Eusebio Díaz-Morera
Dos caras de la misma moneda
Terminología El valor, en sentido estricto, se crea cuando una compañía tiene un valor de mercado que es superior al valor contable
Desde hace años es un tópico calificar a ciertos gestores como gestores de valor hasta convertir el término en un cajón de sastre de varios estilos de inversión. La gestión de valor debe entenderse más estrictamente cuando el gestor identifica firmas cuyo precio en bolsa refleja una infravaloración respecto a su valor intrínseco, estimado este por el gestor. Este gestor considera que tarde o temprano el mercado reconocerá la ineficiencia y recompensará la paciente espera del gestor de valor. Esta aproximación al concepto de gestión de valor ( value investing) tiene una alternativa en la gestión de crecimiento ( growth investing), presentada como los gestores que invierten en una empresa de crecimiento elevado prestando menor atención al precio pagado, pues el crecimiento del negocio y del beneficio futuro justifican los elevados múltiplos (PER) pagados en el momento.
Surge entonces la tentación de preguntarse. ¿Qué es el valor? ¿Quién crea el valor? ¿Cómo capturar el valor? El valor en sentido estricto se crea cuando una compañía tiene un valor de mercado superior al valor contable. Desestimar el crecimiento de una empresa como vector de creación de valor es negar la evidencia de que las empresas cuyo beneficio crece “valen más”. Esta intuitiva evidencia reafirma que el valor no es una foto fija, sino una evolución en el tiempo. Ello no ocurre en todas las empresas ni mucho menos, en aquellas cuyos negocios tienen una elevada ciclicidad. Ocurre que, a largo plazo, el precio de las empresas sigue al valor creciente de aquellas que crecen. Pero por el camino el precio puede diferir del valor e incluso apartarse mucho al alza o a la baja.
Y, por tanto, aquí confluyen los gestores de valor y los de crecimiento. Puede haber compañías cuyos negocios sean de crecimiento estable y atraviesan períodos de infravaloración. En este caso, ambos estilos de inversión coinciden. Cuando el precio supera ampliamente el valor, típicamente cuando los múltiplos (PER) se hinchan, un inversor de valor deberá vender dichas acciones y uno de crecimiento también, so pena de incurrir en sobrevaloración.
Contraponer, pues, valor a crecimiento puede tener atractivo comercial pero es excesivamente simplista y no profundiza en los elementos básicos de la inversión exitosa, basada en el análisis fundamental de las acciones de una empresa, su negocio y su valoración. La aportación básica y común de ambos estilos es la de no anticipar el comportamiento futuro del mercado, que se considera tarea imposible, para concentrarse en la selección individual de las empresas en que invierte. Si somos pragmáticos, reconoceremos que ambos estilos se complementan porque sus riesgos difieren. El mayor riesgo de un gestor value es confundir infravaloración transitoria de las acciones con una compañía con problemas. Yel de un gestor de crecimiento es sobrepagar por una empresa anticipándose demasiado al crecimiento esperado.