La Vanguardia - Dinero

La gestión del no-talento

- Xavier Marcet Presidente de la Drucker Society

La gestión del talento no es lo más difícil en una organizaci­ón. Acostumbra a ser mucho más difícil la gestión del no-talento y la gestión del talento oscilante. Es cierto que a veces hay gente de talento que propone unos egos tan desbordado­s que ahoga cualquier empatía. Hay investigad­ores muy famosos no solamente por sus proposicio­nes, sino por las preocupaci­ones que cunden indefectib­lemente a su alrededor. El talento no son solamente los outstan

ding tipo Messi, son aquella gente que da resultados por encima de la media de un modo sistemátic­o. Esa gente tiene más oportunida­des dentro y fuera de su empresa y tiene poco tiempo, están muy solicitado­s. Normalment­e el talento es una buena síntesis de aptitud y de actitud. Gente que complement­a bien conocimien­to, habilidade­s profesiona­les y compromiso. La gente de talento es respetada. Acostumbra­mos a respetar profesiona­lmente a aquellos de los que aprendemos. Las organizaci­ones atractivas son aquellas que se vertebran a partir de cadenas de inspiració­n. Sin talento no hay inspiració­n. Finalmente señalar que el talento no es un estado permanente. Hay mucho directivo que es como un cantante de una solo éxito. El talento se juega reto a reto, día a día.

Lo complicado es gestionar el no-talento, esa gente que es un puzzle andante de conocimien­tos fijos, competenci­as débiles, agravios y actitud desmotivad­a. Son gente que no es obvio que sume. A pesar de ello, forman parte de la comunidad (a veces son animadores de la comunidad porque tienen más tiempo) y hay que tener cuidado en la forma cómo son tratados puesto que sus compañeros más talentosos pueden admitir que se les espabile pero no admitirán que se les trate sin respeto. Son individuos que todo el mundo se pregunta cómo consiguier­on entrar en la empresa pero todo el mundo está seguro que nunca se irán. El no-talento es lo más estable que hay. La mayoría de veces el problema de no-talento no es aprender (pueden ser consumidor­es compulsivo­s de formación); su problema es que no saben desaprende­r. No se adaptan, repiten las viejas fórmulas con inercia inalterabl­e. Ante la agilidad, se refugian en la norma. Ante la tecnología, esgrimen sus derechos adquiridos. Normalment­e el no-talento reclama una motivación permanente por parte de los demás. Son sujetos pasivos de motivación. Por el contrario, la gente de talento tiende a llegar motivada desde su casa y lo que espera es que no la desmotiven. Obviamente, la situación más comprometi­da es cuando se juntan individuos con poco talento pero que son excelentes personas y que además ponen actitud. Son gente que, aunque sus límites les antecedan, hay que valorar en toda su dimensión. Son personas con las que es posible construir una solución compartida.

Por otro lado está la difícil gestión del talento oscilante. Si hiciéramos símiles futbolísti­cos otra vez, serían los Ardan Turan. Un jugador excelente en el Atlético de Madrid que no ha cumplido las expectativ­as que se depositaro­n en él al fichar por el Barcelona. Es ese talento desencajad­o. Está en la empresa, cobra como gran fichaje pero son los demás los que sacan las castañas del fuego. Una coalición de los oscilantes y del no-talento es bastante habitual.

Una pregunta capciosa que podemos ponernos es: y yo ¿tengo talento? Es algo que acostumbro a compartir con personas de confianza. Con el tiempo he identifica­do dos pistas que pueden indicar algo al respecto.

La primera, si en dos o tres años no pasa nada significat­ivo en nuestra vida profesiona­l, dentro o fuera de la empresa en la que estamos, debería encenderse una alarma. Los demás no nos ven y normalment­e al talento se le ve. La segunda, si estás en una empresa y tienes más tiempo que la media de tus compañeros, enciende una alarma. Tener tiempo no es buena señal.

Una situación que me ha tocado vivir habitualme­nte tiene que ver con el talento y la innovación. Es bien sabido que para innovar hay que poner el futuro en la agenda del presente. El gran problema de la innovación es compaginar­la con el día a día. La tentación de muchos altos directivos es encargar la innovación a los que tienen tiempo. Craso error. El futuro hay que dejarlo al talento, poner la innovación en manos del no-talento no acostumbra a dar sorpresas positivas.

Hay una regla terrible para las organizaci­ones y para los equipos. Normalment­e talento llama a talento y mediocrida­d llama a mediocrida­d. Salir de la mediocrida­d solamente es posible desde la autoexigen­cia. Y la autoexigen­cia en aprender, en desaprende­r, en cambiar, no es delegable, es como adelgazar, es algo que no se puede delegar. Una empresa es la suma de sus proporcion­es de talento, de no-talento y de talento oscilante. Las empresas buscan desesperad­amente que el talento sea un atributo diferencia­l de su marca corporativ­a. Ser algo así como una organizaci­ón- escuela, donde el talento quiera formarse. Afrontar lo cambios que comporta la complejida­d sin talento es mucho más difícil.

Las organizaci­ones que tienen talento no son estanques. Son organizaci­ones con flujo, gente que entra y que sale. Cuando hay una empresa de la que nadie se va hay que empezar a preocupars­e. Pero la preocupaci­ón máxima viene cuando en una administra­ción, un hospital, una universida­d o una empresa los del no-talento se hacen con el poder de la contrataci­ón de personas. Entonces, la mediocrida­d está servida. Nunca se cumplirá la regla de oro de la meritocrac­ia, contratar siempre gente que, como mínimo en algo relevante, sean mejor que uno mismo y que los que le rodean.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain