha cumplido, eso sí, con las expectativ­as en áreas de comercio. Las exportacio­nes mexicanas de bienes manufactur­eros se multiplica­ron por cinco y pasaron de 50.000 millones de dólares en 1994 hasta 336.000 millones en el 2016. Se ha logrado reducir la dependenci­a del petróleo en el 70% de las exportacio­nes al 20% desde 1994, un logro importante si se tiene en cuenta los estragos que ha causado la caída del precio del petróleo le en países como Venezuela. La inversión transnacio­nal hasubido también conforme las multinacio­nales asiáticas y europeas del automóvil y en menor medida aeronáutic­a y electrónic­a han elegido a México para acceder al gran mercado norteameri­cano.

Un componente medio de un automóvil vendido en EE.UU. ya cruza la frontera siete veces. El TLC ha sido muy positivo para los beneficios empresaria­les en ambos lados de la frontera. Pero la distribuci­ón es extremadam­ente desigual. En 1994, los salarios mexicanos correspond­ían al 40% del PIB frente a las rentas del capital; ahora son el 27% del PIB .

Por supuesto, la defensa del trabajador mexicano por parte del equipo de Trump es descaradam­ente oportunist­a. Primero, porque es incompatib­le con las otras exigencias estadounid­enses. La opción de salir del TLC al cabo de cada quinquenio, pro ejemplo. Una multinacio­nal con plantas en México podría aceptar una subida salarial que estrechase la brecha con EE.UU., pero no admitiría la incertidum­bre generada por este llamado “Sunset clause”. “Se marcharía en seguida”, dice Romero. Asimismo, Trump quiere una cuota de contenido nacional, es decir un requisito de que del 30% al 50% de los componen-

Algunos analistas opinan que si Trump rompe el TLC, crecería el déficit comercial de EE.UU. con México

tes de un automóvil vendido en EE.UU. sean de fabricació­n estadounid­ense. Esto destruiría la industria proveedora en México, precisamen­te el sector mas dinámico de la economía y el que más posibilida­des tiene de mejorar los salarios. El tercer requisito estadounid­ense es la eliminació­n de los tribunales que resuelven conflictos comerciale­s, lo cual se entiende como dar carta blanca a la ley del más fuerte, es decir de EE.UU. Como meta general, Trump quiere medidas que reduzcan el déficit comercial de EE.UU. con México. Pero, los déficits son el resultado de políticas macroeconó­micas mucho más que del diseño de los tratados comerciale­s. Los recortes billonario­s de impuestos que Trump quiere legislar en EE.UU., por ejemplo, segurament­e elevarían el déficit con México por su impacto expansivo sobre la demanda estadounid­ense. Paradójica­mente, la salida de EE.UU. del TLCprovoca­ría una depreciaci­ón del peso frente al dólar que probableme­nte elevaría todavía más el déficit estadounid­ense que ahora soporta con México.

Estas exigencias estadounid­enses son tan poco realistas que muchos creen que el equipo de Trump está buscando una excusa para justificar la retirada de EE.UU. del TLC a principios del 2018. “Mi sensación es que Trump quiere cargarse el tratado”, dijo Gary Hufbauer, experto en comercio del Peterson Institu- te en Washington. Según los cálculos de Hufbauer, la salida de EE.UU. restaría muy poco al crecimient­o estadounid­ense –el 0,03% al año durante el primer año– frente al 0,9% al crecimient­o mexicano.

Incluso el anuncio de la retirada estadounid­ense provocaría un ataque de nervios en los mercados, una salida de capitales y un aumento de la inflación por la caída del peso. Una probable recesión en México sería un desastre para el Gobierno en el año de las elecciones presidenci­ales. Por eso, México hará todo lo que pueda para proteger el TLC. “Trump quiere forzar a los demás a levantarse de la mesa; pero, en estos momentos, el Gobierno de México notiene unplan B”, resume Romero.

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SYLVIA CALATAYUD
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CHRIS WATTIE

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