Viviendo en el siglo XXI, ¿trabajando en el XIX?
Pérdida de derechos, de intimidad y de privacidad: ¿es ese el futuro del trabajador en la sociedad digital?
Este verano, Facebook anunció sus planes de construir un pueblo de 1.500 viviendas para alojar a sus trabajadores. “Nuestro objetivo”, declaró el vicepresidente deInstalaciones Globales y Propiedad Inmobiliaria de Facebook, John Tenanes, “es crear un pueblo integrado, de servicios mixtos, que cubra necesidades como la vivienda y el espacio de oficinas, a la vez que ofrezca una solución al problema del tráfico”. Según la compañía, Willow Campus incluirá un supermercado, un hotel, varias tiendas y una farmacia. En una línea similar discurren los planes de Google. El buscador más famoso del mundo ya ha comprado 300 casas prefabricadas que va a utilizar como residencia temporal para los trabajadores de su sede de Mountain View. Ante estos hechos, es difícil no establecer paralelismos entre estas nuevas ciudades y las colonias industriales del siglo XIX.
¿Adiós a la privacidad?
Las colonias industriales surgieron de la necesidad de albergar a la mano de obra que trabajaba alejada de un núcleo habitado y de la creencia de que la compañía prosperaría más si sus empleados vivían en un ambiente agradable. Con este fin, se organizaban representaciones teatrales y eventos deportivos que a su vez moldeaban el estilo de vida de los trabajadores fuera de la fábrica. En la actualidad, estas ciudades nacen fruto de la urgencia por encontrar soluciones a los problemas de vivienda y de tráfico generados por estas mismas empresas que propician el desplazamiento de masas de población a zonas geográficas específicas, pero ¿puede ser que también se empleen para difuminar la línea entre trabajo y vida privada, capacitando así a la compañía para dirigir la vida de sus empleados fuera de la oficina? La doctora en Derecho, economista y profesora de ESADE Anna Ginès considera que, aunque la tecnología no sea el problema, nuestro uso de la misma ha supues- to un retroceso tanto en el derecho a la intimidad (son ya varios los casos en los que un trabajador ha sido despedido después de publicar comentarios en internet, a pesar de no estar relacionados con su ámbito laboral), como en la posibilidad de desconectar del trabajo (estamos accesibles en todo momento).
La economía colaborativa
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que, a partir de 1997, se observa un punto de inflexión en los procesos de empleodesempleo. Se crean más puestos de trabajo, pero con características temporales, flexibles, polivalentes y desreguladas. Los puestos estables pasan a la obsolescencia y el mantra del trabajador del futuro dicta dejar de preocuparse por encontrar un puesto de trabajo y dedicarse a buscar clientes y proyectos. La masa de personas sin medios de producción que va haciendo pequeños trabajos aquí y allá crece rápidamente. Se trata de la teoría de la destrucción
creativa: cada avance tecnológico importante destruye puestos de trabajo, a la vez que impulsa el nacimiento de nuevos empleos.
Los defensores de este modelo enfatizan su flexibilidad. El trabajador le dedica las horas que quiere, cuando quiere y de la forma que más le convenga. La baja por enfermedad o las vacaciones ya no son cosa del que proporciona la ocupación. A pesar de lo novedoso de la tecnología empleada por la mayoría de las plataformas digitales, estas prácticas laborales se asemejan bastante a las del siglo XIX. La comparación sale sola. Para empezar, el trabajo es bajo demanda: los trabajadores se contratan solo cuando se les necesita, sin asegurar unvolumenni unhorario regular. Se trabaja por proyecto o por tarea, lo que sería equiparable a la compensación por pieza: la retri- bución es por un trabajo o tarea específicos, no por las horas que se le dedican. También se aprovisionan bienes de equipo: los trabajadores ponen el capital necesario para desempeñarla tarea, incluido el espacio en el que se lleva a cabo y el equipo o las herramientas que van a requerir para realizarlo. Se posee, así, estatus de trabajador independiente: la mayoría de las plataformas digitales clasifican a sus asalariados como trabajadores autónomos en yuxtaposición a los trabajadores tradicionales, pudiendo así esquivar los requisitos y las restricciones del empleo convencional (respetar el salario mínimo, pagar horas extra, cotizar en la Seguridad Social, bajas por enfermedad).
Un buen acuerdo
El profesor de Economía de la Universidad de Georgia Jeffrey Dorfman sostiene que los trabajos “solo existen cuando tanto el empleado como el empresario son felices con el trato que acuerdan”. Este argumento es muy similar al que se utilizaba para defender la libertad de contrato en el siglo XIX, por la que cualquier contrato realizado entre dos partes era válido si ambas lo aceptaban de forma voluntaria. Por aquel entonces el trabajador acordaba libremente tener jornadas de doce horas en condiciones insalubres. El siglo
trajo consigo la prohibición
XX del trabajo infantil, la seguridad laboral, el salario mínimo y la semana de 40 horas. Sin embargo, en los últimos años, gracias al rápido avance de la tecnología, las crisis económicas y algunas políticas, estamos siendo testigos del aumento del número de empresas que apuestan por la contratación temporal e incluso hemos presenciado la eclosión de la figura del falso autónomo, todo con el fin de esquivar las leyes de protección laboral conseguidas el siglo pasado.
En busca de una solución
¿Es posible que en el momento en el que estamos alcanzando nuevas cimas tecnológicas estemos, simultáneamente, empezando el descenso a las simas de los derechos de los trabajadores? Según la profesora Ginès, la solución para evitarlo pasa por un derecho internacional fuerte, aunque por ahora no parece demasiado plausible que se consigan acuerdos. La otra opción, según esta experta, sería que las empresas asumieran compromisos sociales de forma voluntaria.
La idea de que el valor de un trabajador viene dado por lo que se pague por su trabajo en el mercado gana popularidad, y lo que se paga aquí y ahora por nosotros depende de lo que valgamos aquí y ahora. Según Albert Cañigueral, partner de OuiShare para España y Latinoamérica, “la forma de articular el mercado laboral en la época industrial puede ser nuestro mayor lastre a la hora de imaginar soluciones. Hay que construir sistemas de protección social portables centrados en el individuo y no en el contrato de empleo”.
============ "La tecnología no es el problema, lo es el uso que se hace de ella": Anna Ginès, economista y profesora de ESADE ============ A partir de 1997 se observa un punto de inflexión en el empleo regulado, según la OIT